miércoles, julio 29, 2020

Final del crucero 2019-20


El crucero 2019-20 no ha podido ser más atípico en su segunda mitad (y a ver qué vendrá después...). Y hoy le damos punto final dejando al Navegante en el dique seco para que se le curen las heridas y se le rasquen los percebes y otros animalillos adheridos a su obra viva.

Nos volveremos a ver en septiembre, Deo volente.

martes, julio 28, 2020

lunes, julio 27, 2020

El faro de Aniva

Desde que la Santa Madre Rusia tuvo ojos para el Pacífico y el Japón despertó (antes de esto, la propia China), ambas naciones siempre han chocado por el dominio del dédalo de islas al norte de Hokkaido. Largo y tenso ha sido el pleito por la soberanía de las islas Kuriles, pero también lo ha sido, aunque menos conocido, el correspondiente a la isla de Sajalín, la cual es rusa desde no hace tantas décadas.

Sajalín es la isla más grande encuadrada dentro del territorio de la actual Federación rusa y se encuentra separada de Japón por el estrecho La Perouse, quedando al sur de la península de Kamchatka. Poblada originalmente por el pueblo Ainu, los rusos supieron de su existencia desde el s. XVII, cuando, por primera vez, se levanta cartografía sobre la misma y las Kuriles, estableciéndose pactos de soberanía con China, en 1689.

Las expediciones rusas a las islas japonesas llevaron a una escalada entre rusos y nipones entre 1806-07, sobre todo tras la declaración de Sajalín como territorio adscrito a la Rusia zarista. El aislado Japón reaccionó como era costumbre, desde el s. XVII, ante lo que entendía como injerencia extranjera: por la fuerza.

La zona es un caramelito pues, aparte de su importante industria pesquera, posee reservas de petróleo, gas y carbón que se explotan debidamente. Igualmente, es un área de interés turístico, siendo los nacionales japoneses sus principales visitantes, atraídos por su belleza agreste y la posibilidad de realizar todo tipo de deportes de aventura.

Sin embargo, lo que me llamó la atención sobre la existencia de esta isla es un faro abandonado en cabo Aniva (en el extremo Sur de la isla), que bien podría servir para una entrada de la serie El coleccionista de pecios, pero lo dejo en esta de Apuntes. Su sola estampa rememora viejas historias góticas y románticas, y provoca cierta desazón.

La estructura del faro fue levantada por miembros de las FFAA japonesas en 1939, quedando luego en poder soviético. En la actualidad, se encuentra abandonado y no atraería más que miradas de curiosos en kayak si no llega a ser por la noticia, quién sabe si veraz, que el ingenio fue dotado con energía nuclear, y todo por una pintada encontrada en el mismo que, en perfecto cirílico, advierte que es “radioactivo”. Suena un poco raro que a un faro se le instalara una pila atómica con la que dar luz durante milenios, pero, conociéndonos el percal, cualquiera sabe.




viernes, julio 24, 2020

jueves, julio 23, 2020

Guardia de cine: reseña a «Steamboy»

Título original: «Suchîmubôi». 2004. Japón. Acción, Anime, Aventuras, Ciencia-ficción, Fantasía. Dirección: Katsuhiro Otomo. Guión: Sadayuki Murai, Katsuhiro Otomo

Otomo plantea un interesante debate: ¿debemos permitir el avance de la Ciencia a través de los estudios militares para beneficio global a posteriori, o éste siempre ha de ser pacífico, aún cuando quedaría casi inerte? Una película de steampunk, con mucha acción, pero, no por ello, bastante tediosa

Descrita en su sinopsis como la película de anime más cara de la Historia (supongo que hasta su fecha de lanzamiento), «Steamboy» supuso una de las obras más ambiciosas de Katsuhiro Otomo, el creador de «Akira», quien dejó aparcado el ciberpunk y se entregó en cuerpo y alma a un relato ambientado dos siglos atrás, remozándose en el subgénero de la ciencia-ficción que gusta desarrollar durante los años 1800, donde la revolución del vapor consigue que la Humanidad se adelante tecnológicamente hablando incluso a nuestra era actual: el steampunk (seguir leyendo)

miércoles, julio 22, 2020

martes, julio 21, 2020

Guardia de cómic: reseña a «Artic nation»

«Blacksad 02: Arctic Nation»
ISBN: 978-84-8431-732-6
56 páginas
La segunda parte de una serie protagonizada por el detective John Blacksad nos aleja de la gran urbe y nos adentra en otras oscuridades más íntimas, con  uno de los mejores guiones que Canales haya podido escribir para este proyecto

Blacksad es contratado por una maestra de “The Line”, un barrio afectado por la carcoma del racismo y el paro; un apartado lugar a poco tiempo del centro de la ciudad que floreció en el Pasado gracias a la industria del esfuerzo de guerra, con factorías que construían bombarderos para destinar al teatro europeo y del Pacífico. En ellas trabajó la práctica totalidad de la población, la cual anhelaba los tiempos de paz para saborear sus frutos, mas estos estaban envenenados. Con el cierre de las fábricas llegó la crisis económica; el barrio donde antes se convivía con normalidad se deterioró a marchas forzadas con el odio racial y homicida de los blancos contra los negros (un problema con el que Canales no lidia bien, pues no sabemos bien cómo “distinguir” a los animales salvo en aquellos casos que resulten obvios) (seguir leyendo)

lunes, julio 20, 2020

La nave de Argo

Argo Navis según Johan Bayer
Adentrarse indiciariamente en el estudio de la Astronomía es, en la práctica, hacerlo en el mundo de los Antiguos y en la mitología grecorromana. Las distantes estrellas y constelaciones fueron el reflejo perfecto donde inmortalizar las historias y leyendas de la cultura que nos sirvió de germen.

El mar, a modo de espejo del cielo y no al revés, dejó huella en aquellas gentes que miraban hacia el hogar de los dioses con ojos esperanzados. Y si de aquellos días nos llega con fuerza el eco de una historia, aquella es la de la Jasón y los argonautas en búsqueda del mítico Vellocino de Oro; una épica tan desbordante que hasta la misma nave Argo fue elevada por Atenea a la cúpula celestial.

En su momento, Argo Navis o la Nave de Argo fue considerada por Claudio Ptolomeo como una única constelación de veintisiete estrellas, aunque Nicolás-Louis de Lacaille la desmembró en varias (Carina (Quilla), Puppis (Popa) y Vela), ya en 1756. En su particular forma distinguieron aquellos primeros astrónomos la forma de la mítica nave, vista por la aleta. Se la encuentra en el hemisferio Sur celeste, bajo Sirio y Proción, siendo imposible de divisar en latitudes medias del hemisferio Norte.

Su estrella más brillante es Canopus, que llega a su cenit el 28 de diciembre, aproximadamente. 

Jason es uno de los héroes más clásicos, estereotipo universal que, hoy día, sigue copando el protagonismo en las novelas, las series de televisión y las películas. En parte es, incluso, un personaje del que me atrevería a afirmar que pudo beber William Shakespeare para su Hamlet.

Hijo del destronado Esón de Yolco (también del pícaro Zeus, por lo que parece), Jasón se enfrentó al usurpador Pelias, su propio tío, por la corona tras conocer la verdad de labios de su mentor, el centauro Quirón. Pelias aceptó la condición de monarca de su sobrino, pero antes de que pudiera sentir el peso de la majestad sobre hombros y cabeza, Jasón debía recuperar el vellocino de oro de manos de Eetes, rey de Colchis, la piel de Crisomallo, un maravilloso carnero volador del que se sirvieron los hermanos Frixo y Hele, hijos del rey beocio Atamante, para huir de Ino, su madrastra. 

Solo Frixo llegó a tierra, pues Hele se mareó y se precipitó a las aguas (siendo salvada y desposada por Poseidón). Frixo alcanzó cierto punto del mar Negro, la Cólquida (hoy, Georgia), donde se encontraba la casa y corte de Aeetes, cuya hospitalidad le valió recibir la piel del carnero a modo de agradecimiento tras ser sacrificado en honor a Zeus.

Ese animal, obsequio de Néfele a sus dos hijos, fue aquel que se representa con el signo zodiacal de Aries.

El héroe se embarcó en la nave Argo (Άργος) -cuyo espolón estaba construido con maderas de los bosques de encinas del santuario de Dodona (donde se encontraba el oráculo de Zeus), a los que se les atribuía poderes de oráculo o de videncia, avisando al timonel, contaba con cincuenta remos y su diseño siguió las indicaciones de Atenea-, y enrola a cincuenta aguerridos camaradas, entre los que se cuentan a Hércules, Orfeo, Pólux, Cástor, Atlanta o Glaucus. Y tras una serie de peripecias dignas de una película del nostálgico Hollywood de las maquetas, se llega a la culminación de la historia.

Ahora bien, tras esta pequeña lección de astronomía y mitología, lo que me ha llamado, y mucho, es que los signos del zodiaco (así como otras estrellas y constelaciones, en conjunción con Argo Navis), recorren, punto por punto, las aventuras y desventuras de Jasón y sus hombres tras el famoso talismán, señaladas por el sol a modo de apuntador.

Cuando nuestra estrella está en Sagitario, este hecho concuerda con la visita de los argonautas al centauro Quirón. Cuando anoche, ascienden las Pléyades, lo cual rememora la visita a las Amazonas.

La puesta del sol en Capricornio permite ver a los gemelos Cástor y Pólux por el Este, lo cual se relaciona con la visita a Samotracia, donde cada uno recibió una estrella.

Cuando el sol se encuentra en Acuario, al amanecer, Hércules se encuentra muy alta. Al atardecer, ascienden las Híades, lo cual concuerda con la búsqueda de Hylas, compañero de Hércules, secuestrado por las ninfas del agua.

Al atardecer en Piscis, Leo y Virgo ascienden uno detrás de otro, representando a la diosa Cibeles con su carro tirado por un león. También Orión está en su cénit, viéndose en él al gigante Amicus, vencido por Cástor y Pólux.

El sol en Aries simboliza el brusco saludo que dispensan las rocas Symplegades a los héroes. La paloma que guía el barco y ayuda a salvar el estrecho termina siendo las Pléyades. A la puesta, Virgo aparece por el Este, como Atlanta, dando muerte al jabalí.

Con el sol en Tauro se da fin a la primera parte del épico viaje. Se ha llegado a Colchis y la constelación de Perseo, sobre Tauro, representa a Aeetes, Algol a Medea y Aries al vellocino.

Con Géminis comienza el retorno al hogar de los héroes y con Leo, la nave Argo llega al estrecho de Mesina, donde sus tripulantes han de enfrentar a los monstruos Scylla y Chaybdis, a los que burlan con ayuda de las nereidas, representadas por las estrellas Híades.

El paso del sol por Virgo representa la visita a la hechicera Circe, representada por la estrella Spica.

Libra marca la unión entre Medea y Jasón, y Escorpio el calvario de los argonautas por el desierto.

Cuando el sol supera Escorpio y acaricia Sagitario, se da fin a la singular travesía.

viernes, julio 17, 2020

martes, julio 14, 2020

Guardia de literatura: reseña a «Sopa de miso», de Ryu Murakami

Título original: «In The Miso Soup»
EDITORIAL SEIX BARRAL SA, Barcelona
Primera edición: Septiembre de 2005
traducción del inglés: Javier Martínez de Pisón
ISBN: 84-322-9659-7
222 páginas
La trama oscura y criminal no es más que una excusa que emplea Ryu Murakami para observar con microscopio una muestra representativa de sociedad, entre los más bajos instintos. Mientras perfecciona la narración, Murakami se hace la pregunta de si uno es capaz de acallar ese mal y superarlo

Una búsqueda anodina y casual por Google me arrastró hasta la clasificación de las diez novelas japonesas mejor consideradas o más importantes de entre las publicadas durante las últimas décadas. No sé: tenía ganas de leer algo de allá una vez más. Sin que me motivara sorpresa alguna, varios títulos pertenecían al siempre incomprensible Haruki Murakami, ese escritor de quienes muchos, como quien no quiere la cosa, llevan pegados sus librazos al corazón como el Superpop o los dejan a la vista en la mesita de la terraza donde toman un piscolabis para mostrar (que no demostrar) al mundo que leen (otro tanto sucede con las obras de Gabriel García Márquez) (seguir leyendo)

lunes, julio 13, 2020

Cadáveres

Así, y no de otro modo, es como refiero aquellas líneas argumentales que, dirigidas a alcanzar una disparidad de objetivos (léase, un relato breve, un relato largo, una novela, un guión de cómic, etc.), terminan inacabadas en el fondo de un cajón o, en verdad, en un archivo dentro de una carpeta del explorador de Windows. Llevo años coleccionando estos cadáveres para mi más profunda frustración, frutos marchitos del tiempo transcurrido entre su inicio y su abandono; al fin y al cabo, prueba objetiva que demuestra, de forma férrea e irrefragable, la máxima que dejó impresa el maestro Stephen King en su mítica obra «Mientras escribo»: si en tres meses no has terminado tu línea, con su comienzo y su final, con su estructura básica -dejando para después las florituras y correcciones-, la historia “muere”.

No son sus palabras exactas, ni de lejos, pero sí el espíritu que encerraba la exposición de King, quien guía sin vacilación su martillo, golpeando con rudeza el yunque de todo autor, tanto consagrado como en ciernes, pasando por el que ni es lo uno ni lo otro, como el que suscribe (seguir leyendo)