Tú que tantas veces me envolviste en tus olas cuando estaba triste,
extrañando al amor que estaba lejos...
Tú que recibiste mis lágrimas confundiéndolas con las gotas que son tu esencia;
por ellas eres lo que eres...
Tú que brindaste paz y sosiego a mi espíritu andariego...
Tú que me enamoraste tantas veces, ocupando mi tiempo, robando mi tiempo,
enredándome en tu tiempo tan salvaje y desmedido...
He necesitado confundirme con tu cuerpo y acariciarte tantas veces,
en cada salto, en cada cielo, en cada luna reflejada en ti...
No dejes que los hombres te cambien de color y piensa que, cada vez que te visito,
me ilumino con estrellas de mar, con vida, e ilusión.
Nada peor que vivir alejada de la playa cuando uno/a ha nacido a orillas del mar ;-)
ResponderEliminarYa te digo, marae, no ha nada peor que eso. Aunque si se da el caso, siempre puedes hacer un encargo, como Pablo Neruda a su cartero, que le grabase los sonidos de las olas al chocar, las gaviotas...
ResponderEliminarGracias por subir a bordo :)
Preciosa poesía, Javier. Yo, que soy isleña, creo que no podría vivir sin el mar. Tendría que hacer como Neruda...
ResponderEliminarUn saludo. Ligia
Yo lo tengo difícil si me apartara del mar, al ser de puerto de mar, pero tu sí que lo pasarías mal, livaex
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar