Antes del día 24 de Diciembre ya
traspasó el umbral de mis pabellones auditivos una frase muy similar a la que sigue:
“Que Papa Noel sea generoso contigo” o algo así. Y, cómo no, este pasado 4 de
Enero se repitió el ritual pero sustituyendo al gordo de rojo por los Reyes
Magos.
Yo nunca tuve ni uno ni otros.
Cosas de haber nacido un día como el de san Sabino. Es más, nunca creí en la
existencia de los Reyes de Oriente, mas sí en la del ratoncito Pérez.
Extrañezas propias de una mente
infantil cuya fecha de caducidad hace mucho tiempo que se superó.
No sé cómo, pero tratando, sin
querer, este tema, siempre acabas asistiendo a un combate encarnizado, cuerpo a
cuerpo, entre Santa Claus (Van Damme) y los tres amigos que ahora vienen, al
parecer, de Andalucía. Lo peor es ya cuando se unen los gritos del supuesto
ateo por medalla que, arrastrado por su éxtasis o diarrea, raya la estupidez
más sacralizada proclamando que sus hijos no “recibirán” regalos de unos
individuos que aparecen nombrados en la Biblia (¡Vade retro…!). No obstante, no
alberga el más mínimo inconveniente en acudir al consumismo secular de nuestro
tiempo bajo la forma de un sonriente y barrigudo señor, vestido de color
carmesí gracias a la publicidad de cierta compañía de refrescos de cola que no
merece ni presentación ni susurrar su nombre a los menos avispados. Pero es
que... ¡Coño! Si Santa Claus, aka Papa Noel, es san Nicolás, una figura del
Cristianismo que no juega precisamente en la Tercera división de los santos (¡Ondiá! A
ver si desvelando este terrible secreto, la estoy cagando y para las Navidades
que vienen esos críos se van a quedar sin nada...).
Hasta estirando el tema y
llegando a mi tierra, el Olentxaro era quien vino de las montañas para anunciar
a las gentes de los valles la llegada de Kixmi, es decir, Jesucristo.
Pero no estoy aquí para dirigir
ninguna perorata sobre gustos, disgustos, religiones o regalos... bueno,
pensándolo bien, al final hablaré de todo menos de religión, ya que en estas
fechas me ha rondado con insistencia la frase que dijo aquel de “más vale que
te regalen una serie (de TV) que una colonia chunga.” Ante tal inexpugnable
afirmación he pensado: “¡Oh, sí! Ya lo creo, pero si es para que algún gracioso
se le ocurra endosarte material vomitable como el DVD de la temporada que sea
de “El Barco”, mejor nada. Así seré más feliz.”
Antes de la Nochebuena de 2012,
me vi de nuevo, arrastrado (penitencia) hasta el “Carrefú” de la localidad y,
entre el barullo generalizado, luces enfermizas, ausencia injustificada de
mozas ofreciendo muestras gratuitas de lo que sea y una mezcla insoportable de
olores de comida con cremas faciales y ropas en las que el algodón brilla por
su ausencia, termino con el carrito en la sección de perfumería para hombre,
donde destacan, cuan pendones, las “fragancias” del imperio del amigo Hugh
Hefner. Ahí mismo, me topo con la última, la del anuncio del pavo en la
limusina que se llena de cachondas. Igual os creéis que formo parte del gremio
de papanatas que compraban compulsivamente desodorante AXE porque estaban
convencidos de que las mujeres iban a salir corriendo tras ellos (más bien,
delante, diría yo)... Erráis, camaradas. Aunque reconozco sin vergüenza, torera
o no, que conocí a varios de estos extraños especímenes dignos de ocupar vitrinas
en museos.
Bueno. A lo que iba. Impelido por
la simple curiosidad (o esperando a que una miríada de bombones enfundados en
ajustados trajes de conejita, bamboleando sus “pechis” al son de su carrera
sobre tacones de aguja, apareciera a mi espalda...xD), me hice con el botecillo
de muestra y... ¡AY! ¡INSENSATO! ¡MASTUERZO!... Accioné el mecanismo del spray
sobre mi mano... Brotó un “aroma” que, aunque no... Vamos. Distaba muchísimo de
ser agradable y, menos aún, soportable, tardando encima horas en desaparecer.
Sr. Hefner. Un consejo: debería,
como otros muchos, saber donde pone el nombre, por que ese olor espanta hasta a
los insectos. Es más, si fuera más económico, lo adquiriría como matamoscas.
No voy a olvidar que me debe unas
cuantas conejitas, Sr.,... Lo tengo en mi lista negra. Aunque no me haya gastado ni un solo céntimo...
Hasta aquí esta reflexión
desconsolada y guasona, camaradas xD.
Cuidado con esas colonias que
habrán acabado en vuestro poder estos días...
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