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El barco de la «Armada Invencible», hallado en la Ría de Ferrol, ganó contra el pirata Drake su última batalla, después de naufragar
La aparición esta semana en la Ría de Ferrol de los restos de una galeaza hundida en 1588, «La Ragazzona» (una de las más grandes naves de la Gran Armada, la mal llamada Armada Invencible) ha puesto de actualidad uno de los episodios más épicos de nuestra historia. Aquel año, Felipe II intenta derrocar a la Reina protestante de Inglaterra, Isabel I, con un ambicioso plan combinado:desembarco anfibio de los Tercios de Flandes, 30.000 hombres desde los Países Bajos, coincidiendo con la llegada de una Armada colosal desde la península.
Desgraciadamente todo falló. Pero embarquémonos en «La Ragazzona» (la «muchachona») y vivamos de primera mano todaaquella triste aventura. Aquí contaremos la historia más completa disponible de la nave capitana de la flota levantina, porque tenemos la fortuna de tener al mejor guía, el contraalmirante José Ignacio González-Aller Hierro, quien ha leído y transcrito durante las últimas décadas todos los documentos históricos relativos a aquella empresa.
Dios de su lado
¿Por qué falló todo el plan, si Felipe II creía que Dios estaba de su lado? Mensajes que no llegaron, tempestades, falta de coordinación, además de la agresiva respuesta del inglés; y más tarde el durísimo regreso por los confines del mar del norte y la costa de Irlanda, azotada por pavorosas galernas. Todo ello resultó ser el final de un sueño, y del empeño del Rey, que por supuesto empujó a infernales costas a buena parte de la flota que fue dejando a su paso un reguero herrumbroso de sufrimiento, naufragios, batallas, hambre y privaciones.
El corpus documental de la época publicado por González Aller se llama«La batalla de la mar oceana», y es un mar de datos históricos, que transcribe ordenadamente todo lo procedente de los distintos archivos españoles. Los mejores manuales sobre este episodio, sin excepción, han utilizado esa impresionante montaña de palabras escritas con salitre y sangre hace más de 400 años y que hoy vamos a paladear. Pasen y lean la aventura.
Capitana de la escuadra de Levante
El barco que hoy asoma sus cañones como colmillos fantasmales en medio de las turbias aguas de Ferrol se llamaba también «La Regazona», y era la capitana de la escuadra de Levante de la armada de 1588. El contraalmirante González-Aller nos dice que su origeny construcción «eran venecianos; era un buen buque y bien marinado, era de los mejores navíos y más bien armados de las escuadras concentradas en Lisboa en mayo de 1588, y dispuestas por Felipe II» después de mucho esfuerzo y gastos importantes para las arcas reales. Y también muchos retrasos, por la muerte de Álvaro de Bazán, por el nombramiento del duque de Medina Sidonia, Alfonso Pérez de Guzmán, hombre sin la experiencia necesaria que se pasó meses tratando de dimitir, provocando la ira del Rey Prudente».
Dice González-Aller: «Según Cristóbal de Barros 'La Regazona' tenía de porte 1.067 toneladas y tres cuartos, con unas dimensiones de eslora, 59 codos; manga, 21 codos y 1/6; puntal, 12 codos. En la jornada de 1588 debió montar las 32 piezas de artillería de bronce, que tenía al ser embargada. Entre otras armas y municiones que recibió en Lisboa figuraba un cañón de batir, fundición de Alemania por Gregorio Loeffer Agustanus en la época del emperador Carlos V, de 52 quintales de peso para tirar pelotas de hierro de 40 libras y dos encabalgamientos de campaña. Además embarcó posteriormente dos cañones, también de batir, de más de 50 quintales de peso procedentes de la nave 'La Juliana'.»
Más datos de matrícula: «Su dueño era Jácome Regazona y estaba al mando del capitán y maestre Santo Corzo. La dotación en Lisboa se componía de 80 marineros; y 344 soldados de infantería (134 de la compañía dePedro Camacho, 76 de la de Francisco de Céspedes y 134 de la de Pedro Sandoval Ponce de León).»
Sea como fuere, 'La Ragazzona' llegó a Lisboa procedente de Alicante y otros puertos el primero de febrero de 1588 «cargada de vinos de Candía y malvasía. Allí fue embargada de nuevo por el proveedor general Francisco Duarte el 16 del mismo mes para ser agregada a la armada como capitana de las levantiscas».
Un temporal dispersa a los nuestros
En Lisboa se incorpora a la Armada del duque de Medina Sidonia. Pero ya hubo mal arranque: La Regazona siguió los movimientos del galeón San Martín desde la salida de Lisboa el 30 de mayo de 1588 hasta que un temporal dispersó las escuadras del 18 y 19 de junio. Llevaría mucho tiempo reunir la flota de nuevo. «El día 24 la galeaza ya había tomado el puerto de La Coruña. Una vez reaprovisionada de bastimentos y aguada salió a la mar el 22 de julio con el resto de la armada».
Fuego y escarceos en la costa británica
«Alcanzada la costa británica, y tras los primeros encuentros con la flota inglesa del día 31 de julio, al amanecer del 2 de agosto, a eso de las 05.00 horas saltó viento escaso del NE y la armada, situada a la altura de Portland, se encontraba a barlovento de la inglesa», nos recuerda González-Aller. Escuchemos el sabroso relato de un marino: «Howard trató entonces de doblar la armada por el norte y arrumbó al NW ciñendo el viento todo lo que podía, acercándose a la costa. Medina Sidonia se hallaba en este momento con las galeazas en vanguardia y acompañado por varios navíos. Para atajar las intenciones de Howard y mantener el barlovento, el Duque puso también proa hacia tierra, seguido por otros navíos de la armada, aunque un tanto alejados. Al observar Howard lo inútil de la maniobra de doblar a los españoles arrimado a tierra, viró por avante con el Ark y arrumbó hacia el SSE o el sur seguido por unos quince navíos en total, posiblemente para volver a ganar el barlovento (luchar con el viento a favor) a los españoles por la banda de la mar de la armada. La maniobra fue observada por el general español, el cual viró a babor para impedir las intenciones del Almirante, lo que provocó el contacto artillero entre ambas formaciones».
La Regazona en el primer primer combate
«Con su movimiento, el grupo de Howard quedó más cerca de la retaguardia de Alonso de Leyva, que del propio San Martín. De esta forma, las primeras naves en combatir a los ingleses fueron las levantiscas de Martín de Bertendona y los galeones de Portugal que acababa de asignar el Duque como refuerzo de Leyva. En este duelo artillero generalizado se distinguió, entre otras naves La Regazonade Bertendona».
«Como siempre, los navíos españoles intentaban inútilmente llegar al abordaje, pero los ingleses, muy maniobreros, mantenían la distancia y rehusaban llegar al alcance del tiro de mosquete. Martín de Bertendona acometió al Ark Royal, capitana de Howard, hasta llegar bien cerca, aunque el inglés se zafó del ataque con soltura dándole la popa. El fuego por ambas partes fue muy vivo, siendo grande el consumo de municiones, sobre todo por parte británica por su mayor rapidez en la recarga y disparo de la artillería. Sin embargo, no existe constancia de averías o bajas notables en ambos contendientes», reflexiona el contraalmirante.
Días más tarde, tras el episodio de los brulotes incendiados que fueron lanzados en Calais contra la armada la noche del 7 al 8 de agosto, «avanzada la mañana de este último día, unescuadrón inglés a cargo de Henry Seymour a bordo del Rainbow, acompañado por el Vanguard de William Winter, el Antelope de Henry Palmer y otros se dirigieron hacia el ala de estribor de la retaguardia española para combatir los navíos que se iban quedando rezagados, alcanzándolos entre las 09.00 y 10.00 horas, a la altura de Gravelinas».
Mas de 500 proyectiles
Rodearon estos navíos atrasados, cuya identidad se desconoce – posiblemente el galeón San Cristóbal, La Regazona de Bertendona, el galeón San Juan y la nave San Juan de Sicilia – sometiéndolos a un fuerte cañoneo. Sólo el Vanguard disparó 500 proyectiles a distancias que llegaban al alcance de la mosquetería y arcabucería e incluso menores, lo que permitió estar a la voz entre los barcos. Con este procedimiento que duró casi seis horas, los ingleses causaron daños a tres de los navíos españoles no obstante su fuerte resistencia. Según el embajador Hierónimo Lippomano, el Duque comunicó a Su Majestad que La Regazona había combatido muy bien en la acción del 8 de agosto.
Regreso por el mar del Norte
En la Grande y Felicísima Armada hay cientos de historias cruzadas. Entre las de mayor patetismo figuran las singladuras de los días pasados mientras bordeaban la costa escocesa e irlandesa, donde tantas naves naufragaron y donde, según se dice, los náufragos españoles introdujeron la patata, además de recibir el auxilio de los católicos irlandeses.
Como todas sus compañeras, nuestro barco pasó las de caín en el viaje de vuelta: «Emprendió el regreso a España manteniendo la conserva del galeón San Martín hasta apartarse del grueso de la armada el 2 de septiembre. La nave arribó a Muros (Galicia) el 10 de octubre muy destrozada y la gente con muchas necesidades. Estando surta en este puerto, Martín de Bertendona,contra su propia voluntad y la del capitán y piloto de la nave partió de allí el 4 de diciembre para trasladarla a La Coruña en cumplimiento de las órdenes del marqués de Cerralbo, gobernador de Galicia. El día 6 con mal tiempo perdió dos anclas al fondearsobre las islas Sisargas; logró levar a duras penas gracias a la ayuda de dos pinazas vizcaínas, y el 7, muy tarde, estaba ya en medio del puerto de destino», nos recuerda González-Aller.
En Ferrol, con luz de luna
El viento impedía tomar puerto ni tan siquiera con el auxilio de las galeras Diana y Princesa. «A las once de la noche cargó el tiempo tanto que corrió riesgo de ir sobre unas peñas. Con esfuerzos Bertendona libró el peligro y a las tres de la madrugada del día 8 de diciembre lograba entrar en Ferrol “con una poquita claridad de la luna.” Una vez dentro de la ría varó a causa del fuerte viento y falta de anclas. Tan sólo los marinos que han barajado aquellas costas y entrado en Ferrol de noche con temporal deshecho del sudoeste pueden apreciar el mérito de aquellos hombres de mar del siglo XVI».
Su útima batalla
Y acaba el relato del contraalmirante: «La Regazona quedó adrizada y con esperanzas de una posible recuperación, pero al dar a la banda fueron inútiles los esfuerzos realizados para sacarla en las mareas vivas.» Se hundió. Y unos arqueólogos dicen que han encontrado sus restos. En los viejos documentos de los archivos se dice, sin embargo que antes de perder el barco, «se pudieron salvar la artillería, parte de los bastimentos y municiones. Una vez finalizadas las obras del fuerte de la isla de San Antón (La Coruña), se montó en él la artillería gruesa procedente de la nave, justo a tiempo para poderla emplear eficazmente contribuyendo al fracaso del ataque inglés de Norris y Drake en mayo de 1589.»
Así fue como «La Ragazzona» o Regazona ganó su última batalla después de muerta, o de hundida, pues su fuego rechazó al famosopirata inglés Sir Francis Drake. Porque cabe recordar que ni el fracaso de esta Grande y Felicísima Armada fue una victoria inglesa, ni las flotas que Isabel I y Felipe II fueron enviándose determinaron la hegemonía entre las dos naciones.
FARO DE VIGO
15.03.2013 | 08:27
RAMÓN PATIÑO* Las condiciones marítimas de la ría de Vigo siempre fueron reconocidas por los marinos españoles y extranjeros. Nuestras aguas fueron navegadas por embarcaciones prerromanas, navíos gaditanos y púnicos que dejaron su impronta en lugares como la isla de Toralla y la Punta do Muiño, en Alcabre. En sus orillas existen numerosos asentamientos romanos relacionados con la explotación pesquera. Y posteriormente, los ingleses y los berberiscos utilizaron frecuentemente las islas Cíes para recalar, reparar sus navíos y aguar.
De ahí que no fuera una casualidad que la flota de la Carrera de Indias de 1702 intentase salvaguardarse en la Ría de Vigo. Sus condiciones ya eran conocidas entonces. Las cartas náuticas inglesas de la época recogían, desde hacía mucho tiempo atrás y de manera muy precisa, esta parte de las costas gallegas. Pero lo que también recogían era la falta de defensas de entidad, lo que les permitió emprender numerosos ataques a las poblaciones costeras, como las famosas dirigidas por el pirata Drake, y la utilización de las islas como si fueran propias. Ello todo fue facilitado por la desidia de la Monarquía Española que centraba sus esfuerzos defensivos en la zona sur de la península ibérica. Las villas de la Ría no estaban preparadas para la defensa y sí, por el contrario, estaban acostumbradas a las visitas destructoras de flotas extranjeras.
La invasión napoleónica de España trajo consecuencias muy interesantes para la ría de Vigo. A partir de la derrota de Trafalgar en 1805, el poderío naval español quedó muy mermado. Y se temió que los ataques ocasionales de los navíos ingleses, que hasta ese momento se realizaban con cierta periodicidad, se transformaran en una invasión en toda regla.
La reconstrucción de la Armada se hacía necesaria no solo para defender las costas patrias sino también para mantener abiertas las comunicaciones con las colonias americanas. Entonces se pretende acelerar la construcción de navíos, utilizando los árboles de las dehesas reales, y se vuelven a plantear diferentes proyectos para la defensa de la costa gallega.
El Consejo de Regencia, recordemos que el rey Carlos IV y su heredero Fernando estaban retenidos en Francia, se plantea la defensa del Reino, no solo contra los enemigos tradicionales sino también para prever que los liberales, apoyados por Inglaterra, puedan instalarse en esta parte del territorio español.
En 1810, poco después de la expulsión de los franceses de la villa de Vigo, varios proyectos ven la luz. Se elabora un proyecto de arsenal en las islas Cíes. El capitán de navío e ingeniero D. Timoteo Roch proyecta una estructura simétrica, marítima y terrestre, con dársenas protegidas por espigones, en las que incluye gradas de construcción naval. En los espigones y en las zonas altas del complejo se establecerían baterías para proteger todo el complejo. Fue un proyecto demasiado ambicioso.
En las mismas fechas el ingeniero José Muller propone la creación de una base naval en la Ría de Vigo, incluyendo no solo el reforzamiento de la propia villa sino también la fortificación de las islas Cíes. Para esto se le encarga al Mariscal de Campo, Don Felipe de Paz, director inspector del Real Cuerpo de Ingenieros, que organice este trabajo en las islas. Como publicó ayer FARO en un artículo ilustrado con mapas inéditos, en julio de dicho año De Paz remite su proyecto que incluye la instalación de baterías en diferentes puntos de las islas y sus correspondientes cuarteles para salvaguardar la ensenada comprendida entre la isla de S. Martín y la isla de San Esteban, y para transformar el Lago dos Nenos, en zona de fondeo de embarcaciones menores. Es un proyecto global, que considera las islas independientemente. En cada una de ellas se establecerían baterías, cuarteles y zonas habilitadas para soportar la población que acompañaría a los cuerpos expedicionarios. Y al mismo tiempo podrían auxiliarse entre ellas cuando fueran atacadas. Propone la construcción de fortines de mampostería y la utilización de las rocas graníticas existentes, fáciles de labrar, lo que considera una gran ventaja.
De todo ello pocas cosas se realizaron. En concreto, sobre los cimientos del convento de la isla de S. Esteban se levantó un almacén-cuartel para un pequeño contingente, que ejercía labores de vigilancia más que de defensa. Estos trabajos parece que se complementaron con defensas de carácter provisional, construidas con madera, que provocó la protesta de los lugareños que participaron en el acarreo de los árboles, que no cobraron por su trabajo.
En la isla Sur no se tiene constancia de instalaciones militares, aunque la zona donde se aconsejaba la instalación de una de las baterías y sus cuarteles, para defender la playa de S. Martín y el fondeadero, fue donde posteriormente, en 1837, se construyó una fábrica conservera por parte de Don Ramón Buch.
El proyecto de Felipe de Paz, incluye una descripción muy interesante de las islas, aunque se centra en la de S. Martín y en la de S. Esteban. Describe con bastante detenimiento la orografía del terreno y las condiciones que facilitarían la subsistencia de los asentamientos proyectados. Recoge la abundancia de agua, lo que contrasta con la actualidad. En la isla Sur describe la existencia de un riachuelo que discurría por la vaguada central, que divide la isla en dos, con agua hasta en el verano y destaca una fuente en la ensenada de Hornos, hacia el Sur, con agua muy buena "que nunca hace daño por mucha que se beba", según le comentan los que recorren estos parajes.
Desde muy pronto hubo ingenieros y militares que proyectaron poner solución a la protección de la ría, fortificando las islas Cíes, con baterías en el canal Norte frente a cabo de Home, y en el canal Sur, frente a Monte Ferro. Lo que tampoco se llevó a cabo por el coste económico. Luego se pretendió cerrar la Ría entre Punta Balea y Alcabre con dos baterías, para finalmente limitarse a proteger la villa de Vigo y crear alguna zona de protección en Ríos, tras el monte de la Guía.
Proyectos e intentos que no fructificaron, en primer lugar por cuestiones económicas, y en segundo lugar porque asuntos de geopolítica restaban importancia a las costas del noroeste peninsular.
*Arqueólogo e historiador, autor, entre otros libros, de "Historia de las islas Cíes" y, junto a Miguel González Fernández, de "Crónicas históricas de las islas Cíes"
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