martes, marzo 19, 2013

Guardia de literatura: reseña a “El misterio de Salem’s Lot”, de Stephen King

“Ben Mears regresa al pueblo donde pasó cierto momento de su infancia y donde conoció el terror. Se atrevió a entrar en la vieja casa de los Marsten y vio el fantasma del dueño, ahorcado en su propia habitación. Sugestión, seguramente, pero la imagen le acompañará para toda la vida, igual que la muerte de su novia en un accidente del motocicleta.

Regresa a Jerusalem’s Lot, o Salem’s Lot o, directamente, Solar, para enfrentarse a esos demonios, mientras comienza a escribir su nueva novela. Es un escritor de poca monta, pero conocido, lo suficiente como para no ser un completo extraño en un pueblo lleno de gente recelosa o amable a la sombra de una casa maldita, y de los escombros aún visibles del gran incendio de 1951.

La vida se desarrolla normalmente, con miradas suspicaces hacia el nuevo y extravagante recién llegado, pero no será el único visitante que llega ese año con la intención de quedarse. Una pareja de tipos extraños, Straker y Barlow, abre una tienda de antigüedades y, lo más curioso del tema, se instalan en la casa de los Marsten, que llevaba décadas abandonada.

Todo comienza cuando una noche, los hermanos Glick cogen un atajo por el bosque que nunca debieron tomar para ir a casa de Mark Petrie para admirar su colección de muñecos de monstruos de la Hammer. En la oscuridad serán las primeras víctimas de un monstruo mucho más real y temible.”

Esta podría ser una sinopsis de portada bastante orientativa y sin pretender desentrañar mucho; pero vayamos a lo nuestro, que es hablar de “El misterio de Salem’s Lot.”

Llevaba bastante tiempo debiéndoos una crítica sobre esta novela, pero como ya os adelanté cuando reseñé “Los Tommyknockers”, esta obra vampírica es uno de los trabajos de Stephen King que hay que leer una tarde desapacible de invierno en un rincón del salón, en la penumbra, con la única tranquilidad de una débil luz sobre sus páginas. De todo lo que he leído sobre el amigo de Bangor, ésta es, sin duda, la historia con la que he disfrutado más pasándolo mal, pasando miedo, casi como lo diría J. J. Plans, aunque a nivel de conjunto no es que sea muy original y sufre de un final un tanto precipitado en mi opinión. A fin de cuentas es una adaptación a uno de sus “pueblecitos” de Maine de la magna “Drácula” de Bram Stoker, apartando a Harker como protagonista, siendo sustituido por un Arthur Holmwood, que hace las veces de alter ego del propio King.

Me encantan las historias de vampiros, las tenebrosas, no esas fantasmadas para adolescentes piñaformes y bajos desatornillados (a ver, chicas, ¿me podéis decir cómo a vuestro Eduard se "la levanta"?) y King se unió a las tinieblas vampíricas en su momento y le ha dado una vuelta de tuerca más con su participación en el cómic “American Vampire”, que un día os traeré a ENMP si los céfiros nos son favorables. Me gusta mucho el mito, pero nunca he sentido la oscuridad y el terror como con este libro. Quizá el haber estado a oscuras en la fría inmensidad me haya autosugestionado hasta el punto de dudar a la hora de apagar la lámpara. ¡Qué estupidez!… O, quizá no... Hay escenas en esas páginas como cuando los de la mudanza llevan las cajas de Barlow, el recién llegado, al sótano de la casa maldita de los Marsten; los ojos abiertos del niño Danny Glick traspasando la tapa de su ataúd, tierra y la mente del enterrador; cuando Mears y Cody están en el tanatorio con el cadáver de la señora Glick que... Jo...! Y así otras tantas en las que el corazón se estremece o se detiene casi por completo. Sin duda es una obra maestra del terror, mas de originalidad cojea al verse demasiados paralelismos con “Drácula”, obra a la que se hace constantes y explícitas referencias cada dos por tres.

Además, ya se comienzan a dar notas básicas de narración que serían una constante en posteriores libros como los ya comentados “LosTommyknockers” o “La tienda” y que en no poco momentos resultan confusas por la prolijidad de personajes que aparecen para desaparecer y reaparecer cientos de páginas después para sólo ocupar una línea, algo que te deja con la pregunta de “¿quién narices es este tío?” Por si esto fuera poco, hay protagonistas que se esfuman para no saberse nada más de ellos, cogen un autobús y muy buenas.

Nuevamente crea un pueblo con su propia Geografía e Historia haciéndolo real, pero, como en la historia de Bobby Anderson y sus colegas espaciales, lo deja inservible para un futuro, además de condenarlo a una conversión total. Un limbo en medio de Maine.

Lo peor para mí son los compases finales, que no son muy creíbles y que acusan cierta rapidez y falta de lógica. Así nos encontramos con una localidad infestada por cientos de vampiros que en el año que transcurre desde el suceso álgido y el retorno de los dos protagonistas, diríamos, principales, casi ni se hacen notar.

Y lo mejor, sin duda, el hálito maligno de la casa Marsten, que domina todo Salem’s Lot, así como la figura del propio Barlow, un vampiro con unas notas de crueldad e ironía espectaculares, a lo que une cierta pizca de la sexualidad propia de estos seres.

Con sus grandes puntos a favor (y también en contra), creo que es una obra maestra del género.

Ahora tengo mi mira puesta en “Cementerio de animales.”

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