Su
suerte me resulta indiferente y este campo no se presta para mi escasa elocuencia
y para sentar, mucho menos, una invencible
defensa de su persona entre autos y oscuros recovecos de resoluciones
judiciales que ni me he molestado en ojear. Esa es una labor encomendada a su
abogado, que para algo se estará dorando pies, manos y bolsillos. Pero, al
final, por mucho que uno se resista, no es de piedra y siente cómo la paciencia
se le agota de simple irritación; le es ya imposible hacer oídos sordos y ojos
ciegos al analfabetismo crónico y mendaz de los mentideros de nuestra nación,
alimentados por piojosos que se ríen las estupideces los unos a los otros. Tertulianos
de televisión, banco o cafetería. ¡Todos! Arreglamundos incapaces de colocar
una bombilla y que no dudan en abrir la boca hasta descoyuntarse ante la basura
que escupen periódicos, telediarios, “entendidos” y otros medios aún menos
dignos… De la mano de periodistas y “periodistas” que saben tanto de Derecho
como yo de Periodismo.
Ya
está bien de esta burla diaria, propia del más inútil y desvergonzado
populacho, ilustre reflejo de un sentir que me ruboriza día sí y día también,
con sus chistes fáciles sin saber si Urdangarín es culpable o no, por el simple
hecho de que para él ya es culpable al 100%.
Como
ya he dicho, voy a romper una pica, pero, ¡vive Dios!, que no es por defender
la inocencia de Urdangarín, simplemente para recordar (o descubrir) a muchos
unos principios que son propios de lo que se llama Justicia.
Este
muchacho, señor…, por ser familia política de quien es, ya ha sido juzgado por
la ilustrada marea popular, en su sabia y divina falta de luces. De poco le
sirven ya la parcialidad de los tribunales, las pruebas que pueblan las
diligencias, los testimonios… Si resulta declarado culpable, que al final es
cierto que se llevaba la pasta a puñados (seguro que menos que otros tantos que
se pasean entre bambalinas, con identidades bien conocidas, y merecedores del
pertinente escándalo aunque no nos interesa tanto su sangre adornando el
patíbulo), el Monstruo del Pueblo exclamará jactancioso: “¡Ya sabía yo que era
un ladrón!” Y lo hará mientras se apoya en la barra y se bebe de un trago el
carajillo, deleitándose con el placer de notar como su seboso trasero desborda
el taburete.
Si
resulta que Urdangarín es declarado inocente, el Monstruo hará rozar, como si
fueran dos placas tectónicas enemigas, la tela del pantalón contra su asiento
y, fingiendo indignación sin medida, escupirá a los cuatro vientos: “¡Claro,
como es el yerno del rey…! ¡No hay Justicia!” Incluso es posible que, embargado
por la nostalgia de lo desconocido o reproducido utópica y falsamente, con el puño en alto, querrá declarar un 14 de
Abril.
¿Es
que nadie se da cuenta de lo que se escucha en la calle y se lee en los foros?
¿Del nivel de gañanería y neandertalidad en su peor concepción que destila la
pobredumbre?
Es
aberrante. Un insulto al Estado de Derecho y las normas sociales más básicas.
¿Por
qué no legalizamos ya el linchamiento público?
¡Unámonos
a la Justicia de verdad como talibanes!
¡Nombremos
a Jorge Javier Vázquez magistrado del Tribunal Supremo!
¡Viva!
Me
da igual si se llama Urdangarín o Pepito Grillo. No es la primera vez –y temo
que tampoco la última-, que en redes sociales o terrazas nos valemos de
nuestros bien aprendidos derechos a despellejar, juzgar y condenar sin ojos
(por los siglos de los siglos, amén), a todo bicho viviente y si es para
regocijarnos en nuestra propia ineptitud, estupidez, falta de decoro y cultura
(es decir, nuestra mierda), mejor que mejor.
Como
los acontecimientos tienden a precipitarse, y aún siendo yo un pésimo profesor
de Derecho (¡válgame Dios!) y mi “cátedra” tiene menos peso que una polilla, la
pica la termino de romper lo hago ilustrando a quien quiera que todas esas
noticias que tanto nos embargan y emocionan, con mails empalmados y otras
bobadas y payasadas, se centran en unas Diligencias Previas de un Juzgado de
Instrucción, el cual no está enjuiciando ni enjuiciará a nadie, ni a
Urdangarín, ni a su colega, ni al señor de mantenimiento del Instituto Noos si
fuera preciso. Es una investigación sobre unos supuestos hechos delictivos cuya
autoría podría ser, aún no, atribuida a este hombre que mejor
habría hecho empleando el tiempo libre a la vida contemplativa. Está imputado,
algo muy diferente de estar acusado y, por supuesto, condenado.
Repasemos
los conceptos:
Indicar que no todo detenido es
imputado; ni que todo imputado es acusado; ni que todo acusado es condenado o
culpable.
Imputado es la persona
sobre la que versa la investigación que dirige el Juez Instructor, cuyo objeto
es determinar si hay base para sostener una futura acusación por la existencia
de un presunto hecho punible.
Una
vez concluida la fase procesal de Diligencias, podremos hablar de acusados, si
los hay, claro. Urdangarín sería acusado
únicamente cuando se haya determinado objetivamente la base de una acusación y
es cuando el Ministerio fiscal y/o la acusación particular solicitan la
apertura del Juicio Oral mediante la presentación del escrito de acusación o
del de calificación, según el procedimiento a optar. Se le presume, con la
base de la Diligencia, que es supuesto autor de un supuesto delito.
Y condenado, obvio está, es aquel que
tras la práctica de la prueba en Vista, conclusiones y demás, es declarado
autor de un delito mediante sentencia a dictar por el Juez de lo Penal (no por
el de Instrucción).
Resaltar
que como buen Juez de Instrucción que es D. José Castro, cuyo lenguaje corporal
que tan solo dice a gritos: “¡Con esto me jubilo a lo grande!”, se dedica a
recoger pruebas dudosas a diestro y siniestro, a dictar autos como si friera
churros y a levantar polvareda como sabueso de cercenado olfato pero provisto
de ametralladora M-60 para jugar al tiro pichón.
¿Volveremos
a presenciar la declaración de nulidad de los Autos por un involuntario (motivado
por las prisas y por la falta de diligencia “perdonable” a los togados) error
judicial, algo tan común entre los jueces instructores “estrella (-dos)”, por
vulneración sangrante del art. 24 de la Constitución y de todo lo que emana del
mismo?
Y
no, el Sr. Castro no va a juzgar a Urdangarín, lo cual es un alivio para
aquellos iniciados con algo de honestidad aún en la pechera, y que vemos con
horror actos cotidianos de, por ejemplo, prevaricación en el “Sector”. No os
podéis imaginar lo que hay que callar como putas, no vaya a ser que acabemos en
la Lista Negra de alguien hasta que blanqueen nuestros bonitos huesos.
Señores,
hasta es posible que el Ministerio fiscal ni acuse a esas personas que en
nuestros ratos libres y “muros” hemos (pre-)juzgado y condenado de forma
irrazonada porque son nuestros “enemigos naturales”, esos a los que hemos elegido
para odiar porque han conseguido lo que deseamos, pero que han cometido el
error de haber sido desenmascarados (a nuestros ojos, porque el principio de
presunción de inocencia se mantiene hasta el momento de la sentencia
condenatoria).
Porque
somos (¿hago bien incluyéndome al no comulgar con esta idea?) portaestandartes
de esa enseña tricolor, de una muchacha de gorro frigio que no acaba siendo más
que una ramera. Abanderados dentudos y gritones contra la clase política, pero
deseando que haya más políticos corruptos que nos mangoneen.
¡Abajo
la clase política de este país (¡pero si el Rey no es un político! ¡Ahí va!)!
¡Abajo
este sistema injusto (para aquello que nos contradiga)!
Sí,
seguro que con una República bananera, digna de nuestra sociedad bananera,
tendríamos unos políticos sin corruptela, como unos ciudadanos sin mácula,
¿verdad?
Nuevo
Estado, nueva Legislación, nueva Justicia de salón sin el menor atisbo de
presunción de inocencia.
¡Viva
la pantomima!
Y sigamos
haciendo lo mismo con todos hasta que nos convirtamos en leales, repetitivos y
manejables puritanos de Salem…, pero, ¡pardiez!, si ya lo somos, de toda la
vida, oiga; y así seguiremos mientras no se instruya al ciudadano medio (en
esta materia nunca ha habido recortes porque nunca ha habido recursos) de la
existencia de Derechos para todos.
Pero
antes igual habría que informarles de que, por ejemplo, los abogados del Turno
de oficio no son manzanitos recién salidos de la facultad o funcionarios; que
el secretario judicial no es quien le coge las citas y las llamadas al Sr. Juez
o que, por desgracia, las sentencias tienen valor, no son papeles sin mérito
escritos por alguien vestido de cuervo.
Y también,
que todos somos corruptos. ¡TODOS! Venga, que levante la mano quien no ha
ocultado bienes, ha pagado en negro a la chacha, ha tratado de evadir impuestos,
ha estafado al sistema social mintiendo, se ha burlado de la Justicia…
¿Cuántos
hay que se creen que todos están a su servicio y que ellos son los amos por el
simple hecho (privilegio) de existir?
Curioso
es que no son políticos, sino tu vecino o tú mismo.
Si
tenemos unas cúpulas corruptas es porque es el fiel reflejo de una sociedad
corrupta y mezquina. Todo derecho y ninguna obligación. Estúpidos y analfabetos
primarios que desconocen lo más mínimo para considerarse civilización.
Al
final es posible que mi pica, más que romperse, se haya marchitado por
disfunción eréctil, ¿quién sabe?, pero me doy por satisfecho por estas palabras
recitadas en el desierto. Hay que confiar más en el pensamiento que en la
lengua. Así espero que muchos dejen de ocupar molestamente mis oídos y
pantalla, que callen y parezcan bobos, que no abran la boca para confirmarlo.
Quizá
el más estúpido haya sido yo por hablar, pero, por favor, nunca está de más
leerse los fundamentos de nuestra Justicia y dejar de decir memeces.
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