lunes, febrero 10, 2014

10 de Febrero de 2014

ABC


El primer destructor del escudo antimisiles de la OTAN llega el martes a la base naval

La guía explica a los nuevos 'roteños' que en España no se come mientras se camina

También les dice que las camas y los coches son más pequeños que los de EEUU

La ciudad confía en que el escudo antimisiles reactive la economía local

ISABEL LAGUNA (Rota - EFE)

Actualizado: 09/02/2014 17:45 horas

A los 3.000 estadounidenses que se mudarán a Rota con el escudo antimisiles de la OTAN no les costará mucho adaptarse a un pueblo marcado por sesenta años de convivencia con su cultura, pero sí deberán afrontar ciertas diferencias, como que aquí raramente se come mientras se camina.

Ésa es una de las advertencias que los estadounidenses ofrecen en una guía para facilitar la integración a esta nueva comunidad que se incorporará a la vida en Rota y sus aledaños a partir del próximo martes, cuando llega el primer destructor con sus más de trescientos tripulantes y cuyas familias, en su mayor parte, se trasladarán en verano.

Entre otros consejos se les explica que será mejor olvidarse aquí de las camas king size porque las habitaciones y puertas son más pequeñas y también de los grandes coches a los que están acostumbrados y que en España no cabrían en la mayoría de los aparcamientos ni por las estrechas calles de muchos pueblos andaluces.

Sobre las costumbres, se les advierte de que los españoles son más "conservadores" en la forma de vestir, que "raramente" se alimentan o beben mientras caminan y que comen la pizza "con cuchillo y tenedor".

Pero al margen de esas pequeñas anotaciones no encontrarán apenas dificultades porque dentro de la base naval, de uso conjunto con Estados Unidos desde hace sesenta años, encontrarán una "pequeña América", con todo tipo de servicios para que se sientan como en casa.

Y fuera, un pueblo que ha desarrollado "un modelo de convivencia" y cierto toque "cosmopolita", según la alcaldesa de Rota, Eva Corrales.

Reactivar la economía local

Como ella, la mayoría de los vecinos aguardan que la llegada de este contingente reactive los negocios de un pueblo cuya economía, según el sector empresarial, depende casi en un 40 por ciento de la base, en la que trabajan ahora casi mil civiles.

El alquiler de casas es uno de los negocios que ya se han movido. Sus propietarios saben que, dependiendo de los galones, los militares pueden pagar entre 1.000 y 1.800 euros mensuales, una renta muy superior a la habitual en la zona. Por eso ahora se afanan en adecentar las viviendas al gusto y las necesidades de su posibles inquilinos.

"Su principal preocupación es la seguridad", explica la alcaldesa de este pueblo de unos 30.000 habitantes y que ha puesto en marcha la oficina "Wellcome to Rota" para ayudar a la integración de esta nueva comunidad que esperan con los brazos abiertos.

La mayoría de los militares destinados en esta base pasa un periodo de tres años, que muchos intentan repetir en cuanto pueden. De hecho, hay incluso unos trescientos que se han quedado aquí ya jubilados y otros que han echado raíces familiares porque se han casado con locales.

Cuarenta pizzerías americanas

La presencia de la cultura estadounidense es palpable en el pueblo, según explica James, un neoyorquino que ha montado una pizzería en Rota después de ver cómo muchos compatriotas que trabajan en la base se desplazaban hasta Sevilla para degustar las pizzas que él vendía allí. Es una más en las cerca de cuarenta que ya existen en el pueblo y que, junto a la decoración de algunos bares, evidencian la presencia estadounidense en la zona.

Además de los negocios de hostelería, suministros o servicios, Rota espera que la llegada del escudo antimisiles sirva para lograr algunas de las reclamaciones históricas con las que pretende que el Estado le compense económicamente por tener un tercio de su territorio ocupado por la base naval.

Ya ha logrado recuperar el impuesto de circulación de vehículos (que en los últimos tres años ha supuesto más de un millón de euros) y ahora reclama que se tenga en cuenta que tiene una gran comunidad de vecinos que no está empadronada en el pueblo y que en dos años conformarán los 11.000 habitantes que moverá la base, de ellos 6.000 estadounidenses.

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