Cuando recibí la noticia de que mi editorial había remitido un ejemplar de “Crucero «Reina Mercedes»” a D. Arturo Pérez-Reverte, me quedé poco menos que pasmado, aunque no tanto como cierto monarca con respecto al trasero de cierta popular y muy cara dama de servicios de alcoba de la capital. Asombrado ante la posibilidad de que mis palabras llegaran hasta el mismísimo seno de la Real Academia y a uno de los autores españoles más prestigiosos de los últimos 30 años.
Y los siguientes hechos lo acreditan.
Sabiendo a dónde debía dirigirme, desempolvé el último ejemplar de “Los últimos años de mi primera guerra” (De Librum Tremens 2012) que obraba en mi poder para darle un buen fin. Lo rescaté del fondo de la caja donde dormía placenteramente hasta que se presentara una buena ocasión y ¡vaya si ésta lo era!
Consideré que ese último resistente debía acabar en las manos de Pérez-Reverte, en un sueño loco de que, quizá, se le ocurriera no solo hablar del Mercedes, sino también de mi humilde primera novela de 600 páginas. Es algo por lo que se me podría tachar de fatuo o engreído, de vivir en un mundo en el que la bruma se confunde con lo material; pero más vale poner el pie delante que dar marcha atrás. Así es como funcionan estas cosas.
Al menos, he recibido una contestación manuscrita y, eso, siempre se agradece. Espero que me encuentre con más sorpresas en el camino.
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