jueves, mayo 22, 2014

22 de Mayo de 2014

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21/05/2014
(Infodefensa.com) Por Enrique Navarro (*) – El presidente de la SEPI, hombre de optimismo desmesurado en anunciar proyectos y programas para Navantia, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, hacía público hace apenas dos semanas que el Ministerio de Defensa encargaría a Navantia dos nuevos Buques de Acción Marítima, con un presupuesto de 400 millones de euros, 2,2 millones de horas de trabajo y 30 meses de trabajos que se repartirán de forma democrática entre Ferrol y San Fernando. No lo anunciaba el Jefe del Estado Mayor de la Defensa ni el ministro de Defensa sino el proveedor, es decir el presidente de la SEPI. No hacía falta preguntar al Ministerio de Defensa, ya que son tantas las necesidades y están tan bien detalladas que cualquier inversión siempre es bienvenida.  En el caso de los Buques de Acción Marítima, no cabe duda de que se trata de la unidad más operativa de nuestra Armada por lo que al menos se ha optado por una decisión sabia.  Ahora bien, ¿ alguien se ha preguntado si existen buques que no sean de acción marítima? ¡hasta para bautizar hace falta ingenio!

Días después, el Secretario de Estado de Defensa, con un sentido más pragmático y realista confirmaba la decisión explicando el procedimiento y los pasos. Primero que el Ministerio de Defensa defina en las próximas semanas el contrato para la futura construcción por parte de Navantia de dos nuevos buques de acción marítima para la Armada –uno que será construido en Navantia Ferrol y otro en Cádiz–. Quiere esto decir que se ha iniciado el proceso administrativo de la contratación que no es algo sencillo, incluso cuando se trata de una adjudicación directa a Navantia.

Para comenzar la construcción de los buques, el Consejo de Ministros ha de aprobar primero el aumento del techo de gasto de Defensa, lo que requiere de varios informes preceptivos; después dar el visto bueno al contrato que se suscriba entre Defensa y Navantia y, por último, dar luz verde a la fórmula de financiación que decida el Ministerio de Industria.  Si somos optimistas para el otoño podrá firmarse la orden de ejecución.

Esto se explica porque los dos barcos se financiarán con cargo a los programas especiales de armamento. Con este sistema, el Ministerio de Industria facilita anticipos a Navantia, siempre a interés cero, y una vez entregado el material, todo o parte, Defensa abona el gasto y el contratista devuelve el anticipo ad calendas grecas, que dirían los latinos.

Lo curioso del uso de este procedimiento, tan recurrido por los últimos cinco gobiernos, es que hace unos meses el gobierno acordaba la reducción de los programas en curso por importe de 7.000 millones de euros prefinanciados por el Ministerio de Industria, dada la incapacidad de proceder a la amortización y devolución de dichos anticipos, lo que ha generado fuertes penalidades al Ministerio de Defensa; ¡ahora se pretende volver al sistema de pre-financiamiento para estos dos buques! Es decir, el problema que pretendíamos resolver y evitar se vuelve a convertir en tabla de salvación de la industria y de los programas de defensa. Esta no es una buena noticia.

Dentro de la incontinencia verbal que caracteriza a los políticos, ya en 2009, el gobierno socialista había prometido cuatro buques más sin contar con los recursos y a punto de meter al país en un rescate por parte de la Unión Europea. Ahora el proyecto se centra en dos buques, menos es nada, que diría un optimista, pero muy lejos de solucionar el problema de Navantia o de la Armada. Pero sí es un gran esfuerzo cuando el gobierno debe todavía hacer un ajuste de tres puntos de PIB en el déficit y a la vez reducir impuestos, como recientemente ha anunciado.

Pero la propia gestación del contrato muestra claramente la ausencia absoluta de dirección y planeación por parte del gobierno de los asuntos industriales y de defensa y el manejo frívolo de los datos con los que se pretende justificar la decisión.

Primero el ministro Montoro, meses atrás, anuncia la construcción de unos barcos sin saber de qué tipo ni funciones. Es decir, el gobierno no compra lo que necesita, ya que ni siquiera sabe lo que necesita, sino que el anuncio es puramente keynesiano, vamos a comprar barcos para dar trabajo, sin considerar si hay dinero para mantenimiento o para operar la embarcación o si no sería más inteligente ajustar el tamaño de la empresa a la realidad del mercado, como hacen el resto de los mortales.

Luego el presidente de la SEPI en una decisión absolutamente ineficiente desde el punto de vista económico decide repartir el trabajo entre dos factorías, lo que supondrá unos sobrecostes en torno a un 10%. Es decir la bromita de repartir la carga le cuesta al Ministerio de Defensa unos cuarenta millones de euros. Una decisión eficiente sería construir los barcos donde se hicieron en el pasado y se cuenta con la experiencia y no asumir costes de formación y duplicación de equipos y material, etc.

Los datos también se manejan con cierta frivolidad. Según la experiencia de los primeros buques de acción marítima, el número total de horas de trabajo generadas en Navantia por un buque de este tonelaje y características supone aproximadamente un 70% del total; es decir unas 750.000 horas de trabajo, que divididos entre 30 meses de ejecución y una media de 1600 horas año/trabajador nos dan 220 empleos; generando un total de unos 300 empleos por buque, incluyendo la industria auxiliar. Es decir estos dos buques absorberán una carga de trabajo equivalente a un 15% de la capacidad total productiva de la compañía durante treinta meses, pero ¿ y después qué?

Pero en esta decisión, nadie se acuerda ni del cliente, ni de sus medios ni de sus necesidades reales.

En los últimos años, y debido a la obsolescencia del material y la incapacidad presupuestaria para operar y mantener los buques, se han dado de baja a 25 buques, la mayoría patrulleros, y cuatro lanchas de desembarco. Por otro lado, se han dado de alta cuatro buques de acción marítima (BAM), el buque de aprovisionamiento Cantabria, la última fragata de la clase F-100, la Cristóbal Colón, y el buque de proyección estratégica Juan Carlos I, actual buque insignia de la flota y en servicio desde 2010.

Si las cosas se hicieran bien y hubieran preguntado al Jefe del Estado Mayor de la Armada que hacer con 400 millones en los próximos cuatro años, seguro que se le ocurren diez necesidades más acuciantes que construir nuevos barcos, pero quién está pensando en las misiones de la Armada española? Esto es una frivolidad aun mayor.

El buque de acción marítima se ha convertido en una nave estrella; que responde a las necesidades más acuciantes de las marinas de cualquier país. Su alto tonelaje superior a una corbeta le hace poder operar en alta mar y durante periodos largos. Pensada para la patrulla y la guerra asimétrica, los BAM son la necesidad más perentoria de la Armada, pero no es la única.

La Armada necesita determinar si las fragatas de serie Santa María, con unos veinticinco años de vida operativa, serán sustituidas y porqué modelo o no. Otros patrulleros también serán dados de baja en breve de manera que la Armada deberá atender sus misiones con un número sensiblemente inferior de unidades. Si no hay planes de renovación pronto, la Armada española tendrá en diez años menos de la mitad de buques que tenía hace diez años, sin que se hayan reducido ni los kilómetros de pesca ni los intereses españoles en la mar.

En 2014 se esperan nuevas bajas en la Armada, en el contexto de la planificación que realiza el Estado Mayor. Tal es el caso del buque de mando y apoyo de medidas de contraminas Diana, cuya fecha de cese está aún por determinar. Además, se estudian otras posibles bajas, como dos de las seis fragatas de la clase Santa María. Estas fragatas, construidas en la década de los 80 y principio de los 90, deberían ser reemplazadas por una nueva clase de fragatas (F-110), cuyo presupuesto para iniciar su construcción no se vislumbra como factible durante esta legislatura o la próxima.

En uno de los últimos documentos de planificación suscritos por la Armada –Líneas generales 2012, que es una declaración de intenciones de las necesidades de la Armada para el periodo 2012-2016 y para un escenario sin crisis– se reclamaba la construcción de cinco unidades de la nueva serie de fragatas F-110 para sustituir a las fragatas clase Santa María y estar operativas en 2025, cuatro buques de acción marítima y otros buques menores –hay que recordar que son los patrulleros el tipo de buque que más ha dado de baja la Armada estos años–.

Qué habría que hacer a mi juicio.

Si el gobierno quiere darle trabajo a Navantia construyendo barcos en lugar de financiar pérdidas; pues que lo pague el Ministerio de Industria, o la Junta de Andalucía o el gobierno gallego, pero no debería recaer de ninguna manera sobre el presupuesto de Defensa, que está tan mermado que con estos dos nuevos buques deberá acelerar otras bajas para poder mantenerlos y operarlos
¿Debe el gobierno mantener los empleos en Navantia, aunque cuando la subactividad se mantiene desde hace años en el 50%.? ¿Podemos considerar los empleados de Navantia como privilegiados que cobran sin que nadie les mida su productividad?. ¿No sería esto tremendamente injusto.? Sin duda, dedicar 400 millones a dependencia, becas, pensiones mínimas, etc. sería mucho más solidario con el conjunto de la sociedad y más efectivo, que mantener unos puestos de trabajo sin carga de actividad.
Defensa debería hacer planes más realistas. En la historia de los últimos cuarenta años el presupuesto de defensa solo ha hecho una cosa, reducirse; y las inversiones aun más. ¿Cómo pensar en diseñar una Armada para la que no existirán recursos.? El escenario más probable es que dentro de otros seis años se contraten otros dos buques de acción marítima, y ya está. Ni nuevas fragatas ni nuevos submarinos por lo menos hasta el final de la próxima década. Sabiendo que esto es así, por qué nos obcecamos en mantener una estructura improductiva que lo estará los próximos quince años.
Navantia para afrontar sus retos está recurriendo a sus viejos activos, aquellos que más resultado le dieron, y no duda es reclutar a sabios jubilados para buscar nuevos negocios y ser más eficientes. Tenemos a nuestra majestad,  con el maletín y los brochures viajando por todos los países buscando un contrato para Navantia; al almirante Sanjurjo tomando las riendas de Cartagena. Sabias decisiones sin duda, pero que dan una idea del cariz del problema. En mi opinión, hay que devolver a Navantia a sus orígenes, al astillero de referencia civil y militar español, con una política de ayudas igual a la que practican los competidores franceses, coreanos o norteamericanos. El problema de Navantia es que no compite en igualdad de condiciones y así es muy difícil sortear la crisis, y todas las causas que la han llevado a esta situación ha sido políticas, de manera que son reversibles si hay voluntad.
Finalmente lo que necesitamos es una nueva orientación a la política de defensa. Esta puede ser de enanismo, es decir reducir medios y hombres en un 50% o un 70% y reducir las misiones y ambiciones o bien de mantener una política de defensa acorde con el tamaño y peso económico, político y cultural de nuestro país incrementando el ridículo presupuesto de Defensa para mantener las ambiciones y misiones que hoy se tienen encomendadas. Pero no hacer nada, sigue sin ser la solución de los problemas sino más bien al contrario, la principal causa de los mismos.


(*) ENRIQUE NAVARRO es presidente y CEO de Intergroup Holding y analista de defensa

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