martes, junio 10, 2014

Guardia de cine: reseña de Scoop, de Woody Allen

Título original: “Scoop”. UK-USA. 2006. 93 Min. Género: comedia, misterio. Color. Director: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Interpretación: Woody Allen, Scarlett Johansson, Hugh Jackman, Ian McShane

¿Cuál puede ser el lazo de unión para reunir en un mismo lugar a una joven estudiante de periodismo, procedente de una familia de higienistas dentales, un mago del tres al cuarto que “mueve moléculas”, un respetado y audaz reportero, recién fallecido pero que se burla continuamente de la Muerte para poder dar la exclusiva “de su vida”, y un atractivo y educado hijo de lord inglés que parece que no tiene nada que ocultar? En este caso, tan solo podría ser un guión escrito por Woody Allen, que abandona ese dramatismo suyo tan particular para entretener simplemente con una comedia cargada de sarcasmo y situaciones surrealistas.

Sondra Pransky (Scarlett Johansson), una pazguata estudiante de periodismo, se encuentra en casa de unos amigos de la familia, en Londres, disfrutando de unos días de vacaciones que le podrían permitir, si es lo bastante avispada, entrevistar a una famosa estrella del cine. Aunque se acerca a su objetivo lo suficiente, tan solo es capaz de ganarse una buena resaca y salir de la cama de su entrevistado a hurtadillas, sintiéndose muy poco profesional. Sin duda alguna, un desastre, pero en su ayuda saldrá Joe Strombel (Ian McShane), un reputado periodista que acaba de fallecer. Su espíritu se presenta ante Sondra tras enterarse a bordo el barco (que no barca en esta versión) de Caronte de una buena información sobre la posible identidad del temido asesino en serie “del Tarot”. Materializándose ante Sondra en medio de un espectáculo de magia para el que ella se ha presentado voluntaria, Strombel impartirá una fantasmal clase magistral de periodismo con un chivatazo bastante difícil de creer. 

Este espíritu tendrá la costumbre de saber hurtarse por momentos de su Destino y se vuelve a aparecer a Sondra, pero también a Sid Waterman (Woody Allen), involucrándolos sin remedio en una estrafalaria charada con escenas, en ocasiones, imposibles de predecir, en las que se disfrutará de juegos malabares con diálogos que te obligarán a permanecer bien atento para seguir riendo.

Completando el círculo mágico, Allen presenta a Peter Lyman (Hugh Jackman), para delicia de todas las féminas, ya que no se corta en explotar sus mejores atributos (no creo necesario comentario aclaratorio). 

Aunque el espíritu del reportero insiste, no todo parece apuntar en la dirección que marca: que Lyman es el asesino del Tarot. Las primeras impresiones, los sentimientos que afloran sin control y toda una serie de locuras pueden obligar a cualquiera a tomar la senda equivocada para hallar la verdad. Para evitarlo, hay que ser persistente.

Divertido filme con el que pasar una hora y media entretenida y nada más; en el que, únicamente, se aprecia cierto bajón en uno de los últimos estadios del mismo. La reducción en el ritmo y la falta de diálogos es un lastre entonces.

Woody Allen, con un personaje de mil nombres y profesiones, pero que siempre es el mismo individuo, le sigue funcionando a la perfección. Scarlet Johansson está muy natural, alejada del papel en los que muchos babosos tan solo quieren verla en la pantalla. Y Hugh Jackman hace lo propio, no costándole lo más mínimo asumir un rol que parece interpretar todos los días.

No pasando a los anales de la Historia, la película resulta redonda, salvo, quizá, por un final abrupto que se suaviza con un truco de magia en la barca de Caronte.

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