El emperador acude a la capilla de Hofsburg, aunque se comunica que, por temor a posibles atentados, el Kaiser no asistirá al sepelio de los cadáveres en Harstetten.
Al parecer, Cabrinovic extiende la conspiración y da más nombres. En este caso identifica a un tal Blamic, confitero serbio, en cuya casa se habrían repartido las armas y explosivos.
Se trata de llamar a la calma y no adoptar una postura hostil contra Serbia.
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