Jean-Baptiste Adamsberg recibe una inusual visita en las dependencias de su Brigada. La Sra. Vendermot, procedente de Ordebec, un pequeño pueblo de Normandía, ha hecho unos cuantos kilómetros para entrevistarse con este particular comisario que dirige un grupo de no menos particulares subalternos entre los que destacan una enciclopedia andante, un teniente de mechas rojas en el cabello, una auténtica valkiria, un narcoléptico, un gourmet, etc.
La Sra. Vendermot acude a Adamsberg por recomendación de un miembro de la curia local. Quiere pedirle ayuda y protección. Se van a producir cuatro muertes en Ordebec que han sido anunciadas al haberse visto cuatro almas prendidas por la mesnada infernal del no-muerto señor Hellequin, el Ejército Furioso.
Dicho desfile fantasmal ha sido avistado por Lina Vendermot, la hija de la extraña mujer normanda. Al parecer, Lina es una especie de médium, la única chica de una familia de cuatro hermanos entre los que hay uno que compone las frases al revés, un gourmet que solo come insectos y otro que está convencido de que gran parte de su cuerpo es de arcilla.
Todo resulta ser demasiado extravagante, por lo que no es de extrañar que Adamsberg se vea tentado por un caso alejado de su jurisdicción, a medida que los crímenes se van sucediendo.
El terror atávico campará a sus anchas a lo largo del camino de Bonneval. ¿Quién será el cuarto prendido cuya identidad Lina no ha sabido descifrar en su visión?
Personajes tan atípicos como los que pueblan la comisaría se darán cita en Ordebec, mientras Adamsberg se obsesiona por encontrar al verdadero asesino en el mediático caso que deja medio abandonado en París, poniendo en grave riesgo su carrera, así como al hijo de puta que se divierte atando las patas a las palomas a escasa distancia de las oficinas de la Brigada.
“Y hasta aquí podemos leer”.
Viene siendo ya una caprichosa y molesta costumbre en mí el comenzar sagas policiacas por el último tomo publicado, aunque en esta ocasión ha sido algo totalmente involuntario. Hace ya unos cuantos meses, quizá años ya que mi concepto del Tiempo respecto a este recuerdo está bastante deteriorado, recibí un newsletter con la cita de la publicación de un libro con el título tan llamativo de El Ejército Furioso. Aquel mail contaba con un enlace directo que me permitía leer el primer capítulo de la novela. He de decir que degusté su narración, quizá por la simpleza en la resolución inmediata del crimen que abría el volumen y que nada tenía que ver con el resto de la narración, al cual Adamsberg recurre de forma constante en sus diálogos a lo largo del libro. Así que, en cuanto tuve la oportunidad y me acordé del título, lo busqué para saber qué se escondía tras ese Ejército.
No ha acabado siendo una obra que me haya maravillado, pero tampoco me ha empujado a dejarlo en la cuneta y pasar a otra cosa. Me esperaba bastante más, sobre todo tras leer la sinopsis de la contraportada. Y es que, si le quitamos la subtrama parisina de Momo-Mecha-Corta con el asesinato del patriarca de los Clermont-Brasseur, el libro se queda casi desplumado. En ocasiones resulta reiterativo y circular, sin que la autora haya sido capaz de un desarrollo más creíble o menos indiciario, porque esa es la forma, al parecer, que tiene Adamsberg de trabajar mientras está en las nubes. Ni los secretos familiares son capaces de hacer despegar a la novela en sí. Quizá hubiera tenido más interés la historia de Momo como trama principal, pero Ordebec necesitaba la presencia in situ de la Brigada Criminal para solventar una serie de asesinatos en los que Adamsberg va dando palos de ciego y el lector también.
Es muy posible que mi opinión se vea contaminada por ser yo un completo desconocedor del mundo que Vargas ha tejido en torno a su personaje principal. Eso de comenzar por el final nunca ha sido algo lógico, pero no es culpa mía que me haya sentido atraído por el título como una polilla a la luz. Sin embargo, ésta es mi honesta opinión sobre una historia a la que se le podría haber sacado mucho más, aunque, claro, el criminal por el mero hecho de serlo no tiene por qué presentar un acertijo digno de Sherlock Holmes. Por ello, el final es un tanto pobre y desquiciado.
Nº de páginas: 368 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editoral: SIRUELA
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788498416169
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