EL MUNDO
DAVID GUERRERO Barcelona Actualizado: 26/11/2014 10:32 horas
La vida marina influye en la formación de las nubes, pero comprobar eso en el Mediterráneo es imposible. Así que el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC se ha lanzado a estudiarlo en uno de los puntos más remotos de la Tierra, el Antártico. Allí, sin influencias externas de ningún tipo, analizarán hasta qué punto influye la presencia de plancton en la aparición de nubes. «En el continente hay muchas fuentes de partículas pero en el mar no, ahí sólo la vida marítima [el plancton] genera unos gases que se acaban convirtiendo en partículas y eso genera las nubes», explica Rafel Simó, oceanógrafo coordinador de la investigación, como punto de partida para la investigación que llevarán a cabo: estudiar el papel del mar en la formación de las nubes.
La investigación sobre las nubes no es baladí. Reflejan la energía que llega del sol en forma de luz y son el principal mecanismo refrigerante del planeta, por lo que juegan un papel fundamental en las proyecciones sobre el cambio climático en los próximos años. El científico que se encargará de las mediciones atmosféricas, Manuel Dall'Osto, reconoce que «no entendemos suficientemente bien cómo se forman y se destruyen las nubes» y pone en valor todo lo que puede aportar esta investigación: «El secreto está en entender el nacimiento de las partículas para comprender cómo nacen las nubes».
Con estas expectativas, el proyecto llamado Pegaso será el trabajo estrella de la campaña antártica que se llevará a cabo en las próximas semanas a bordo del buque de la Armada española Hespérides. El barco de investigación oceanográfica empezó la navegación el 20 de octubre en Cartagena, pasó unos días en Buenos Aires y justo hoy parte de la ciudad chilena de Punta Arenas hacia Ushuaia, en la Patagonia argentina, donde se incorporará el grueso de la tripulación el 2 de enero. Serán un total de 30 investigadores científicos liderados por Rafel Simó a los que acompañaran una cincuentena de tripulantes de la Armada. La mayoría del equipo son miembros del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, con investigadores senior y doctorados, pero también cuentan con miembros del Plymouth Marine Laboratory del Reino Unido y el Instituto de Investigación en Biodiversidad de Argentina así como material de universidades internacionales y la empresa de investigación tecnológica americana Aerodyne Research.
Lo novedoso del proyecto es que estudiará el impacto de la vida marina en la formación de nubes desde una perspectiva interdisciplinaria, teniendo en cuenta a la vez lo que pasa en el mar y en el aire. Habrá dos grupos de científicos: por un lado oceanógrafos y biólogos marinos y, por el otro, químicos expertos en la atmosfera. «Los dos equipos trabajarán juntos en el barco para estudiar a la vez lo que pasa en el mar y en el aire y encontrar la relación causa-efecto», explica Simó, quien destaca que se analizarán de forma paralela muestras de agua y de aire con el objetivo de establecer la conexión entre ambas. Según Simó, tendrán «la capacidad de medir las muestras en tiempo real, lo que dará pistas para ir evolucionando allí mismo». En el barco han preparado un laboratorio totalmente equipado. «Es como el que tenemos aquí pero con todo atado», bromea el oceanógrafo coordinador del proyecto.
Con todo ese instrumental navegarán hasta el 12 de febrero. En ese periplo de un mes lejos de los continentes y de la actividad humana estudiarán la influencia del plancton. Ubicarán el Hespérides en la zona subantártica sobre una región marina llena de plancton -«más grande que Cataluña», precisa Rafel Simó- y analizarán cómo esa vida marina se convierte en partículas para las nubes. La misma prueba la realizarán en otra zona sin plancton, así como en la Antártida, una vez superado el frente polar, donde Simó explica con pasión que hay un plancton diferente. Finalmente tomarán muestras en el mar de Weddell, donde ya es todo hielo.
«Miraremos hacia los seres más pequeños de nuestra biosfera para comprender mejor lo que ocurre en el cielo», resume el coordinador de la investigación, que estos días trata de dejar todo a punto desde su despacho y los laboratorios del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en el paseo marítimo de Barcelona mientras siete de las personas del equipo ya se encuentran en América después de haber cruzado el Atlántico a bordo del buque de la Armada tomando las primeras muestras y poniendo a punto todo el instrumental.
Y es que para poder llevar a cabo las pruebas han tenido que acometer importantes reformas en el Hespérides. Se ha habilitado y reformado expresamente un espacio interior de la proa del barco para instalar instrumental de última generación en investigación atmosférica. Entre muchos otros aparatos, hay unos espectómetros de masas que permiten conocer la composición química de las nanopartículas atmosféricas en tiempo real. Será la primera vez que se usen estos instrumentos en un buque oceanográfico en la Antártida.
Además, se suman a la moda de los drones y cuentan con uno de cuatro hélices y ultraligero que puede llegar a unos 1.000 metros de altura para intentar captar agua de las nubes. «Vamos a observar las nubes desde el mar in situ y desde el cielo a través de satélites, el bonus track de la misión es conseguir verlos desde dentro», indica Simó sobre el drone que tienen equipado con sensores de humedad, aire y temperatura, una cámara y un invento a partir de un ventilador invertido para aspirar el aire cargado de gotas de las nubes, condensarlo y absorberlo como agua.
Con todo ello, una vez estén de vuelta a casa, los trabajos de investigación se espera que se alarguen en el laboratorio hasta un año. De hecho esperan volver con resultados y aquí dedicar el tiempo a analizarlos. Las conclusiones a las que lleguen pueden tener implicación para los modelos de clima y calentamiento global. «Las nubes son las enfriadoras del planeta», recuerda Simó, quien vaticina una mayor curiosidad por el funcionamiento de las nubes en el campo de la investigación durante los próximos años.
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