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MANUEL TRILLO@MANUELTRILLO / MADRID
Día 04/11/2014 - 01.17h
Una edición facsímil conmemora los 500 años del documento por el que el rey Fernando autorizaba a Ponce de León a colonizar las tierras que había descubierto en Norteamérica
«Acatando los servicios que me avéys fecho y los que espero que me aréys», señalaba el rey Fernando en 1514, «es mi merçed y voluntad, por lo que a mý toca, que agora e de aquí adelante para en toda vuestra vida seades my adelantado en las dichas yslas Florida e de Bímyni, que vos avéys descubierto, y en las otras yslas e tierras que en aquellas partes descubrierdes por nuestro mandado». Con estas palabras, el 27 de septiembre de hace 500 años Fernando el Católico firmaba en Valladolid el nombramiento de Juan Ponce de León como «adelantado» de la Florida, que el año anterior, 1513, había descubierto.
Cinco siglos después, este documento, que se conserva en el Archivo General de Indias y es el primero donde aparece el nombre de Florida, ha sido editado en facsímil de la mano del catedrático de Filología Latina y académico de la RAE Juan Gil, que aporta, además, un apasionante relato de las aventuras de Ponce de León. La obra, editada por Taberna Libraria a instancias de Marca España, se presenta este martes Casa América.
Nacido hacia 1474 en Santervás, hoy provincia de Valladolid y entonces adscrito al monasterio de Sahagún (León), Juan Ponce de León era probablemente hijo del marqués don Rodrigo Ponce de León, «un donjuán que dejó sembrado de bastardos el reino de Castilla», apunta Juan Gil. Tras ejercer como criado de Pedro Núñez de Guzmán, se embarcó en el segundo viaje de Colón al Nuevo Mundo, en 1493, y recaló en La Española, donde contribuyó a sofocar una revuelta de indios en Higüey, en la parte oriental de esta isla que hoy comparten haitianos y dominicanos.
Ponce se instaló en esa zona, desde donde era posible ver en días claros la vecina Boriquén, la isla a la que Colón llamó San Juan en 1493 y que ahora conocemos como Puerto Rico. En 1508, el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, le encomendó su reconocimiento y, tras una primera exploración, llegó a un acuerdo para colonizar la isla y extraer oro de sus minas, siendo la mitad de lo que obtuviera para él y la otra mitad para el rey, estableciendo «una especie de factoría comercial en beneficio suyo y, por su puesto, de la corona», explica Gil.
Sin embargo, la próspera marcha de este asentamiento se rompió a partir de la sustitución de Nicolás de Ovando por Diego Colón, hijo del descubridor de América, que reclamaba para sí la jurisdicción sobre todas las Indias en virtud de las capitulaciones de 1492. Colón hijo, señala Gil, «se enfrentó a todos los hombres que habían prosperado a la sombra de Ovando» e hizo lo posible por «socavar el poder» de Ponce de León.
A partir de entonces, el rey Fernando, que «favoreció a Juan Ponce en cuanto pudo», le animó a centrar sus esfuerzos en nuevos objetivos. En 1512 el monarca firmó la capitulación para que descubriera y poblara Bímini, «una isla mítica situada al norte de La Española de la que pronto habrían de contarse cosas prodigiosas», continúa Gil.
El 3 de marzo de 1513 se dio a la vela en la isla de San Juan una armadilla formada por tres naves, con Ponce de León al mando. Tras pasar por el archipiélago de los Lucayos (Bahamas), puso proa al noroeste y el domingo 27 avistó una tierra, que por haber sido hallada en Pascua Florida y tener «muy linda vista de muchas y frescas arboledas», recibió el nombre de Florida, cuenta Juan Gil siguiendo la narración del cronista real Antonio de Herrera en el siglo XVII.
La pequeña flota de Ponce siguió la costa hasta lo que se llamó Cabo de Corrientes porque allí el agua «tiene más fuerça que el viento y dexa ir los navíos adelante». La expedición acababa de descubrir la corriente del Golfo, «utilizada después por todos los navíos de la carrera de Indias en el tornaviaje a España», recuerda Gil.
Corrió el rumor de que, en su primer viaje a Florida, Ponce de León había ido en búsca de una fabulosa fuente que, según los indios, «tornaba a los viejos mozos». Era el viejo mito de la fuente de la eterna juventud, tantas veces evocado desde la Antigüedad y proyectado ahora en el Nuevo Mundo.
Al año siguiente, el rey le concedió el título de «adelantado» de lo que entonces se creía eran las islas de Bímini y la Florida. Fernando desconocía que aquellas tierras eran parte del subcontinente norteamericano sobre el que nacerían los Estados Unidos de América.
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