Llevo un tiempo siguiendo a la escritora Dolores Redondo a través de Twitter y lo hago porque es una persona, otra más, vinculada al cuadriculado, enfermizo y poco dado al libertinaje imaginativo mundo del Derecho, que ha conseguido huir de él por sendas embarradas, bajo la protección de los libros y de hadas juguetonas que conviven entre las teclas de un ordenador. En resumidas cuentas, que escribe y vive de ello.
Sin embargo, hasta la fecha, seguirla por las redes sociales es todo lo más destacable que he hecho en relación a Redondo, pues no he acumulado los suficientes arrestos y horas como para abrir las tapas de su conocida trilogía del Baztán. Culpa de ello también la tiene un foro literario por el que me dejo caer cada cierto tiempo, sobre todo cuando no hay otra cosa mejor que hacer, aunque no me resulte ser un refugio adecuado pues no soy amigo de esperar con la boca abierta a los últimos productos que expulsan las editoriales a modo de esporas por todas las librerías que sus distribuidoras tengan a bien. Yo actúo entre las páginas desparramadas a placer y capricho, y así es como encontré un hilo dedicado a estas tres novelas negras y en el que se vivía una auténtica batalla campal entre posturas enfrentadas e irreconciliables. No era capaz de encontrar explicación al hecho de que una obra pudiera despertar tan dispares voces, dos coros griegos contrapuestos: uno elevando a los cielos cálidos elogios y arrojando pétalos perfumados en su camino; otro haciendo propias las armas de la ironía más oxidada e hiriente, atacando el argumento y la forma de su presentación, no así a la escritora como persona.
Ante semejante cuadro, tuve que medir de forma bastante seria ambas posturas. Y, pasado el tiempo, llegué a la frustrante conclusión de que era incapaz de decidirme. No soy amigo de “blanco” o “negro”. Dentro del gris hay muchas más tonalidades dónde uno se puede sentir más cómodo.
Como amante de la literatura y de la pintura y, por lógica, del sagrado fruto de ambas: el cómic; me pareció una idea estupenda que desde Planeta se hubiera tomado a bien el proyecto de trasladar “El guardián invisible” a las viñetas y yo, en cuanto he tenido la oportunidad, me he agenciado un ejemplar, pues poco tenía que perder y mucho que ganar: una banda diseñada siempre permite una visión más directa de lo que el autor quiere dibujar sobre el papel con sus palabras.
Se me antojó que era la solución perfecta para mi dilema aunque el escribir esta recensión me está resultando ardua tarea por la falta que tengo de no haber leído una sola línea de la novela más allá de su sinopsis de cuartilla de contraportada. Navego escorado, pues cuento con demasiado lastre a una banda y temo darme la vuelta, pero “de perdidos, al río”.
La adaptación a cargo de Ernest Sala es una propuesta gráfica muy interesante por su intensidad, sobre todo por la fuerza que dota a los elementos oníricos y fantásticos; no así en otros aspectos que, aún superando ampliamente el aprobado, impiden una comprensión correcta de los eventos a aquel que se introduce por primera vez en el Baztán creado por la escritora donostiarra. El guión obliga en más de una ocasión a detenerse porque uno se pierde. No hay enlaces o paréntesis que indiquen lo que se presenta en muchas ocasiones, como en el caso de los flashbacks. Cierto es que emplea un lenguaje muy cinematográfico, pero resulta deficiente en las escasas (que no lo son tanto) 88 páginas, obligando a realizar varias lecturas para “cogerle el tranquillo”. Creo que merecía más espacio, ya que algunas escenas y acciones son de por sí de difícil encaje y explicación, no logrando que los engranajes giren como es debido.
Por otro lado, se aprecia otro detalle negativo que es el “sabelotodismo” que se espera del lector en cuanto a la mitología vasca. Como vizcaíno que soy, conozco de sobra a los seres denominados Basajaun, Tartalo, etc., así como a los superiores como Mari o qué es una eguzkilore y mucho más, pero no todo el mundo lo sabe. Una prueba más clara de lo que quiero exponer es que, aún no siendo yo un neófito en la materia, es la primera vez que escucho hablar (o se me ha quedado grabado) de las belagile y me he topado con que no hay una mísera nota al pie o al final que amplíe la escasa información que los personajes aportan con frases inconexas. No estoy diciendo que se pusieran a maquetar todo en plan aventuras de “Astérix y Obélix”, con una traducción de todos los latinajos que eructaban los “locos romanos” cada dos por tres, pero no cualquier hijo de vecino que lea este cómic tiene por qué saber un solo renglón de mitología vasca ya que, posiblemente, tampoco llegue a conocer más de dos párrafos de la oriunda de su tierra.
Puede que no sean defectos estos a tener muy en cuenta por la mayoría, sobre todo gracias a la propia fuerza plástica que imprime Sala, que es de sobresaliente.
La trama se centra en la resolución de crímenes ritualistas que ha de investigar Amaia Salazar, inspectora de homicidios de la Policía Foral de Navarra, y que la llevarán hasta su localidad natal, Elizondo, un lugar del que huye como si la peste la esperara allí; pero no le queda otro remedio. Por ahora, el argumento no es nada original, como tampoco la propia protagonista que, a mis ojos, es la fusión evidente de dos personajes de novela negra que me son bastante conocidos; como tampoco lo es el marco familiar en el que nos sumergiremos al iniciar la lectura.
Algo que me ha chirriado bastante es, lo que entiendo, un gazapo técnico bastante grave y que pasa por alto para aquellos más acostumbrados al sistema policial y judicial americano de “sobremesa televisiva”, el cual “conocemos” bastante mejor que el patrio para desgracia de no pocos (incluido éste que os escribe). Un gazapo porque dudo que el procedimiento se haya modificado en tal sentido, mucho menos en Navarra por muy Comunidad Foral que sea y no Autónoma, siendo que me falta un juez de guardia en las escenas del crimen para ordenar el levantamiento del cadáver, siendo que tal potestad no la posee ningún inspector de homicidios en España. Quizá solo sea un recurso narrativo en el cómic y en la novela aparezca este juez desaparecido, pero no lo sé ahora.
Su tanto a favor, y creo que es la semilla de su éxito, es la inclusión de ingredientes como la geografía del valle del Baztán y la mitología local mediante la participación de seres sobrenaturales en un estilo no muy alejado al de Stephen King. A fin de cuentas, terror cotidiano con algo proveniente de otro mundo.
Puede que Dolores Redondo toque esa fibra sensible del ser humano actual y lleve a rajatabla las propias palabras de tía Engrasi, y yo me pregunto: ¿Acaso el “homo tecnologicus” necesita hoy más que nunca echar la vista hacia atrás y hacerle una visita a su lejano primo de las cavernas, aquel que creía en la magia? Pues creo que ya lo estemos corroborando.
No es una historia original ya que toma elementos de sobra conocidos, aunque es posible que estén ahí como tabla de salvación para muchos lectores. Eso sí, se va filtrando en el subconsciente. Es una masa negra y viscosa sobre la que centellean miles de luces en caótica intensidad e iridiscencia. Te sorprenderás en más de una ocasión reconstruyendo esos bosques o ciertas escenas. Se colará entre tus pensamientos cuando tu cabeza descanse sobre la almohada y es ahí, cuando uno se dispone a dormir y os lo digo en serio, donde se torna en una experiencia algo turbadora.
Una vez llegados a este punto, ¿a cual de los dos coros griegos me uniré, al de los crueles o al de los aduladores? Dios mío, ¡qué pregunta! Pasopalabra. Pero, ¿acaso estoy obligado a hacerlo? No. ¿Me decidiré algún día a leer la novela? No lo sé y puede que nunca lo sepa ya que dependo de un graciosillo duende que quiera verter o no sobre mis párpados el jugo de una flor que encarrile o desboque mi voluntad.
Y mientras todo esto ocurre, alzo mi copa en honor a Dolores Redondo y otros tantos letrados literatos de éxito y exclamo: ¡Salud eterna a mis admirados maestros!
• Tapa blanda: 96 páginas
• Editor: Planeta DeAgostini (6 de noviembre de 2014)
• Colección: Cómics Españoles
• Idioma: Español
• ISBN-10: 8416090289
• ISBN-13: 978-8416090280
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