miércoles, marzo 18, 2015

"Ural", el barco asesino de ratas

Quizá deba ser cosa del subconsciente de uno, pero cuando estudio o hablo acerca de la flota soviética, mi imaginación siempre acaba recorriendo, con paso tranquilo, mugrientos puertos de nombre impronunciable. Dejo la impresión de las suelas de mis botas sobre la nieve sucia y embarrada, mientras desfilo en silencio y con los ojos abiertos como platos ante viejos gigantes de acero, heridos de muerte; agostados y torcidos, no son más que corroídos recuerdos de un pasado distinto.

De vez en cuando gusto de realizar tales paseos gracias al Google Earth, dándome un garbeo por los fiordos de Murmansk, por ejemplo.

El colapso político y económico de la URSS se llevó también por delante a su rutilante pero gris tecnología, convirtiendo el vasto territorio ruso, y el de aquellos que pudieron desembarazarse del agobiante abrazo osuno durante la década de 1990, en un gigantesco cementerio de aeronaves, buques y de cualquier cosa que eche herrumbre. Y, entre todo ese montón de chatarra, encontramos muchos nombres propios, por lo que es difícil no dedicarle cierto tiempo al navío de comunicaciones más grande jamás construido y, también, el más inútil. Aquellos que me conocen bien, saben que tengo debilidad por las ovejas negras y los proyectos imposibles.

Voy a hablaros del SSV-33 Ural*1, concebido para que a Washington le temblaran las canillas. 

—¡Ey, pardillos capitalistas! ¡La gran Unión soviética viene a robaros todos vuestros secretos y lo
hará delante de vuestras narices! — bien pudo haber dicho algún uniformado con la guerrera desbordada de medallas que acabarían en el mercadillo en la Plaza Roja, años más tarde.

El Ural se diseñó para dar respuesta a las necesidades perentorias del Kremlin en el Pacífico, basándose en los planos de la portentosa clase de cruceros pesados nucleares Kirov*2, de los que pronto volveremos a hablar en este blog. Un navío sobre el que tendría que haber ondeado el gallardete de insignia de la flota del Pacífico. Pero, una cosa es asustar sobre el papel y otra es hacerlo en la realidad, pues al lobo pronto se le picarían las muelas con caries.

La Unión Soviética quería meter los morros como fuera en el atolón de Kwajalein, donde los Estados Unidos probaban sus defensas contra misiles balísticos , los propios ingenios Minuteman intercontinentales y Peacekeeper desde la década de 1960; pero también acercarse lo más posible a las aguas territoriales del continente americano para interceptar el espectro electromagnético de las bases de bombarderos estratégicos y otras comunicaciones. La tecnología que embarcaba el Ural era, en teoría, suficiente para localizar cualquier objetivo espacial*3, aéreo, terrestre y submarino a lo largo y ancho del océano Pacífico, contando con un sistema de comunicaciones con satélites gallakticheskimi y estaciones en casa y en países satélites; además de con guiado de misiles y detección electromagnética.

El Ural era un sistema de alerta temprana antinuclear con capacidad de interceptar y bloquear las comunicaciones de Occidente; una respuesta clara contra el concepto estadounidense conocido como “decapitation strike”, es decir, “ataque preventivo nuclear”.

Compartiendo estos desvelos, la Comisión Industrio-militar del Comité central del Partido Comunista y el Ministerio de Defensa de la Unión Soviética aprobaron en 1977 la construcción del Ural, como único hijo del Proyecto 1941. Éste, como ya hemos dicho, tenía que partir de los poderosos Kirov, lo cual significaba que tenía que ser un monstruo impulsado por dos reactores nucleares de 171 megawatios teóricos que le permitirían navegar a 22 nudos, sin que ninguno de sus sistemas computerizados de detección, comunicaciones y defensa se vieran mermados. Se trazó una eslora de 265 metros*4 y una manga de 30 metros, desplazando 34.640 toneladas. 

Su concepción no era ofensiva. La preocupación era que tuviera las orejas y las lentes más grandes que el centro científico Vympel pudiera crear, tanto es así que un navío con una dotación de mil hombres tenía un armamento defensivo casi ridículo, montando dos AK-176 de 76 mm., cuatro AK-630 de 30 mm., cuatro Cliff-M de 12 mm. y cuatro montajes cuádruples de misiles MANPADS Igla

Su construcción fue asignada, casi dos años después del despliegue en Europa de los misiles Pershing-2, a la oficina de naval Ajsberg*5, siendo colocada la quilla en Junio de 1981, en los astilleros Ordzhonikidze*6 de Leningrado. Su botadura tendría lugar en Mayo de 1983 y se le iría instalando una larga serie de sistemas computerizados: desde los ES-1046 y El’brus hasta el conocido como Korall, de seguimiento de trayectoria de misiles balísticos y satélites.

El Ural era una de las apuestas más arriesgadas que hizo la URSS y, como todas las que hizo durante la década de 1980, le salió mal, pero que muy mal.

El mismo mar que lo recibió en 1983 sería el que viera sus pruebas de mar, ya en 1988, tras tediosos años en los que un ejército de científicos se dejó algo más que la piel en él. Poco sabían estos que tanto trabajo en este buque, que tendría que haber sido imagen de la gloria soviética en el Pacífico, tan solo realizaría un triste crucero hasta su puerto base, en Vladivostok, donde se quedaría amarrado durante veinticinco años.

Incorporado a la Marina de guerra soviética el 30 de Diciembre de 1988*7, con toda su dotación a bordo —siendo Vladimir Anikeyev, responsable de El’brus,  nombrado como jefe de científicos—, el Ural inició su primera y única travesía, en el que emplearía 59 días en los que tendría que monitorizar a la lanzadera estadounidense Columbia y a dos satélites espía del programa “Star Wars” autorizado por Ronald Reagan. Pero es durante este tiempo de navegación cuando comienzan a detectarse un sinnúmero de fallos que obedecen al mero capricho de los duendes: los sistemas El’brus funcionaban cuando les placía; la unidad de enfriamiento de los reactores planteaba problemas ilógicos a los que los especialistas tan solo eran capaces de enfrentarse a ellos tirándose de los pelos; el centro de información de combate era un caos y, por si fuera poco, el buque estaba siendo literalmente convertido en un queso gruyère por culpa del óxido.

Tan solo respondía con normalidad el Korall, aunque tampoco era decir mucho ya que, en parte, dependía del resto de sistemas.

A Vladimir Anikeyev no le hizo la más mínima gracia la experiencia. Si, por un momento, antes de hacerse a la mar, creyó que iba a disfrutar de unas vacaciones en el mar, estaba muy equivocado. Durante dos meses estuvo peleándose con pantallas, placas base, cables sueltos y “quita de aquí y pon allá”. A lo que hubo que sumar algo que le erizaba el vello a la tripulación cuando se iniciaban las unidades de seguimiento de misiles balísticos: todas las ratas de a bordo, que no deberían ser pocas por lo visto, aparecían muertas, en un espectáculo bastante desagradable para aquellos que desempeñaban sus labores por debajo de la cubierta principal. No se sabe aún la razón de tan dantesco cuadro, barajándose entre un cambio imperceptible del espectro electromagnético o, incluso, una posible fuga de radiación.

Como una sombra de muerte, el Ural arribó a Vladivostok para encontrarse con que el muelle
asignado no había sido aún rematado, teniendo el buque de comunicaciones más grande del mundo que buscarse otro sitio para amarrar.

La tripulación no estaba contenta, nunca lo estuvo, y no solo por las ratas o porque hubieran confundido a una tortuga marina con un submarinista saboteador en el puerto de Cam Ran, Vietnam, convirtiéndose en el hazmerreir de la flota. Todo en aquel barco olía mal y pronto la oficina correspondiente se vio colapsada con cientos de solicitudes de traslado. Tal fue la avalancha de instancias que el Ministerio tuvo que darles curso muy a su pesar, debiendo, incluso, rebajar su dotación de mil a tan solo cien hombres . Lo más peliagudo es que su equipo de mantenimiento y seguridad nuclear fue reducido a dos miembros.

El Ural se convirtió, además de en un asesino de ratas, en uno de carreras militares. El ser asignado a esta unidad era, tanto para marineros como oficiales, la peor mancha en una hoja de servicios, dando traste con las aspiraciones de muchos en una Marina que se caía a pedazos.

La situación en la que se encontraba el Ural, inhábil para el servicio por sus deficiencias imposibles de subsanar, lo condenó a ser un barracón y a sufrir una constante canibalización de sus aparatos electrónicos; mientras, se ha ido escorando y pudriendo a marchas forzadas.

Siendo otro estorbo en la lista oficial de buques de la Marina rusa, el Ural fue dado de baja definitiva en 2001.

Resulta interesante destacar que durante su "vida operativa" sobrevivió a variados y serios incidentes. Uno de ellos aconteció en 1992, cuando estalló un polvorín cercano, debiendo esforzarse la dotación hasta límites inhumanos al tratar de evitar que nada cayera sobre la cubierta del pontón nuclear, que ya fue parcialmente devorado por el fuego dos años antes. Otro incidente, y que supuso su forzosa “salida a la mar”, sucedió cuando, en otoño de 1991, el Ural rompió sus amarras, no aguantando el paso de un fuerte temporal.

La amenaza cierta de la venta y desguace sobrevoló sobre el Ural durante años y, obviamente y desde hace ya unos cuantos párrafos, os preguntaréis por la fortuna de sus dos reactores nucleares, los cuales tenían la potencia de una  instalación que podría dotar de electricidad a una ciudad pequeña y que fueron apagados en 1992. Había que buscarles una solución. Son rusos, pero piensan, por lo que se propuso un destino civil para el Ural como central flotante, pero los problemas de enfriamiento y la típica obcecación rusa por evitar que ojos no invitados contemplaran la “magnificencia” tecnológica nuclear soviética, hicieron desestimar la propuesta.

Por lo que se comentaba, se vendería como chatarra una vez desmantelado todo aquel material sensible. Y esto mismo es lo que parece que está pasando*8, supongo bien que convirtiéndose en afiladas hojas de afeitar Guillette, a la venta en cualquier los supermercados. La superestructura ha sido ya casi eliminada por completo y se tiene prevista su total desmantelación para el 30 de Noviembre de 2016.

Lo más ridículo de un buque que tan solo navegó 180 días es que ha tenido una carrera más brillante en el mundo de la ficción. Así el Ural sería la base de la Radio Free Earth durante el transcurso de la trama del libro World War Z de Max Brooks o un puesto de mando de las fuerzas terráqueas en el anime Evangelion, de 2009.



1*Proyecto 1941, Titán, con código OTAN “Kapusta”.

2*Proyecto 1144, Orlan.

3*Al parecer, podía detectar cualquier aparato espacial que orbitara a una altura de mil quinientos kilómetros.

4*Esta bestia tiene cuatro metros más de eslora que el portaaviones galo Charles de Gaulle.

5*Compañía aún en activo, especializada en el diseño y construcción de rompehielos nucleares rusos.

6*Actualmente denominados Baltiysk, son los mismos astilleros donde se están construyendo la clase Mistral francesa para la Marina rusa.

Estos astilleros, fundados por los capitalistas M. Carr y el escocés M. L. MacPherson en 1856, fueron renombrados el 30 de Diciembre de 1936 como Sego Ordzhonikidze.

7* El Kremlin firma el acta de aceptación del buque el 7 de Enero de 1989.

Independientemente de la fecha de su alta en el servicio, el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés emitió el 20 de Septiembre de 1989 un cable a sus aliados, principalmente a Estados Unidos, advirtiendo de la presencia de “an enormous nuclear vessel of unknown specification west of the island of Okinawa”, lo cual confirmaba que se desplegaría en el Pacífico.

8* Podemos toparnos con lo que queda del Ural en las coordenadas latitud 43º07'06.19" N y longitud 132º20'07.87" E. Siendo el último pase del satélite datado en 2012.




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