martes, enero 12, 2016

Guardia de literatura: Reseña a “2001, una odisea espacial” de Arthur C. Clarke

Un “inocente” relato corto, mas de inquietante trama, intitulado «El centinela», sirvió de base para que Stanley Kubrick escribiera y dirigiera la más iconográfica de las películas que pueblan su carrera y, sin duda, del género de ciencia-ficción. Con la participación activa del autor Arthur C. Clarke, se compuso una extraña obra de ciencia-ficción dura, psiquedélica y hermética como pocas, en la que se rompe una pica a favor de la teoría de que no estamos solos en el Universo y de que en el nacimiento y evolución de la especie humana intervino directamente una inteligencia superior extraterrestre; hablando en plata: dando por ciertos, con base científica, los mitos de los dioses instructores; aunque, sin embargo, la psicosis que florece en el seno del frío y siniestro computador HAL 9000, lo termina colocando a la cabeza del elenco de protagonistas casi sin querer.

Debido al éxito arrollador de la cinta de Kubrick, Clarke se vio obligado (o aprovechó la excelente oportunidad) de alargar el relato de «El centinela» y ajustarlo a las novedades cinematográficas. Hay voces que han impuesto (más que sentar) cátedra dando lectura a la novela de 1968 como la novelización de la película, mas esto no es cierto, pues el autor nos aporta gran cantidad de información e introduce variaciones respecto a lo que se contempla en pantalla

No recuerdo en estos momentos si llegué a leer en el pasado «El centinela» más allá de unos contados párrafos. Me vienen a la memoria que el monolito era un triángulo y que la nave con rumbo a los confines del sistema solar era descrita literalmente como una pesa o mancuerna (torpe y un tanto triste, la verdad). Por ello, no sé si las divergencias que he observado ya están contenidas en el relato corto o son aportes nuevos; y digo divergencias pues, por ejemplo, no recuerdo que, en el filme, Dave Bowman diera, tras salir de la Puerta de las estrellas y antes de “aterrizar” en la suite de hotel (cuya existencia es completamente explicada en la novela), con un gigantesco espaciopuerto alienígena abandonado siglos atrás.

Clarke, como científico que fue, no escribe al azar inventándose tecnología estrafalaria o solo posible en una mente fantástica o fantasiosa. Nos habla de una tecnología real y plausible, poco más allá de las predicciones futuristas de los elementos con los que se contaba ya durante las décadas de 1950-1960. Sus descripciones son muy duras, complejas y completas: vida diaria de los astronautas, lanzamiento de sondas, observaciones astronómicas, etc. En ningún momento se atisba elemento fantástico alguno más allá de la pura ficción de la historia en sí, ni siquiera cuando expone ante qué tipo de inteligencia alienígena cree que Bowman se encontrará al final del camino, siendo que, para ello, recoge las tres teorías existentes y toma partido por una de ellas: seres con forma humanoide, pues se postula como la que más éxito podría tener (aunque sea en nuestro mundo); seres con forma que no tiene porqué ser de humanoide, pues todo depende de la capacidad cerebral; y seres que han trascendido a su propia condición mortal y a la materia, primero trasladándose a cuerpos mecánicos o artificiales y, luego, libres como formas de energía muy poderosas que recorren a voluntad el Universo. Clarke se inclina por esta última opción.

Como dije antes, Clarke se sirve únicamente de la tecnología existente y en ningún momento son descabellados sus pronósticos de colonización de la luna para finales del s. XX, pues un chaval de diez años que pudo maravillarse al ser testigo del primer vuelo de los hermanos Wright, pudo haber sentido bien hondo el horror de las V2 nazis y, antes de cerrar los ojos por última vez, contemplar a través de su televisor la llegada del hombre a la luna.

Debido al eminente cariz científico puro de la novela, resulta complicada de masticar aunque Clarke sea capaz de retener la atención del lector. Reconocemos ciertos momentos tediosos, pues de la ficción se pasa a una especie de libro de texto y la conciencia del tiempo en la misión espacial de la Descubrimiento es claustrofóbica. Esto tampoco es que sea algo como para tener muy en cuenta, pues Clarke crea una obra tremendamente realista y nada desproporcionada o ridícula a nuestros ojos de “monos” del año 2016, aún anclados en la Tierra.

Quizá el elemento negativo de la novela, más allá de la pobre experiencia que puede resultar para un lector escasamente formado en el campo científico, sea el propio final que es precipitado y con un desarrollo inseguro. A nadie se le escapa que Bowman ha sido modificado y que no se ha detenido en el siguiente paso natural de la evolución humana, sino que es algo más, pero Clarke, en mi opinión, no es capaz de explicarlo con la profundidad y rigurosidad suficientes.

LAS MEJORES NOVELAS DE LA LITERATURA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA
2001, A Space Odyssey
1968. Arthur C. Clarke y Polaris Productions
Primera edición. 2002
ISBN: 84-96075-28-1
284 páginas

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