Número de páginas: 384 Editorial: Reservoir Books ISBN 9788416195008 |
Así es como se podría resumir, a grandes rasgos, el comienzo la primera novela de Jo Nesbø en la que aparece su ya archiconocido personaje: el inspector Harry Hole, un hombre alcohólico y frustrado, que muchos creen que está ahí para “pasar el rato” y de “vacaciones”.
La novela en sí adolece de ser un recorrido demasiado llano, en el que se nos antoja estar delante del televisor visionando un telefilm de sobremesa. Cierto que la nota que aporta el que sea muy televisivo es muy positiva para el lector, que ve cómo la lectura está sembrada de descansos que le animan a seguir unas páginas más; y la trama en sí o, más bien, la narración no parece ser nada atractiva hasta que dos personajes, uno secundario y otro principal, acaban desmembrados y colgados de un cable respectivamente. Desde ese punto es como si Nesbø se hubiera metido una raya directa en el cerebro y la novela ganara todos los enteros perdidos de golpe: los personajes y sus pensamientos son más contundentes. Quizá el regreso de Hole a la botella sea ese revulsivo que le hacía falta a una trama policíaca que no parece demasiado sólida y que va dando saltitos de rana, sobre todo en aquellos puntos en los que Nesbø se topó con un elemento cuya naturaleza técnica no controlaba.
Cierto es que en la lectura de «El Murciélago» debemos atender a la mitología aborigen australiana. El animal que le da título representa a la muerte y la historia de la serpiente Bubbur, cuyos personajes dan título a las partes en las que se divide la obra, avisa a los más espabilados del lugar de qué va a suceder.
Por supuesto, una novela policíaca, con asesinato de por medio, siempre nos instiga a cavilar acerca de quién es el asesino y en «El Murciélago» no cuesta nada saberlo, pues la persona que conoce quién es el malo arrastra a Hole hasta su presencia a propósito, para que él solito caiga en la cuenta. Pero también nos encontramos con una situación de abandono por parte del jardinero-escritor: el principal sospechoso queda en nada, ciertos individuos solo aparecen como meros adornos y otros, que casi no pintan nada, pasan a ser indispensables.
Es una novela con dos caras, siendo la mejor la segunda mitad.
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