Título original: «Woman Of The Year». 1942. EEUU. 109 min. Blanco y Negro. Dirección de George Stevens. Guión a cargo de Ring Lardner, Jr. y Michael Kanin, siendo galardonados con el Oscar al mejor guión original. Elenco: Spencer Tracy, Katherine Hepburn (nominada al Oscar a la major actriz)
Más allá de la lucha de sexos, el filme de George Stevens advierte del peligro, ya hace más de setenta años, de que las mujeres puedan verse obligadas a sacrificar su carrera profesional por tener la oportunidad de formar una familia o a sacrificar su maternidad con tal de conservar su alta posición laboral, pretendiendo que se alcance un punto medio de equilibrio; por lo que, en la actualidad, este película conserva plena vigencia
Con este título se dio a conocer uno de los taquillazos de 1942, que sirvió para reunir por primera vez a Spencer Tracy y a Katherine Hepburn, protagonizando una trama que se vendía como comedia cuando, en realidad, es una tragicomedia en la que los episodios de diversión se reservan a frases sarcásticas en boca de Tracy, con el sombrero de Sam Craig bien encasquetado, y a escenas absurdas propias de los hermanos Marx.
En unos EEUU en plena ebullición tras la entrada del país en la segunda guerra mundial, se produjo en su territorio la liberalización de la mujer y su ingreso masivo en el mercado laboral tradicional masculino. Siendo que los hombres iban a formar el grueso de los Ejércitos, las mujeres pasaron a sustituirles en sus puestos de trabajo y en empleos militares continentales, manteniéndose el tejido industrial y comercial de la nación y contribuyendo al esfuerzo de guerra el total de la población activa. La mujer pasó a una posición equiparable a la del hombre y el personaje que interpreta Katherine Hepburn, Tess Harding, es un ejemplo claro que, por exagerado, permite una plena comprensión de tal hecho: no solo es que encarne a una reputada periodista de la sección internacional de un periódico de gran tirada, sino que, por si fuera poco, se llega a sentar junto con Tracy en la tribuna de periodistas especializados del campo de los New York Yankees, ¡una mujer allí, qué escándalo!
La historia se puede resumir a la perfección con solo reproducir su escena final. Advierte del peligro, ya hace más de setenta años, de que las mujeres puedan verse obligadas a sacrificar su carrera profesional o su maternidad por tener la oportunidad de formar una familia (en la película encontraremos al respecto al niño refugiado Cris) con tal de conservar su alta posición laboral. Lo que podría entenderse como un mensaje machista se desfigura y corrige cuando Sam Craig le hace saber a su mujer que no quiere ni a Tess Harding ni a Tess Craig, sino a Tess Harding-Craig; quiere que su esposa siga siendo periodista, pero que también sea madre y ama de casa, un término medio en el que no se aprecie remanente de los dos extremos presentados por Hepburn: de adicta al trabajo y de sumisa encerrada en la cocina.
Por desgracia, la liberalización femenina de la década de 1940 quedó en agua de borrajas una vez firmados los tratados de paz y los hombres fueron obteniendo la licencia al cumplir el periodo de servicio y al adquirir los puntos necesarios. Tras cuatro años vestidos de uniforme y recibiendo órdenes sin parar, triunfó la corriente social de que había que hacer sentir a estos hombres como los jefes absolutistas de sus hogares, llegando a reducir a las mujeres a una especie de sirvientas más que compañeras; de ahí la imagen femenina de la década de 1950 del ama de casa con el delantal almidonado, perlas brillando en el fino cuello y una perenne sonrisa pegada en la cara.
La historia de «La mujer del año» refleja la lucha de Sam por casarse con Tess y también para convivir con ella, cosa nada fácil. Tras el abandono de Sam, Tess se dará cuenta de que aún siendo la mujer del año es fría y distante, irresponsable ante el matrimonio (cuya esencia tarda en comprender) y a la hora de formar familia.
Es un mensaje de equilibrio entre esposos tras una lucha de sexos y talentos, de comprensión mutua y afinidad, en el que la complicidad existente entre los dos actores permite que la cámara recoja instantes de intimidad y naturalidad de la pareja bajo los focos y entre las líneas de guión.
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