Series DC Cómics
Planeta de Agostini, Barcelona, 2009
288 páginas
ISBN: 978-84-674-8221-8
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El sol se hunde en el horizonte y la ciudad de Gotham se sumerge, más si cabe, en el reino de las sombras. El crimen y el miedo atenazan a sus habitantes, tan solo separados del mal por la larga capa de un enmascarado obsesionado con la Justicia y la venganza. Y es durante las noches cuando no hay descanso que valga para ese hombre, mitad héroe, mitad monstruo que se hace llamar Batman.
Entre las estanterías de una trémula tienda, Batman da con el Espantapájaros; lo detiene y lo entrega a las autoridades, pero este villano nunca había actuado como un vulgar ladrón, ¿qué hacía tratando de llevarse un artefacto esotérico como una mano momificada? El justiciero se irá así encontrando con una larga serie de viejos conocidos que han cambiado su modus operandi, todo ello mientras los asesinatos se suceden en las calles, a manos del misterioso “Medianoche”, un siniestro ser que se dedica a arrancar y coleccionar los corazones de sus víctimas, en una cruzada contra los males de la sociedad a base de puro terror, enfrentándose no pocas veces con Batman y afectándolo psicológicamente.
El caballero oscuro se lanza a la persecución de Medianoche en una trama dantesca en la que el protagonista se dejará la piel como detective, buscando y analizando pistas, caminando en círculos para dar con la razón de este nuevo reino criminal que surge desde las cloacas de Gotham.
La obra en sí se presenta, desde el plano literario, con el suficiente carisma para formar parte del universo de Batman, aunque poco parece seguir el canon oficial. «Gotham después de Medianoche» surge de la imaginación de Steve Niles, un exagerado y arquetípico aficionado a los cómics que pasó de regentar establecimientos especializados, escribiendo en la soledad iluminada por una lámpara de flexo, creando guión tras guión, a escalar en diversas editoriales desde lo más hondo (la autoedición) hasta la cima de DC.
Niles ingresó en la reducida logia del caballero oscuro con «Batman: condado de Gotham», junto al dibujante Scott Hampton, llevando al enmascarado muy lejos de los callejones sucios y peligrosos de la ciudad. Y volvió, en esta segunda ocasión, con una historia opresiva, con un Batman neurótico y más fácil de herir que de costumbre. El elemento perturbador, el villano Medianoche, juega con todos en su particular lucha contra el crimen, en una locura que va obteniendo réditos cada vez que el gran campanario emite doce lamentos metálicos que perturban la gélida y nocturna tranquilidad.
Es de Justicia reconocerle a Niles la redacción de un guión interesante desde el punto de vista del terror, a lo que es muy aficionado como demuestran sus anteriores títulos. Manipula a Batman y al lector, aunque los últimos capítulos, sobre todo el último, con un prescindible sermón por parte de Alfred, son engorrosos y engañosos, y parece creer el autor que es suficiente para dar punto final a la obra desvelar la identidad de quién se esconde tras la máscara de Medianoche. La sensación que tuve al cerrar el book fue la de tener entre las manos una historia con un fin precipitado, sin conclusión válida. Nos cierran la puerta en las narices, cuando el texto se ha plagado de villanos clásicos de la serie, pero como simple entretenimiento y pérdida de tiempo: señuelos de Medianoche. Bien, inteligente por un lado, pero, aunque sean marionetas, no pueden ser más patéticos (como sucede con el Espantapájaros y el Joker (este último solo para un conato de especial de Halloween un tanto fallido y destemplado)) y se llega al final sin un broche a la altura.
Pero esto que acabo de referir no es la cruz del cómic, sino lo que sigue. A los lápices está Kelley Jones, quien estuvo dibujando a Bruce Wayne y a su alter ego durante años para DC; incluso formó parte del equipo artístico que llevó a viñetas «The Sandman», la magna obra del guionista Neil Gaiman. En la introducción de «Gotham después de Medianoche», todo son aplausos, vítores y gritos de animadora sin bragas para Jones, pero su Batman nunca me ha parecido un trabajo, digamos, suficiente. Los rostros y cuerpos de los personajes son deformes, cuando el artista no se limita a esbozarlos con cuatro rayas mal hechas, con unos fondos pésimos. Y su Batman…, con esas poses de monstruo de serie B a punto de darte un susto a lo conde Drácula y esa capa que crece y decrece tan solo para llenar espacios donde el dibujante no sabía qué hacer para cubrir toda la viñeta… Incluso he llegado a comprobar que el justiciero, en ciertas ocasiones, posee hasta seis dedos en cada mano; supongo que un efecto secundario de hacer al caballero oscuro chutarse tantos esteroides.
Los trazos de Jones quizá fueron suficientes para el guionista, la editorial y los plazos de entrega, pero le falta el respeto a la trama y al lector, quien ha de ahogar bufidos que solo pueden traducirse como “menuda chapuza”. Pero no por ello estoy juzgando toda la bibliografía de Jones.
Resulta arriesgado recomendar «Gotham después de Medianoche», pues hay de todo, de lo bueno y lo malo, y hasta mejorable en una historia tan larga y oscura. Todo dependerá de vuestros bajos gustos y de lo quisquillosos que seáis desde un punto de vista técnico.
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