Plaza & Janés. Barcelona, 2003 Primera edición 474 páginas ISBN: 84-01-32888-8 |
Hasta la fecha no había experimentado tal sensación al leer una obra firmada por el conocido como Maestro de Bangor, y eso que he tenido buenas oportunidades para ello (véase «La tienda»). Ha sido con esta recopilación de catorce relatos cuando me han asaltado unas imperiosas ganas de cerrar las tapas y abandonar la lectura, asqueado.
Enfrentarse a estos títulos cortos puede ser una excelente idea para las jornadas de estío, mientras el sol aguanta sobre el firmamento, y así lo pensé; pero pronto me di cuenta de que King, o la editorial que le obligó a componer semejante rosario de historias, nos han embaucado como a unos primos (coniles, si pensamos en la novela «Joyland»). Salvo por algunas piezas como “Las hermanitas de Eluria”, “La habitación de la muerte” o “1408”, que me parecen excelentes, tanto que la última me puso la piel de gallina (probablemente sugestionado por la nota introductoria de King), el resto son una pila amorfa de palabras en la que predomina la narración en primera persona (bastante mal llevada, por cierto), que vomita protagonistas simétricos, de idéntica pátina y personalidad, con redundancia de efectos, como si las historias se plagiaran las unas a las otras de un modo desquiciante en un círculo sin fin.
King compone un menú nada original y apetecible; más bien una excusa para que su editor esté con la boca cerrada por un tiempo, o sumar más títulos a la estantería y alcanzar una cifra más alta en su cuenta bancaria; no lo sé. Se posicionan unos pocos relatos buenos junto a otros que parecen inseminados por el tedio del escritor o tocados por lo que deben ser en realidad: meros ejercicios para que la mente siga despierta en los días de huelga de brazos caídos de la Imaginación o de excesivo calor veraniego.
Tanto es así que hasta cuesta leer su prólogo, escrito por el mismo King, que no tiene el más mínimo sentido, pues lo mismo trata de los escasos beneficios de la emisora de radio que tiene en propiedad que de los primeros pasos de la Literatura en Internet. Mientras pasaba las páginas, las mismas que debían llevarme a la razón de ser de ese libro, porqué King había parido semejante criatura, me preguntaba qué narices era toda aquella mierda. Llegué al punto de estar convencido de haber malgastado el tiempo, no digamos ya cuando tropecé con algunas de estas historias, que parecen ser calcos de otras anteriores e, incluso, servirse de argumentos que podrían haber sido útiles para algunas de sus novelas de los años ’70, pues “Todo es eventual” parece tributaria, en algunos aspectos, de «Ojos de fuego».
Como siempre, hay una nota autobiográfica, y ésta la encontraremos en la inclusión de “Montando la bala”, un relato que fue pionero en esto de los ebooks que, en buena parte, me ha servido de íntima redención; pero, salvo unas contadas excepciones y las explicaciones de King sobre de dónde le surgen las ideas, poco o nada nos puede aportar este compendio que me ha decepcionado enormemente. He leído anteriormente otros recopilatorios de King y siempre me parecieron geniales, por lo que se ahonda más mi disgusto respecto a este “paquete” de catorce relatos.
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