martes, enero 22, 2019

Guardia de cómic: reseña a los dos volúmenes de «El oro y la sangre»

Título original: «L'Or et le sang»
2014 SPACEMAN BOOKS
ISBN: 978-84-94324-1-2 y 978-84-16417-00-1
Traducción: Lorenzo F. Díaz
Dos volúmenes de 113 y 120 páginas respectivamente
Si lo que se busca es pasar el rato con una trepidante narración clásica de aventuras, es una obra perfecta. Eso sí, no esperéis entre sus páginas mucha fidelidad histórica, pues el trabajo de documentación deja, en muchos aspectos, bastante de qué desear

Maurin Defrance y Fabien Nury, al guión, y Fabien Bedouel y Merwan, al dibujo, nos presentan la historia de dos hombres que se conocieron en las trincheras durante la Gran Guerra; de dos hombres de dispares orígenes, cuyas vidas se unen con fuertes lazos de amistad y por unas ganas locas de cumplir con un sueño que los mantuvo vivos bajo los obuses del enemigo: ser piratas en el Mediterráneo y seguir, en la medida de lo posible, los pasos de Arudj Barbarroja. Ellos son Calixte de Prampéand y León Matilo. El primero es un oficial de noble cuna que no encuentra su lugar tras la firma de la paz; en su mansión le espera una esposa a la que no ama y un mundo que le resulta hostil pues carece de empatía hacia el cruel destino de los soldados caídos y el de aquellos que lograron sobrevivir y sufren un constante desprecio social. Calixte se siente extranjero entre las paredes que lo vieron crecen.

León es un corso, un soldado raso arrastrado al fuego de la guerra y que ayuda a Calixte a aguantar en el infierno, ganándose el agradecimiento eterno del oficial. La paz para él supondrá volver a la miseria en la que se movía por Marsella, como uno más dentro del organigrama de los círculos mafiosos, como un criminal de baja estofa, pero León es un tipo listo, intrépido y sin nada que perder.

Tras el armisticio y la firma de la vergonzante Paz de Versalles, ambos amigos se reencuentran. La urgencia de Calixte por huir de su cómoda prisión y los planes oscuros de León precipitarán una aventura que llevará a ambos al Norte de África y a hacer dinero a costa de los incontrolables excedentes de guerra. No importa quién sea el mejor postor, por lo que ambos no se arrugan en tratar con Abd-El-Krim e involucrarse en el conflicto del Rif como traficantes de armas. Pero lo que era una simple aventura para enriquecerse y vivir rápido, sin colores ni banderas, termina siendo un compromiso por culpa de Calixte: el ex oficial parece haber encontrado un hogar entre las colinas peladas donde son dueños los rifeños, dirigiendo a las tribus en una guerra contra las potencias colonialistas. En Calixte se produce una metamorfosis que le hace renegar de su pasado, de todo, llevando a León a la zaga y a regañadientes. Calixte acaba dirigiendo el harka, se convierte al Islam y hasta contrae nupcias con la bella y dura Anissa, todo ello en mitad de la vorágine del Desastre de Annual y los meses que vinieron después.

«El oro y la sangre» bebe directamente, salvo mejor opinión, del relato de Rudyard Kipling «El hombre que pudo ser rey», quizá más de su versión cinematográfica a cargo de John Houston. La narración de aventuras es de ganas de patearle el culo al destino, de tomar las riendas y ganar por la vía fácil; un viaje de cambio, de encontrar un nuevo sentido vital, de arrancar todas las capas a los personajes principales, aún con sus contradicciones, hipocresías, pecados y hasta virtudes.

Son dos tomos (cuatro en el original francés) que se leen fácil, con el gancho de un anciano León que relata su vida a un chiquillo para el que los sueños no se han convertido en realidad, que no conoce el hedor de la pólvora y la sangre. Pero si se tiene algo de idea de la época y el conflicto que sirve de telón de fondo, el apartado gráfico deja de qué desear en cuanto a ambientación y fidelidad, sobre todo en lo referente a los españoles. No sé de dónde se habrán sacado los autores el que los oficiales del Ejército de Alfonso XIII vistieran képis o sus hombres uniformes como los de los soldados italianos de la década de 1930. Tampoco sé qué material documental han consultado para dibujar al general Silvestre, siendo que el real y el del cómic se parecen lo mismo que un huevo a una castaña. ¿Más? ¿Queremos más? La bandera que ondea en los cuarteles españoles tiene un escudo que no se vería hasta 1982, para terminar con el blanqueamiento de los rifeños, cuya forma de hacer la guerra queda silenciada, al contrario que con respecto al bando europeo (coincido en que hay que repartir las cartas que corresponden a cada cual, pero no me parece que los harkeños se merezcan semejante discriminación positiva). ¡Ah, se me olvidaba! Aparece hasta Franco como fugaz secundario, pero ni aciertan con su graduación militar en aquel entonces.

Y seguro que me dejo mucho, pero no estoy para tales esfuerzos.

No habría supuesto un esfuerzo titánico haberse documentado mejor, pues la información está disponible con solo entrar en Wikipedia, las veinticuatro horas del día.

Pero, bueno… Si lo que se pretende es pasar un buen rato con una lectura de aventuras con estilo clásico, sin ser escrupulosos, «El oro y la sangre» es más que recomendable.

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