martes, febrero 12, 2019

Guardia de cine: reseña a «El espía»

Título original: «Breach». 2007. EEUU. Drama. Color. 1 h. y 50 min. Dirección: Billy Ray. Guión: Adam Mazer, William L. Rotko y Billy Ray. Elenco: Chris Cooper, Ryan Phillipe, Laura Linney, Caroline Dhavernas, Gary Cole, Dennis Haysbert

«El espía» retrata de forma gris los dos meses previos a la captura del hombre considerado, por entonces, como el traidor más peligroso para los Estados Unidos de América. Recomiendo encarecidamente esta película a quien guste del cine de espías de toda la vida, sin artificios, despropósitos ni guaperas rabiosos

¿Dónde se encuentra el límite entre la confianza y el recelo? ¿Cuándo alguien puede entregarse a una tercera persona con los ojos cerrados? ¿Dónde se separan el patriotismo y la alta traición en la mente de un agente de Inteligencia?

«El espía» intenta retratar de forma gris los dos meses previos a la captura del considerado, por entonces, como el traidor más peligroso para los Estados Unidos de América, quien puso en peligro de muerte, colaborado en la eliminación a cerca de medio centenar de agentes y provocado una quiebra irreparable en la seguridad de la nación: Robert Hansen, un hombre con veinticinco años de servicio en el FBI y una de las figuras clave de la Inteligencia americana durante los últimos estadios de la Guerra Fría. Aunque, claro, no sabemos ahora si seguirá conservando su infame puesto en el cajón tras la entrada en escena de alguien de la talla de Edward Snowden, pues esta trama pertenece a un periodo en el que el mundo era diferente: en el que las Torres Gemelas seguían irguiéndose y dando sombra a la isla de Manhattan.

Hansen era un individuo irritante, irascible, violento y suspicaz sobre el que su aura de ultracatólico le proporcionaba otra de lealtad prácticamente inquebrantable. Si se le trataba de cerca y se superaba con éxito los primeros filtros de agresividad y territorialidad, podría causar admiración. Eso es lo que le sucede a Eric O'Neill, un chaval de contraterrorismo que busca y acepta misiones con tal de ganar su placa de agente del FBI y al que, por lo visto, castigan encasquetándole el trabajo de asistente personal de Hansen, quien está a punto de jubilarse. Eric es el espía del espía: ha de comprobar qué hay de verdad en las acusaciones de abuso y perversión sexual que penden sobre Hansen y que, por el momento, no habían visto la luz pública. Durante las primeras semanas, Eric termina convenciéndose de que su tarea es una arriesgada pérdida de tiempo; una estupidez deshonesta para un protagonista que se deja arrastrar por la fuerte personalidad, atractiva y controladora, de Hansen, hasta el punto de que su jefe trasciende al nivel personal y afecta a la vida conyugal de Eric.

Sin apoyo, Eric se ve abocado a una relación que supera los márgenes de lo que se entiende como normal entre un superior y un subordinado, más aún cuando descubre el objetivo real de la operación en la que él es el anzuelo: Robert Hansen es el enemigo doméstico número 1 de los EEUU, alguien a quien hay que neutralizar y capturar antes de que se vaya de rositas.

La trama que da base a la película la hace merecedora de ser calificada en ciertos sitios web como una de las cien mejores producciones de espionaje de la Historia. Comparto esa opinión pues el argumento clásico es real y carente de cegadoras explosiones, mareantes persecuciones y no menos movidas coreografías de peleas cuerpo a cuerpo, así como del consabido empacho de alta tecnología que han contaminado los modernos argumentos del género. Ambientada en el invierno del recién estrenado año 2001, es una historia de típica labor detectivesca, de agentes en una red de mentiras sin fin y de lealtades que se pagan con moneda falsa; una narración en la que los personajes sufren la tensión de estar en el ojo del huracán, fuertemente anclados, mientras todo a su alrededor sale despedido al cielo y gira hasta quedar destrozado y, con estrépito, es escupido al suelo.

Siendo que la película arranca con una rueda de prensa en la que se da a conocer la detención por alta traición de Robert Hansen, quien va a estar hasta el fin de sus días en una celda de máxima seguridad, no hay obstáculo que nos dificulte saber en qué terminará todo, aún no conociendo nada de este incidente previo al atentado del 11-S; pero tampoco para disfrutar, dejarse seducir por la tensión creciente que despliega el guión gracias a los posos de una personalidad como la de Hansen

El miedo a fracasar en la caza del topo, a no cobrar la pieza que, en el fondo, no dejaría de ser un trofeo para una victoria pírrica, es constante.

Por tanto, a quien guste del cine de espías de toda la vida, sin artificios, despropósitos ni arrebatadores guaperas, recomiendo encarecidamente «El espía».

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