Título original: «Ah-ga-ssi». 2016. EEUU. 2 h y 25 m. Triller. Dirección: Cha-wook Park. Guión: Seo-kyeong Jeong y Chan-wook Park, basado en la novela de Sarah Water. Elenco: Min-hee Kim, Taer-I Mim, Jun-woo Ha, Jin-Woong Cho
Una intriga de época, de tintes clásicos con la renovada liberalidad actual del cine coreano. Una cinta en la que todo está medido con pulcritud para perturbarnos
El juego de sombras que puede crear una telaraña llega a confundir a quien la admira y esto es lo que pretende esta extraña, como poco, pero brillante película coreana que cubre con capas de fina seda y lustroso cuero una trama de intriga y suspense que da comienzo con el plan de dos ladrones por hacerse con la fortuna de una rica heredera japonesa que vive recluida en la gran mansión de su tío Kouzuki, el cual se ha hecho con un gran patrimonio y una amplia y codiciada biblioteca. La estratagema es simple: Sook-Hee entrará a trabajar como doncella de la joven e ingenua lady Hideko, tras lo cual hará inmediata entrada en escena el cerebro del engaño, presentándose como el conde Fujiwara, un noble japonés aficionado a la pintura, que hará todo por seducir a la desamparada chica, convencerla de que se fugue con él a Japón y contraer ahí nupcias; Fujiwara, entonces, reclamaría el importe total de la herencia de forma legal, momento en el que se preocuparía de ingresar a su joven esposa en un manicomio del que nunca saldría con vida. Un cruel plan destinado a destrozar a una persona por varios frentes, sin posibilidad de salvación, y todo por dinero. Pero el argumento da un giro inesperado cuando quien acaba tras los muros del sanatorio es la ladrona Sook-Hee. ¿Qué ha pasado? ¿Qué nos hemos perdido? Es ahí cuando se nos relatará una segunda y tercera red de mentiras tejidas con delicadeza en torno al trío protagonista y a la vida en el interior de mansión Kouzuki, donde el maltrato físico y psicológico da brillo a una perturbadora danza lenta en la que las lecturas de textos de gran carga sexual que está obligada a hacer Sasaki, la tía de Hideko, y su posterior y aparente suicidio se entrelazan con las engañosas motivaciones de Hideko al conocer de la verdadera suerte de su tía.
Mentiras y sexo que no dejarán a nadie indiferente, aunque sí clavado en el asiento, como hipnotizado ante el desfile de imágenes y encuadres de oscuridad creciente y carne desnuda. Poesía visual que va decayendo hacia su tercio final, quizá debido a la creciente oscuridad, no del todo bien representada en el desenlace de los dos personajes principales masculinos; como también por la abundancia de escenas de sexo lésbico y sadismo que emborronan groseramente la historia de amor verdadero entre Hideko y Sook-Hee.
Todo en la cinta está medido con pulcritud para perturbarnos. La mansión que es mitad victoriana, mitad clásica nipona; las lecturas de Sasaki y, luego, de Hideko ante un reducido público de pervertidos; los recuerdos de Hideko junto a su tía; el delirio engañoso entre mentirosos que, aún dentro de su sencillez, no resulta fácil de seguir en un primer visionado. Obviamente no es producto del gusto de cualquiera, debiendo uno acercarse a esta película comprendiendo antes el extravagante impulso oriental por la búsqueda del placer por los caminos más insospechados y hasta monstruosos, los cuales, sea dicho en honor a la verdad, no son tan distintos a aquellos que discurren en estas orillas y por los que nosotros correteamos debidamente embozados.
Tras todo el aparataje sexual que a muchos puede que sea lo único que les interese de este film, la intriga encaja y hasta insufla aire a las vetustas producciones de antaño. Estoy seguro que «La doncella» le habría encantado hasta al mismísimo Alfred Hitchcock.
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