martes, junio 25, 2019

Guardia de literatura: reseña a «Japón especulativo»

Título original: «Speculative Japan: 
Outstanding tales of science
fiction and fantasy»
Satori Ediciones, Gijón
Satori Ficción, nº 14
Primera edición: septiembre de 2017
Traducción: Alexander Páez
ISBN: 978-82-946732-9-0
352 páginas

Digno es de aplauso el esfuerzo combinado que nos ha permitido leer estas visiones escritas entre las décadas de 1960 y 1980, pero hay algo en ellas que resulta ofensivo para aquellos que sentimos sus tapas entre las manos, pues no es un compendio equilibrado: está plagado de llagas de tedio e incomprensión involuntaria; de una pesadez que solo unos contados relatos, como «Chica», «La caja universo de Reiko» o «La leyenda de la nave espacial de papel», pueden hacer liviana

Aquellas imágenes congeladas en las que el Ser humano se enfrenta a su futuro, a sus defectos y miedos en territorios alejados de la Tierra, allá donde florecen los sentimientos en robots o donde cedemos ante el control masivo de nuestro libre albedrío, ahogándolo en la felicidad colectiva impuesta, siempre han sido un campo fértil para escribir turbadores cuentos o relatos breves. De sobra son conocidos los títulos que firmó Ray Bradbury, quien se convirtió en agricultor de narraciones profundamente humanas, de esas que te hacen reflexionar y llegar a comprender que la ciencia-ficción no es un género menor, sino una de las pocas formas que tiene un escritor para alertar y hacer calar un mensaje acompañado de una parpadeante luz roja.

Como hombre occidental que soy, criado en Europa, uno termina solo absorbiendo la “doctrina” de los consagrados autores occidentales. Por eso y más, siempre aprovecho la oportunidad de acercarme a esas otras esquinas de la habitación, donde el género de la ciencia-ficción se vuelve más revoltoso, como sucede en el Extremo Oriente tras la segunda guerra mundial, siendo el anime japonés buena prueba de ello.

Satori Ediciones tuvo a bien traducir al castellano y publicar una selección de quince relatos editados en inglés por Gene Van Troyer y Grania Davis, titulado «Speculative Japan: Outstanding tales of science fiction and fantasy», publicados originalmente entre los años 1960 y 1980 en diferentes y eminentes revistas del género en el país del Sol naciente; algunos de ellos firmados por los más renombrados autores nacionales.

Un titánico esfuerzo cristalizado tras largos años de estudio y pasión por parte de unas contadas personas fuertemente atraídas por la visión propia y singular del género especulativo nipón, por lo que no voy a hacer sangre con esta compilación; pero un trabajo que debería brillar termina siquiera arrancando una chispa. Aunque resulte interesante y hasta instructivo, los responsables de la edición original dedicaron más de una cuarta parte del volumen a explicar o destripar lo que hicieron. Esto está muy bien según quién sea el destinatario: saber el origen de las revistas pulp niponas de posguerra y la mano de varios autores en el surgimiento y desarrollo de las mismas, a modo de aquellas añejas ediciones de clásicos que, leídos en el instituto, permitían que un modesto suficiente se convirtiese en un sobresaliente de zapatos de cristal y alcoba real con el solo esfuerzo de leerse las primeras cincuentas páginas de introducción. Sin embargo, éste no fue mi caso y pasé casi directo al primera relato, en cuanto me entraron ganar de izar la bandera blanca (como cierre del volumen encontraremos más y más notas), llegada la página número 30.

El primer cuento lo encontraremos en la página 59 y está firmado por Komatsu Sakyo, uno de los grandes de las letras japonesas. Llevando «Fauces salvajes» como título, no sabes a qué te puedes estar enfrentando hasta que pasas unos párrafos. La lectura de esta primera entrega me resultó desagradable, tanto que se me revolvieron las tripas y salté al siguiente, «La hora de la revolución», de Hirai Kazumasa, una historia interesante acerca de un futuro distópico y viajes en el Tiempo con la que se advierte cierta tónica en la selección: los argumentos son magníficos para novelas, pero, por desgracia, se han desarrollado como relatos breves de forma pobre y casi siempre rubricados con un final abrupto; su premisa inicial, digna de aplauso, se cierra a trompicones a las puertas de la última página.

El tercer relato, «Hikari», de Kono Tensei, es uno de los mejores que encontraremos y que más me ha recordado al trabajo de Bradbury y Asimov. Despierta no poca inquietud, al igual que el que le sigue, «Me desharé de tu pesar», de Mayumura Taku, una mofa al excesivamente servicial y entregado oficinista japonés.

«El sendero hacia el mar», de Ishikawa Takashi, mezcla sueño con realidad en un espacio muy corto (tres páginas), llevándonos hasta un mar muy particular, cuya visión empuja a un niño de corta edad a escaparse de casa. A este relato le sigue el extraño «¿Adónde vuelan ahora los pájaros?», de Yamano Koichi, una historia de planos multidimensionales cuya estructura narrativa puede reorganizarse a voluntad por el lector, pero que es, como poco, pesado por su exigencia mental y longitud.

«Otro Prince of Wales», de Toyota Aritsune, describe un futuro en el que las guerras son poco menos que un espectáculo del que todo el mundo quiere formar parte, monitorizadas por un departamento de las Naciones Unidas que fija las reglas, el número de contendientes y el tipo de armas. El protagonista, que es a la sazón el narrador, va relacionando los prolegómenos de una nueva guerra entre Japón e Inglaterra con armamento de 1941.

«La vida de las flores es corta», de Fukushima Masami, es el relato más bello y delicado de todos los escogidos, muy en la onda de Bradbury, al que le sigue el perturbador «Chica», de Ohara Mariko, cuyo argumento recupera el futuro distópico postnuclear y sigue las andanzas de un transexual bisexual que conoce a una extraña chica que bien puede ser humana, robot que alienígena; una chispa de luz en una ciudad oscura y entregada al vicio. «Chica» es, ante todo, un paradigma de lo que he advertido al comienzo: una excelente narración que se rompe con un final rápido y escrito por alguien que no se atreve a desarrollarlo y darle una resolución más coherente.

«Mujer de pie», de Tsutsui Yasutaka, es otro relato inquietante, acerca de un mundo en el que aquello que “sobra”, como ciertos animales, a los que hay que mantener con comida que podría ir destinada a las personas, o aquellos cuyos pensamientos y acciones van en contra del orden establecido, es convertido en árbol para hacer más amable la industrializada ciudad.

«Caja de cartón», de Hamura Ryo, es un cuento de vida y muerte de una caja de cartón cuyo único propósito, al igual que el del resto de sus compañeras, es ser útil y llenada hasta los bordes con todo tipo de objetos. A éste le sigue «La leyenda de la nave espacial de papel», de Yano Tetsu, que narra la historia de Osen, una bella y, en apariencia, discapacitada metal, de la que abusa sexualmente todos los hombres de una aldea de las profundidades del país durante la segunda guerra mundial, así como la de su hijo, Emón, quienes parecen descender de una extirpe de hombres del espacio llegados y olvidados hace siglos.

«La caja universo de Reiko», de Kaijo Shinji, es otro relato con regusto a Bradbury y que describe el deterioro de una joven pareja de recién casados en una sociedad de entrega total al trabajo y al marido, al que siguen los dos que dan cierre a la recopilación: «Mogera Wogura», de Kawakami Hiromi, protagonizado por un topo que convive y hasta trabaja en una oficina rodeado de humanos, y «Adrenalina», de Yoshimazu Gozo, que no hay quién lo entienda, pero que también recuerda, en su presentación, a otro de Bradbury.

No tengo duda de la importancia del aporte nipón a la cultura de la ciencia ficción, pues es un país que vive en el futuro desde hace décadas, que asombra cada vez que nuestros ojos redondos se abren a la cotidianeidad de estas gentes, a la sociedad heredera del estallido de la bomba atómica, con su inigualable exotismo. Digno es de aplauso el esfuerzo combinado que nos ha permitido leer estas visiones escritas entre las décadas de 1960 y 1980, pero hay algo en ellas que resulta ofensivo para aquellos que sentimos sus tapas entre las manos, pues no es un compendio equilibrado: está plagado de llagas de tedio e incomprensión involuntaria; de una pesadez que solo unos contados relatos, como «Chica», «La caja universo de Reiko» o «La leyenda de la nave espacial de papel», pueden hacer liviana.

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