martes, enero 28, 2014

Guardia de cine: «El Libro Negro»

Título original: “Zwartboek”. Países Bajos. 2006. 112 Min. Género: bélico/drama/thriller. Color. Director: Paul Verhoeven. Interpretación: Carice van Houten, Thom Hoffman, Gijs Scholten van Aschat, Jochum ten Haaf,Halina Reijn, Sebastian Koch, Waldemar Kobus, Christian Berkel, Derek de Lint,Dolf de Vries, Peter Blok, Michiel Huisman

Aunque pocos por estos lugares se lo creerían, Paul Verhoeven es mucho más que «Robocop». Y si al cine creado en su país nos referimos, brillan con luz propia sus obras ambientadas durante la ocupación de Holanda entre 1940 y 1945. 

En primer lugar tenemos «Eric, agente de la reina», con un aún joven Rutger Hauer antes de alcanzar fama mundial a principios de la década de 1980 con su papel del replicante Roy Batty en «Blade Runner». En este filme, aunque Hauer era el protagonista principal, estamos ante una historia casi coral que gira alrededor de un grupo de amigos de Universidad a los que la guerra y la posterior invasión les deparará destinos bien dispares como el acabar con una bala en la nuca tras cavar su propia tumba en la arena por ser judío, pasando por unirse a las Fuerzas holandesa en el Reino Unido o quedarse en Flandes vistiendo el uniforme de las SS.

Por su parte, esta producción que os traigo a estas líneas, «El Libro Negro», arranca con el recurso narrativo de iniciar la historia con algo tan simple como el casual reencuentro de dos personas muchos años después de desarrollarse la trama. Este cruce de caminos acabará reventando el cerrojo de la caja de los recuerdos. 

Rachel Stein es una joven judía que vive oculta en el desván de una familia que asume esa carga con cierta desgana, no sabemos si por ser cristianos o por la desvergonzada y cabaretesca actitud con la que Rachel guía su vida.

Tras una serie de incidentes que van apilando cadáveres a su alrededor, incluso los de sus padres y hermano a manos de las SS, la chica se une a la Resistencia holandesa en su vertiente no pacífica, impulsada por un ardiente fuego de venganza que la ayudará a no tener pudor en bajarse las bragas y meterse en la cama de su enemigo.

La trama se va complicando a medida que la hora de la Liberación se acerca y no digamos ya cuando los ingleses se pasean por las calles de La Haya. El que parecía de los buenos, no lo es y otro tanto pasa con los del otro bando. Incluso aquellos que han arriesgado sus vidas por su país acaban en el lado «incorrecto», por decirlo de alguna forma comprensible, sufriendo vejaciones por parte de los que, una vez desarmados los alemanes, les faltó tiempo para colocarse el brazalete naranja en el brazo, bien visible, como si siempre hubieran sido valientes resistentes desde el primerísimo día, lo cual es una burda mentira.

Verhoeven no olvida traer a su filme algo que fue una triste tónica tras el fin de la contienda mundial. Hombres y mujeres que hicieron todo lo posible por luchar contra el mal, salvando miles de vidas, y que acabaron recibiendo como único pago el insulto fácil y el exilio forzoso; mientras muchos de los verdugos, no todos afortunadamente aunque demasiados por desgracia,  veían como la sombra de la Justicia ni llegaba a acercárseles y que, con distinta chaqueta, se amoldaban a los nuevos tiempos. 

«El Libro Negro» es una película muy completa a todos los niveles. Retrata un momento y una sociedad en guerra donde los buenos ideales se confunden con lo más bajo. No pretende fraguar un imposible como ya lo hicieron otros directores: bandos «buenos» y «malos». Ha querido plasmar una realidad a través de una historia real y para nada trata de enterrar vergüenzas como el antisemitismo galopante que no solo anidaba en las pecheras de los uniformes alemanes, sino también dentro del fervor de muchos miembros de la Resistencia, como la propia protagonista podrá sentir en sus carnes.

Otra virtud de esta producción es la naturalidad de las situaciones cotidianas que se incrustan dentro de la típica trama de lucha de resistencia durante la segunda guerra mundial; sin dejarse atrás ciertas «marcas de la casa» como la abundancia de senos y escenas escatológicas dentro y fuera de cuartos de baño.

La ambientación resulta perfecta en su sencillez, aunque dejando entrar hasta escenas con aviones de combate. Se busca el detalle y no encubrir vacíos.

Debido a las fechas de publicación de este post, habrá quien, al habérsele encontrado referenciado en este blog, concluirá que he visionado «El Libro Negro» arrastrado por la aborrecida campaña publicitaria y de autobombo de A3MEDIA que giró alrededor del último capítulo de la adaptación televisiva de «El tiempo entre costuras», pero se equivoca estrepitosamente. 

Ha sido una simple casualidad que acabara en el reproductor del dvd anteriormente y esto no tiene porqué sonar falso. Ni he leído la novela de María Dueñas ni he visionado el metraje de esa serie más allá de unos tediosos cinco minutos. No tenía la intención de pasar las noches de los lunes pegado a una trama que cuenta con un par de errores de bulto que la harían imposible en la realidad, y a mi simple culturilla general sobre la segunda guerra mundial me remito.

En cada esquina me encuentro con este producto que me ha provocado cierta pena por el fin de las vacas gordas «grises» de los fabricantes de látex y cuero. Justo lo contrario por los ahora alborozados miembros del sector del textil dedicados a las máquinas de coser y a la confección de telas. No digamos ya para esos sufridos maridos cuyos matrimonios, a golpe de aguja mecánica, ya están a salvo no teniendo que volver a representar números circenses de doma, látigo en mano y encerrados en la jaula del dormitorio, mientras se enfrentaban a una fiera entrada en carnes, eso sí, apretadas y desafiantes a la leyes de la física dentro de un camisón que no dejaba nada a la imaginación.

Los chicos de LASEXTA3 no me cogieron por banda. Ya me había visto la peli con anterioridad. Los de la otrora «subversiva» cadena de televisión, siguiendo las directrices del Amo de meternos hasta la tráquea la cuchara con la sopita de la espía, pues programaron un ciclo de cine (francés y holandés) de espionaje femenino porque en este país, ¡oh!, nos hemos enterado de sopetón que durante la segunda guerra mundial hubo espías españoles y que, ¡oh, my god!, algunos eran mujeres. ¡Ay, que se me cae el cupcake!

Que nadie se nos desmaye, que el 112 está para emergencias con fundamento. Por favor, que todo el mundo se quede bien sentadito, inspire, respire, vuelva a inspirar y siga leyendo, si quiere seguir con esta «chapada». 

Este «desconocimiento» histórico no se lo podemos achacar a los catedráticos neofranquistas que se llevan siempre todos los palos (con mucha razón en no pocos casos), sino a que formamos parte de un país garbancero, lleno de garbanzos. Las venas del cuello se nos hinchan cada vez que le quitan una subvención a Almodóvar, ante esos «ataques a la cultura», mientras no tenemos ni puta idea de quien era el pavo o la pava que da nombre a la calle en la que vivimos. Simplemente es porque nos da igual. Vivimos en una sociedad en la que esas cosas no están bien vistas, aunque tengamos que pagar la universidad hasta al más idiota del grupo, no vaya a ser que no sepa lo que se siente al comer el rancio bocata de tortilla de patatas de la cafetería, el cual ha superado con éxito el tránsito alquimico de olvidar el color amarillo y adoptar el verde.

Somos los abanderados de un país en el que el analfabetismo integrado en todos los estratos sociales siempre a estado, está y estará más que de moda, ¿verdad, Belén? Y que nadie emplee mis palabras para inflamar su tosca lengua. Esto no es discurso que se pueda emplear contra los recortes en materia de Educación del Gobierno de turno, que para según cual sea el partido que los aplique y quien los critique, son recortes fascistas o reajustes necesarios aplicados por los legítimos representantes democráticos del pueblo. Me importa una mierda lo que sean, porque el quitar o poner no va a cambiar nada. El idiota triunfa porque la sociedad quiere que sus miembros alcancen el poder sirviéndose de su sinvergüencería innata. Claro, luego nos parece pavoroso que esos tipos estén ahí mandando y llenándose los bolsillos como si no hubiera mañana. Ahora, nuestra mayor preocupación, según el CIS, es la corrupción. Vaya, como que en el fondo no deberían admitir en la RAE como sinónimo de español la palabra corrupto. Como si fuera algo ajeno a los españolitos de infantería que se creen que la Ley se amolda a sus gustos y malicia...

Hay que alcanzar ese poder o «igualitarismo» con la Ley del Mínimo Esfuerzo. Los más ineptos serán nuestros dirigentes mientras que los que alcanzan conocimientos serán los que acaben barriendo las calles porque «se les ha ocurrido estudiar». Y esto lo sé y lo digo así porque lo veo todos los puñeteros días. 

Supongo que todo es culpa de nuestra equivocada concepción cristiano-católica de ver las cosas. Dios proveerá y hasta nos limpiará el trasero. Solo hay que sentarse a esperar y que alguien haga algo. 

Quizá nos vendría bien aplicarnos el cuento cristiano-protestante, pero claro, eso es muy alemán y, por tanto, algo fascista.

En el país de los ciegos, el tuerto es el rey. En el país de los estúpidos, cualquiera.

Y, sinceramente, no sé cómo una simple reseña a una película me ha llevado hasta estos lodos.

Regresando a lo principal, «El Libro Negro» es una buena película que a los que mamáis desesperados la adaptación televisiva de «Canción de hielo y fuego» (sí, así, que no es «Juego de Tronos» por si alguien no se ha enterado aún), os parecerá demasiado suave a pesar de la abundancia de tetas, gemidos y mierda, pero que, aún así, captura la atención y es una verdadera lección de Historia.

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