viernes, mayo 30, 2014

30 de Mayo de 2014

ABC. HISTORIA MILITAR ESPAÑOLA


GONZALO LÓPEZ SÁNCHEZ / MADRID

El crucero «Canarias» trató de recoger a algunos de los 2.206 tripulantes del barco. Una de las naves más poderosas de Europa estaba averiada y luchaba contra fuerzas muy superiores


Puerto de El Ferrol,11.40 de la mañana del 27 de mayo de 1941. Bajo el cielo plomizo, el viento agita el pelo de un niño que observa la mole grisácea de un barco de guerra a punto de partir. Las ocho calderas rugen en las entrañas del «Canarias» y los alrededor de 1.000 tripulantes están listos para hacerse a la mar a la orden del capitán, Benigno González-Aller y Acebal.

Apenas una hora antes, a unas 700 millas al noroeste, la quilla del acorazado «Bismarck» se sumerge bajo el agua gélida del Atlántico, ante la emocionada mirada de varios centenares de naúfragos embadurnados de petróleo y que se debaten en el agua. Junto a los marineros que se ahogan, se hunde el emblema de la Kriegsmarine (Marina de Guerra de Alemania), el acorazado más poderoso y moderno de Europa y el barco que hizo saltar por los aires al «Hood», una de las nave de batalla más pesadas de la Royal Navy.

El almirantazgo británico se propuso entonces «hundir al "Bismarck"» a toda costa, y para ello movilizó a 64 buques de guerra, entre ellos 2 portaaviones y 5 acorazados. En ese momento, comienza la misión del crucero español «Canarias»: rescatar a los supervivientes del «Bismarck».

«Mi padre me lo contó. Y aunque era pequeño, entendí que había sido muy emocionante. Y peligroso. El "Canarias" podría haber sido torpedeado», cuenta José Ignacio González-Aller. Es hijo del comandante del «Canarias» en 1941 y contraalmirante retirado que ha escrito la historia del rescate. «Se había dado aviso a los británicos, y el barco iba perfectamente iluminado, con la bandera nacional pintada en las amuras y en las aletas, pero aún así cualquiera podía atacarle». Tenía seis años cuando fue al puerto de El Ferrol acompañado del repostero de su padre para ver zarpar al crucero. «Era un día muy nublado, con mucho viento y muy desagradable. [...] Aquella historia se comentó muchísimo en El Ferrol».

El crucero español enfila la ría de El Ferrol bajo la lluvia y el granizo. A las 12.12 h., con fuerte marejada y un viento del oeste de fuerza 3 a 4, la nave aumenta su velocidad a 22 nudos. La mayoría de los de a bordo no sabe cuál es su misión, pero se rumorea que España le va a declarar la guerra a la Gran Bretaña y que se va a interceptar el tráfico de mercantes aliado en el Atlántico.

¿Por qué si no internarse en la galerna y en un océano envuelto en una guerra sin cuartel? Podría ser que Franco finalmente hubiera accedido a entrar en la contienda. Al fin y al cabo, en 1941 Hitler es el dueño de Europa. Sus ejércitos han derrotado a Francia, sus aviones acosan a Gran Bretaña y sus barcos y submarinos estrangulan el talón de Aquiles de «Commonwealth»: el tráfico de mercantes.

Pero la verdad era otra. Mientras que el «Bismarck» aún luchaba en medio del temporal con el timón atascado y los británicos acercándose para cañonearle desde una distancia de tan solo 4.000 metros, el jefe del Estado Mayor del «Seekriegsleitung», almirante Otto Schniewind, le hizo a la Armada española, una petición de auxilio en previsión del fatal desenlace.

Por eso la proa del «Canarias» cabalga a duras penas la cresta de las olas. A pesar de sus 13.230 toneladas de desplazamiento y su eslora de 193,9 metros, sufre los embates del mar. Los dos destructores que iban a acompañarele, el «Gravina» y el «Alcalá Galiano», no le siguen, probablemente a causa del mal tiempo. El barco cruje, el viento de través le lleva a dar bandazos, y se producen daños en el pallete de colisión y en el tangón de babor. Así que su comandante, el capitán González-Aller, se ve obligado a aminorar la marcha hasta los 18 nudos en medio de una mar cada vez más gruesa.

Muchas millas al noroeste,los barcos británicos abandonan la operación de rescate de los náufragos del acorazado, por temor a la presencia de submarinos alemanes prestos a vengar al «Bismarck» e ignorando los gritos «angustiosos» de centenares de hombres que aún quedan en el agua. En total, han rescatado a 110 supervivientes, de una dotación de 2.206 personas. Las heridas, el agotamiento y el agua, a 13ºC, van acabando con los que aún viven.

Comienza la búsqueda de supervivientes
El día 28 a las 13.10, un día después de su salida y del hundimiento del «Bismarck», el «Canarias» llega a la zona de rescate en medio de una mar muy gruesa. El jefe del Estado Mayor de la Escuadra formada únicamente por el crucero radia el siguiente mensaje: «Situación al medio día 48ºN y 14º30ŽW, rumbo 290, velocidad 15 nudos, mar muy (...), viento NW fresco, achubascado. Mar dificulta extraordinariamente exploración. Dudo ver náufragos a no ser que casualidad nos lleve a ellos. Considero imposible operaciones salvamento si hubiera lugar. A 1100 avisté avión a través estribor. Desapareció rápido sin hacer señal».

A las 13.50 el crucero avista un salvavidas rojo. A las 14.17 el «Canarias» establece contacto de radio con el submarino alemán U-74, capitaneado por Eitel-Friedrich Kentrat, que le indica las coordenadas de «numerosos cadáveres y restos "Bismarck"». Ya a las 22.45, el crucero contacta con el barco meteorológico alemán «Sachsenwald», que le comunica que ha rescatado a dos supervivientes. En total, los alemanes rescatarían a 5 náufragos.

El mar se calma. La exploración continúa durante la noche y el día siguiente. A medida que se avistan objetos flotando (maderos, una verga, palletes, enjaretados, cajones, etc) y manchas de aceite, el barco maniobraba para reconocer su naturaleza, pero sin rastro de supervivientes. A las 12.19 del 29 de mayo, un Focke-Wulf-200C alemán da dos vueltas sobre el Canarias antes de alejarse hacia la Francia ocupada. A las 19.40 se avista otro submarino alemán (probablemente el U-74) y el «Canarias» se aproxima a él. El sumergible le comunica por medio de señales luminosas: «El comandante pregunta si tiene algún "sobrevivo" a bordo».

Dos marineros del «Bismarck»

El crucero contesta negativamente y continúa la búsqueda. A las 20.10 se avista otro submarino, quizás el U-48, y poco después, a las 21.21, al U-556. El día siguiente amanece con buena visibilidad y mar tendida. Se avistan otros dos submarinos (quizás el U-48 y el U-73) y entre las 8.20 y las 10.00 el «Canarias» encuentra dos cadáveres flotando. Los iza a bordo por medio de rezones, después de una complicada maniobra de aproximación que se realiza gobernando las máquinas a la voz del comandante.

Una vez a bordo los cadáveres, se da por cumplida la búsqueda de supervivientes. A las 10.15 el Canarias pone proa a La Coruña y manda este mensaje al Ministro de Marina: «A 9 horas, en 47 grados 45 minutos Norte y 15º 50 minutos Oeste, recogiendo cadáveres, tengo dos a bordo. Avisté 3 submarinos y un avión».

El capitán médico Rodríguez Gutiérrez examina los cuerpos y las placas de identificación de los dos marineros del «Bismarck. Se trata de un músico, Walter Grasczak, y de un señalero, Heinrich Neushwander. Los dos presentan heridas, pero el médico concluye que han muerto por «inhibición-asfixia», es decir, ahogados.

Al parecer para evitar «manifestaciones progermanas», el Mando le ordena al comandante que los cadáveres sean devueltos al mar con honores militares. Los cuerpos son amortajados en dos cois, lastrados y amarrados entre sí. Después, los colocan sobre un tablero y los cubren con la bandera alemana.

En el amanecer del día 31, se forma una guardia de honor alrededor del túmulo, y a las 10.00 se ponen las banderas del buque a media asta. La dotación que no estaba de servicio forma «mudada de blanco», con el comandante a la cabeza y el barco parado. El capellán reza un responso, la guardia militar dispara una descarga de fusilería y la banda de música toca el himno nacional alemán, mientras se hace bascular el tablero para deslizar los cadáveres. A continuación, el crucero completa una vuelta alrededor del lugar de fondeo de los cuerpos, con la marinería en posición de firmes bajo la observación en la distancia de un hidroavión alemán.

Los agradecimientos del III Reich

El intento de rescate llevado a cabo por el «Canarias» fue agradecido por la Marina de Guerra Alemania (Kriegsmarine) a través de una fotografía dedicada del gran almirante Raeder al capitán del «Canarias, González-Aller, y una carta acompañante: «El Jefe de la Marina de Guerra alemana quiere expresar con este regalo su gratitud personal al comandante del valeroso crucero "Canarias" y a la tripulación del buque a sus órdenes». El Ministro de Marina español recibió a su vez dos fotografías dedicadas: una de Raeder y otra del mismísimo Adolf Hitler.

El diario ABC sacó a portada el intento del rescate del «Canarias» el 7 de junio de 1941. En las páginas del interior, se podía leer lo siguiente: «Ha cabido a nuestro crucero "Canarias" el honor de recoger sobre las turbulentas aguas del mar de Islandia, los restos de los marinos alemanes que perecieron, en desigual combate, después de haber realizado la hazaña de hundir a uno de los buques más poderosos del mundo. El episodio del "Bismarck", que es historia y hermoso ejemplo, ha tenido un epílogo que ahora se revela y en el cual la Marina de guerra española ha cumplido con oportuno esfuerzo las leyes del mar y sus ritos impresionantes».

«El "Canarias" forzó sus máquinas y atravesando una de fuertes temporales, puso proa al lugar en que el «Bismarck» se hundía. Veinte horas de navegación, a toda máquina, rompiendo la galerna, en angustiosa alerta todos los servicios para ganar la milla y el minuto, con una angustiada esperanza de camaradería y humanidad...».

Entrevista a José Ignacio González-Aller
GONZALO LÓPEZ SÁNCHEZ/MADRID
El contraalmirante José Ignacio González-Aller Hierro tenía seis años cuando se hundió el Bismarck, pero aún recuerda la salida del «Canarias» y lo que contó su padre, el capitán del barco español. Con el objetivo de contar la historia del rescate «sin imprecisiones», el que fuera director del Museo Naval en 1991, ha investigado durante varios meses el parte de campaña del «Canarias», archivos personales del capitán y el Archivo Nacional de El Ferrol, entre otros. El resultado, está publicado en la Revista de Historia Naval.
-¿Le contó su padre cómo vivió aquellos días?
-Sí, ya me lo contó entonces, cuando tenía seis años. Entendí que habia sido muy emocionante. Y una acción peligrosa. El «Canarias» Podría haber sido torpedeado. Para evitarlo iba perfectamente iluminado, con la bandera nacional pintada en las amuras y las aletas y se había dado aviso a la Royal Navy. De hecho, Towey, el almirante de la flota que hundió al «Bismarck», cita al «Canarias».
Mi padre era un excelente profesional que había mandado 10 barcos. Había luchado en la Guerra Civil y era muy apreciado en la Marina. Era muy consciente de la responsabilidad de mandar un barco con 1.000 hombres a bordo en plena Segunda Guerra Mundial.
-Habló con un superviviente del «Bismarck»...
-Conocí a un mecánico del acorazado, Kurt Heinz Trenkmann, en un encuentro en Cartagena en el que los supervivientes del Bismarck homenajearon a la Armada por el intento de rescate intentado por el «Canarias».
Me contó que cuando el acorazado se hundía por fin, con la quilla al aire, él y todos los que estaban a su alrededor se pusieron a cantar el «Deutschland über alles» (el himno alemán) con el brazo en alto. Se le saltaban las lágrimas.
Otro de los supervivientes, el oficial Müllenheim-Rechberg, escribió sus experiencias a bordo del «Bismarck». Contó los últimos momentos de Lindemann, el comandante del acorazado. Cuando los británicos dejaron de disparar y el barco ya se hundía, se fue hacia la proa con la gorra y todas las condecoraciones en el uniforme, mientras los supervivientes intentaban abandonar el barco. Un repostero que tenía al lado se negó a abandonarlo y continuó al lado de su capitán. Cuando el barco se iba a dar la vuelta, Lindemann saludó en dirección a los barcos británicos y se quedó así hasta que la escora de arrojó al agua, desapareciendo entre las olas.

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