1 de agosto de 1914
Alemania declara la guerra a las 1930 horas cuando su embajador entrega al ministro de Estado ruso la pertinente nota.
La confusión se cebó en las oficinas de telegramas ante las noticias de movilizaciones generales de ejércitos y armadas.
Rusia se manifestó a favor de apoyar a Serbia ante la agresión militar austriaca, razón por la cual Alemania e Italia se veían en la obligación de echar un cable bien fuerte a su aliado. Y como la cosa del juego de alianzas comenzaba a rodar, Francia se veía constreñida a aportar su granito a favor del Zar.
Moscú movía ficha levantando la orden de movilización general y la cosa comenzó a pintar muy negro. Desde el Reino Unido, el presidente del Consejo, Asquith, trataba de llegar a una solución pacífica y logró un punto de encuentro entre el Kaiser y el Zar. La conciliación resultó sin avenencia.
“A las diez de la mañana, el Embajador alemán ha notificado al Gobierno francés la declaración de guerra de Alemania.
El Barón de Schoeden ha salido inmediatamente para su país, después de recoger los pasaportes en el Quai d’Orsay.”
Alemania inició la invasión de Francia saltándose a la torera la negativa de acceso en el territorio del reino de Bélgica, país neutral. Dicha violación del Derecho internacional dio motivo a Reino Unido para declarar la guerra a Alemania, uniéndose a Francia y a Rusia.
Como fichas de dominó, comenzó todo a caer. El Imperio del Japón que nada le debía importar lo que ocurría, como aliado del Reino Unido, decidió declarar la guerra a Alemania.
El poderío propio de las naciones aliadas, tanto continental como colonial, junto al hostigamiento en el Pacífico e Índico, comenzaría a notarse.
Francia ordena la movilización general de su Ejército.
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