Planeta D Agostini. Barcelona, 2011 Tapa dura 240 págs. ISBN: 978-84-684-7274-4 |
El cuerpo sin vida de Elizabeth Lupo aparece en un vertedero y Batman quiere dar con el asesino. Por las marcas que luce el cadáver, al primero al que hay que interrogar es, por necesidad, a Killer Croc, pero el justiciero sabe pronto que el detestable asesino tan solo ha podido ser un instrumento en manos de otro, siendo que todas las pistas conducen al sobreprotector hermano de Elizabet, Ángel Lupo, un vendedor de coches usados, saturados de piezas robadas en sus entrañas, y con conexiones más que dudosas en los bajos fondos de Pequeño Tokio.
Durante los primeros compases, Batman da con el paradero de Ángel, pero éste huye de la escena, de un callejón donde un matrimonio morirá a balazos delante de su hijo. El vigilante entonces tomará el asunto como personal, más si cabe, al considerar a Lupo como el único responsable de las tres muertes; es entonces cuando, con una fuerte dosis de brutal persuasión, Batman moviliza a lo más granado de entre los callejones de Gotham, entre los que están el ya mentado Killer Croc, el Pingüino y Scarface, iniciándose una “caza del hombre” de consecuencias impredecibles tanto para la Justicia como para la propia capacidad deductiva de Batman, quien asume un rol puramente detectivesco en esta historia escrita por el gran Brian Azzarello e ilustrada a la perfección por Eduardo Risso, publicada en los números 620-625 de la línea regular (2003-2004).
«Batman. Ciudad rota» es una trama puramente noir que rezuma a criminalidad y a un justiciero tan oscuro como sus contrapartes, con unos métodos distantes de ser leales con la Ley, queriendo llegar más lejos y rápido que la policía, pero no por ello será capaz de alcanzar la meta deseada; buena prueba de ello es el desenlace, donde poco o nada es lo que parece en torno al desfile de dementes y desequilibrados señores de la oscuridad de Gotham. Azzarello escribe una historia dura y contundente, sin flecos, dejando que los personajes se expresen y se dobleguen ante el poder de Batman, incluso susurrándole al oído los errores cometidos por el justiciero. El guión se estructura (como es habitual) gracias a una sucesión de pensamientos del protagonista, apuntes personales con los que no se quiere dar lección moral alguna, pues el dolor que el ser humano puede infligir a otro es tan gratuito como carente de sentido, tanto si la víctima es una joven embarazada como unos despreocupados padres que pasean por las calles de la mano con su hijo.
Y la suerte es que Azzarello pudo haber contado con su compadre Eduardo Risso para llevar sus ideas del guión a las viñetas. Un cómic es, habitualmente, un trabajo al limón y si una de las partes no está al nivel, todo el proyecto irá por el sumidero, por mucho que acaba publicado y llegue a los aficionados por medio de las librerías. El dúo ha funcionado a la perfección, como una máquina bien engrasada que va adquiriendo velocidad, sin que los cambios de marcha se perciban, sin que la violencia se convierta en litros de sangre y vísceras, sino en un conducto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario