Título original: «Mystic River». 2003. EEUU-Australia. 2 h 18 min. Drama. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Brian Helgeland, basándose en la novella de Dennis Lehane. Elenco: Sean Penn. Tim Robbins, Kevin Bacon, Laurence Fishburne, Marcia Gay Harden, Laura Linney
Filme que deja en el espectador un buen sabor de boca; en el que Sean Penn se hace dueño y señor de la escena
Tres niños de once años juegan al hockey en plena calle durante el transcurso de una tarde apacible y gris que se convertirá, en un abrir y cerrar de ojos, en una pesadilla; algo más que un mal sueño que les acompañará durante el resto de sus vidas: un coche negro y dos hombres se cruzan en el destino de los chavales, siendo que uno de ellos, Dave, acabará siendo víctima de un secuestro que duraría cuatro largos días de abusos sexuales y violaciones por una pareja de pederastas.
La amistad que unía a esos chicos se rompe para siempre por culpa de una pregunta bien simple: ¿por qué fue Dave y no otro? Una broma cruel gastada por hombres crueles. Ya nada será lo mismo, pero la separación entre los tres personajes se verá reducida a centímetros al converger en torno a un hecho criminal sucedido años más tarde. Hasta entonces, cada uno ha seguido una senda única y personal: Dave es un taciturno y en apariencia inofensivo padre de familia que comienza mostrar ciertos signos de desequilibrio mental; Jimmy es un delincuente con cierto aire mafioso de barrio que regenta una tienda de comestibles; y Sean es un policía de la unidad de homicidios a quien su mujer embarazada ha abandonado para su mayor desesperación.
Los tres amigos de infancia se reunirán cuando la hija mayor de Jimmy, Katy, aparezca asesinada de dos tiros y con la cara destrozada a golpes, y, como en todo argumento noir, las dudas comienzan a asaltar a los personajes y al espectador. ¿Por qué el día del crimen Dave regresa a casa cubierto de sangre, con un tajo en el abdomen y la mano destrozada? ¿Por qué calla la verdad? ¿Por qué hay sangre en el maletero de su coche? ¿Por qué espera para confesar que vio a Katy la noche de su asesinato? Pero a esto hay que sumar mucho más, pues Katy iba a darse el piro a Las Vegas sin que nadie de su familia lo supiera y, encima, acompañada del hijo de Ray Solo, un chico del que Jimmy recela por mucho que niegue la mayor y sobre el que pesa una historia de venganza entre ladrones. La sospecha se irá retorciendo, rompiendo barreras y alimentando razonamientos erróneos que darán lugar a más dolor e injusticia.
Lo realmente destacable es el guión, que es bien firme y nunca vacila al destapar el tarro donde se encierra un microcosmos de barrio, una periferia con pasado violento que ha quedado marcado sobre el cemento de las aceras. Un guión al que dan vida los personajes destacando, por encima de todos, el que encarna Sean Penn, quien da perfecta cuenta de sus dotes artísticas con un hombre que lucha contra la maldad innata que pudre su alma: un asesino y un amante padre y esposo; la luz y la sombra. La pérdida de Katy hará que Jimmy se vuelva ansioso, sediento por hacer Justicia de la única forma que sabe, la misma que le enseñaron las calles con cada diente roto, mientras llora a su niña, a la que no podrá volver a abrazar, a sentir su calor, pues alguien se la ha arrebatado, como si tuviera derecho a ello. La sombra vencerá pero, ¿hallará consuelo?
Quizá la interpretación de Tim Robbins sea la menos brillante del filme y de su carrera, aunque le otorgaran un Oscar por ella. Un papel nada exigente para un actor con sus tablas, cuya vulnerabilidad exasperante y ciertos estallidos momentáneos de violencia contenida y bañada de mentiras lo solventa con cierto retraimiento y timidez. Dave no es alguien debidamente desarrollado pues, aparte de su trauma infantil y de que es padre de un niño, apenas sabemos nada de él, no habla; y su mujer, Celeste, nada aporta. Por ello, es vulgar el desenlace de su existencia.
Por su parte, Kevin Bacon interpreta a un policía de homicidios que se encuentra con la delicada exigencia de investigar la muerte violenta de la hija de uno de sus mejores amigos de infancia a quien el paso de los años le permiten saludar, al igual que a Dave, alzando la barbilla y ya está. Salvo por la ausencia de su esposa, que lo llama desde distantes lugares y cabinas de teléfono, tratando de encontrar su lugar en el mundo y en su relación con Sean, apenas existe una construcción veraz del típico poli entregado y honesto. A decir verdad, todo lo bueno se lo lleva Sean Penn, rindámonos a la evidencia; aunque confieso que me ha encantado Laurence Fishburne como policía cínico, objetivo, pero también humano, tendiendo a pasar por alto detalles que solo Sean advierte, pues está empeñado en demostrar que Dave es inocente.
Respecto a la dirección, nunca hemos sido capaces de ponerle muchas pegas al Sr. Eastwood, en un película en la que hay puntos fuertes como sus planos, en especial el cenital cuando Jimmy ve confirmados sus miedos y tiene que ser contenido por unos cuantos uniformados y que fue utilizada para la promoción en su día; pero no me ha gustado que haya dado el brazo a torcer permitiendo la inclusión del desfile final y otras escenas anteriores para justificar la maldad para proteger el amor hacia la familia. Debió finalizar en el momento en el que Sean da la noticia a Jimmy de que ha capturado al verdadero responsable de la muerte de Katy y Jimmy se aleja, calle arriba, con la botella de whisky en la mano y los remordimientos revolviendo las cenizas de sus entrañas.
«Mystic River» es un filme que deja en el espectador un buen sabor de boca y una lesión benigna en el recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario