Título original: «Harry Potter and the Chamber of Secrets» SALAMANDRA (Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona 66ª edición. 2020 ISBN: 978-84-7888-495-7 292 páginas |
A diferencia que con el primer tomo de la saga, aquí no he encontrado esa garra inicial que tanto me recordó a Ende o a Dahl
Alguien que yo me sé me metió en la mollera que tanto los libros como la adaptación cinematográfica del universo Harry Potter son para disfrutar cuando los días se hacen cortos, mejor si es en diciembre. Y, sin estar compelido a nada, he seguido, en parte, dicho consejo: si el año pasado me leí la aventura de este mozo y sus colegas en post de la piedra filosofal, este me he metido de lleno en oscuros corredores y mohosas aulas donde se respiran los más extraños aromas para seguir las pistas que conduce a un misterioso atacante que trata de asesinar a los estudiantes en cuyas venas corra la sangre muggle, un ser de leyenda que se esconde dentro del castillo y que vuelve, tras cincuenta años de silencio, a amedrentar los corazones de chavales y profesores.
La primera diferencia que he encontrado en el texto, con respecto a «Harry Potter y la piedra filosofal», es que carece de esa garra inicial que me cautivó cuando me puse con el volumen que abre la saga. La magia de esos narradores de tiempos pasados, como Ende o Dahl, ha quedado desfigurada de algún modo, privando a los capítulos de esa pasión desbordante que tanto recalqué en su momento. También me ha sorprendido apenas encontrar pasajes que no hubieran sido visitados en aquella película que todos vimos varias veces; salvo por la escena eliminada del aniversario de muerte de Nick Casi Decapitado y algunos detalles como que la historia de la Cámara de los Secretos la cuenta en clase el soporífero y fantasmal profesor de Historia de la Magia, el Sr. Binns, apenas hay algún momento de esos que tanto me hicieron disfrutar por serme totalmente desconocidos. Quizá lo único destacable aquí es que Gilderoy Lockhart es más inaguantable que cuando Kenneth Brannagh le prestó su rostro, o las pequeñas vacaciones que Harry disfruta con los Weasley durante los días previos al comienzo de su segundo año en Hogwarts.
Supongo bien que, con los siguientes tomos, aquejados de cierta elefantiasis literaria, los recovecos del castillo serán más abundantes en la lectura. (sigue leyendo)
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