Por supuesto que he visionado muchas de las películas en las que este particular superhéroe hace acto de presencia como protagonista absoluto (sobre todo las de Christopher Reeve) y hasta muchas de sus adaptaciones televisivas, ¿quién no?, pero el concepto de Superman siempre me ha causado cierta indisposición a la hora de acercarme a sus distintas historietas. Se me atragantaba como personaje y lo veía demasiado pedante con su caracolillo fijado parece que a golpe de soplete, aunque no tanto como el inefable Mr. Fantástico, a quien no soporto en absoluto. Yo, en particular, aunque hace tiempo que dejé de lado el género, me mostraba más inclinado hacia personajes más imperfectos o reales dentro de lo que cabe: marginados de la talla y empuje de la Patrulla X y otros, con sus ambigüedades y retorcidas mentes, vidas y desgracias.
Superman fundó los cimientos de un género que nos ha acompañado desde el segundo tercio del s. XX, en el que la Humanidad estuvo buscando a alguien que la liberara de sus problemas o tristezas: un supermesías. Hay que reconocerlo. Pero este cómic parece ofrecer una cosmovisión radicalmente opuesta y el que lleve impreso el nombre de Mark Millar como guionista es motivo más que suficiente para desterrar nuestros prejuicios sobre un tipo que va en calzoncillos por la calle.
Pero creo que el motivo que me empujó realmente a leer Hijo rojo es mi afición o gusto literario por las ucronías o líneas temporales alternativas que brotan violentas e incontrolables tan solo con que una gota de lluvia caiga donde no debiera o un mosquito termine muerto por la acción de alguien que no debía estar ahí.
En mayor o menor medida, conocemos la historia de Superman, su biografía, pero, ¿qué sucedería si Kal-El, en vez de “aterrizar” a las afueras de un pueblecito estadounidense como Smallville, en las tierras de la familia Kent, lo hubiera hecho en las de una granja comunitaria de la Ucrania soviética de 1938? ¿Y si Superman, en vez de estar al servicio del ciudadano occidental, lo estuviera al de un estado como la URSS y de los ideales comunistas, sentándose a la derecha de Joseph Stalin? Gracias a estas dos preguntas nuestros cerebros grises y aburridos estallan con una miríada de coloridas respuestas, y Mark Millar plantea las suyas en una vasta obra en la que no olvida hitos clave de la mitología de Superman y a personajes como Lois Lane (quien se casa con Lex Luthor), Batman (ruso y cuyos padres fueron asesinados por el jefe de la KGB) e incluso a sus propios padres terrícolas en el universo que hemos conocido hasta el momento de tropezar con Hijo rojo.
El desarrollo de la trama se retuerce como una zarza bien gorda y plagada de espinas; siendo que Superman, contra su propia naturaleza, se transforma en un tirano, en el gran hermano de George Orwell, mientras Millar denuncia que la raza humana no necesita de injerencias externas para sobrevivir y medrar. El guión es una especie de respuesta a un dios omnipresente y consciente que no deja de entrometerse, y el propio prologista, Tom DeSanto, encuentra paralelismos con la política exterior de los EEUU tras el 11-S. Yo, en particular, no sé si tomar por buenas tales aseveraciones, por mucho que se planteen puntos interesantes para el debate, pero no creo que estemos solamente ante una proclama al estilo Los pueblos se liberarán así mismos, sino a la de la causa de la caída de la civilización occidental con un cada vez más común no me importa. En ocasiones es difícil advertir la línea que separa ambos lados de la misma moneda.
Lo que sí está claro es que este cómic denuncia la injerencia de los estados en la sociedad, algo que ésta permite por abandono y apego a una vida feliz y despreocupada, más propia de un concepto vital en el Edén. Ejemplos de esto hasta los pone sobre la mesa el propio Superman cuando advierte que la gente circula en sus vehículos sin cinturón o los barcos carecen de medidas salvavidas porque Él se encargará de poner fin a todos los peligros que rodean a los humanos y los salvará. Elementos estos que harán que la propia locura mesiánica del hombre de acero lo convenza de que nada se puede hacer en la Tierra sin su intervención directa.
De la historia en sí me gusta en particular el Batman que crea Millar: más bien un terrorista anarquista que un luchador contra el crimen. Es un ser oscuro que carece de toda vinculación con Bruce Wayne. También (o sobre todo) el giro argumental que da punto a la historia y que me ha dejado los ojos como platos y enamorado de esta obra que no deja indiferente a nadie. Una visión distinta que dinamita todo lo visto hasta el momento. Por esto y otros motivos considero que es una obra imprescindible en el género de superhéroes.
Planeta de Agostini, 2009
DC CÓMICS 2003-2004
Mark Millar (guión); Dave Jonson y Kilian Plunkett (dibujo); Andrew Robinson y Walden Wong (tinta); Paul Mounts (color)
ISBN 978-84-674-7519-7
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