Hoy no causa sorpresa alguna el rosario de banderas que coronan nuestra órbita terrestre desde la Estación Espacial Internacional (ISS), aunque aún haya muchos países que siguen con los pies pegados a la Tierra. Vivimos una suerte de recuperación del anhelo por el espacio, de capa caída desde la entrada en la década 1980 y por culpa de una serie de desastres humanos y financieros a los que se sumaría el colapso de uno de los grandes contendientes de la Guerra Fría; aunque aún estamos dando los primeros pasitos, que no se engañe nadie.
La Carrera Espacial está plagada cuantiosos hitos y curiosidades y hoy quiero tratar un hecho relacionado con los países que se asomaban al espacio, con tutela de los hermanos mayores, como gesto de buena voluntad, hermanamiento o como se quiera denominar más acertadamente. En esta ocasión reseño un hombre a quien acabo de conocer y cuya historia me parece llamativa por cuanto no tenía la más mínima idea de que existiera un cosmonauta cubano, el cual me ha salido al quite mientras investigaba sobre la guerra de 1898; anécdotas de investigador por Internet, que nadie se asuste.
Pasando de página en página, como un Fox Mulder ante una hemeroteca en microfilm, encontré a Arnaldo Tamayo Méndez (Baracoa, Guantánamo, 29 de Enero de 1942), quien formó parte de la tripulación de la Soyuz-38, en 1980; el primer latinoamericano, de ascendencia africana, que flotó en el espacio.
Tamayo es uno de esos hombres a los que la Casualidad, la Suerte o cualquiera de esas esquivas diosas le sonrió en un momento de anodina rutina para un chico de campo que conoce lo que es trabajar desde muy niño y que es huérfano de madre en un país como la Cuba comunista de los años 1950. En 1959 se alistó a la Asociación de Jóvenes Rebeldes y obtuvo, poco más tarde, el acceso al Instituto Tecnológico cubano, donde se le presentó la posibilidad de viajar a la URSS para prolongar sus estudios. Tamayo quedó deslumbrado ante la oferta de convertirse en piloto militar en una escuela soviética, un sueño para un chaval que admiraba profundamente a Alexéi Marésiev, uno de los ases de la segunda guerra mundial, quien llegó a combatir con piernas protésicas.
Poco sospechaba Tamayo por aquella que sería admitido en la URSS e integrado en un proyecto de colaboración soviético para el Espacio años después; pero no nos adelantemos en acontecimientos.
Tamayo se encontraba estudiando en Rusia cuando Yuri Gagarin daba un discurso en la Plaza de la Revolución el 26 de Julio de 1961; en el Colegio de Aviación de Eysk, para ser más exactos, donde adquirió conocimientos y experiencias que, en 1962, le valieron el ingreso en las Fuerzas Armadas Revolucionarias como piloto de combate.
Involucrado de lleno en lo que podríamos denominar con palabras prestadas como Guerra contra el Enemigo imperialista, durante la Crisis de los Misiles (14-28 de Octubre de 1962) Tamayo realizó veinte vuelos de reconocimiento y, después (1967), fue destinado a Vietnam del Norte como asesor militar en materia de defensa antiaérea.
La carrera militar como aviador de Tamayo atrajo las miradas de la cúpula comunista y consideraron adecuada su participación en el proyecto de colaboración Interkosmos, a los que se adscribirían cosmonautas de países satélites y del Pacto de Varsovia.
De entre los cincuenta aspirantes cubanos, el último corte solo lo superaron Tamayo y José Armando López Falcón (La Habana, 8 de Febrero de 1950), preferentemente por su dominio del idioma ruso y su disciplina, ingresando en el Centro de Preparación Yuri Gagarin, donde ambos se complementaban, pero solo Tamayo llegó a obtener su plaza en la Soyuz-38 tras el examen de 18 de Septiembre de 1980, acompañando a Yuri Viktorovich Romanenko (Orenburg, 1944). López, por su parte, sería tripulante de reserva. La noticia de la selección fue dada por Raúl Castro en persona.
El 19 de Septiembre de 1980, a las 0012 horas, Cosmódromo de Baikonur (actual Kazajstán), despegaba la Soyuz-38, la cual se acoplaría al complejo orbital Salyut 6 (1977-1982) a las 2349 horas de Moscú. En la estación, durante los ocho días que Tamayo estuvo en órbita, junto con los habitantes de la misma, Leonid Ivanovich Popov (Oleksandriia, 1945) y Valeri Viktorovich Riumin (Komsomolsk-on-Amur, 1939), y su compañero de misión, se realizaron un total de veinte experimentos médicos, biológicos, físicos y técnicos propuestos algunos de ellos por la Academia de Ciencias de Cuba (el cultivo de monocristales orgánicos en microgravedad a partir de azúcar cubano; la exploración del país antillano desde el espacio para la explotación minera; unas sandalias especialmente diseñadas para contrarrestar la ingravidez y los primeros electroencefalogramas a humanos en gravedad cero, etc.).
Tras el regreso de Tamayo a la Tierra, fue considerado en Cuba un héroe nacional y agasajado como merece la ocasión. A subrayar la orden tajante e inapelable de Fidel Castro prohibiendo al cosmonauta volar de nuevo, todo fuera para evitar otra desgracia como la de Yuri Gagarin al perder (o se lo hicieron perder) el control de su MIG-15 el 27 de Marzo de 1968.
Hoy día, Tamayo conserva el sueño de volver a viajar al Espacio, ese que cumplió cuando tenía 38 años, como también el de ver a otro cubano ascender tanto como lo hizo él hace más de 35 años.
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