No soy muy de John Carpenter (salvo por «Golpe en la pequeña China»). La generalidad de su obra se desajusta a mis gustos, tan alejados del exceso de sangre y vísceras, pero este título en cuestión, su segunda película como director, me llamó mucho la atención por su sinopsis, en la que se dice que es una revisión del western «Río Bravo», cuya aura envuelve la práctica totalidad de la cinta, y «La noche de los muertos vivientes», aunque los zombies que aparecen aquí son de otra “calaña”
El guión nos traslada a Los Ángeles, donde el teniente de policía Ethan Bishop vive su primer servicio en su nuevo destino. El cometido que se le asigna es la de dirigir y echar el cierre definitivo a la vieja comisaría del distrito 13, donde se ha retirado buena parte del material, se están dando de baja los servicios de luz y teléfono, y solo quedan dos secretarias en la centralita para informar a los ciudadanos del cambio de ubicación. Tendría que ser un día tranquilo y hasta aburrido, incluso la inesperada parada de un autobús de presos en el garaje de la comisaría no debía ser cosa del otro mundo, ni aún llevando abordo al cáustico Napoleón Wilson, un asesino que va de cabeza al corredor de la muerte. Pero pronto todo escapará al control de Bishop y Wilson, los dos protagonistas de la cinta (sigue leyendo)
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