Javier Sierra, al menos para mí,
posee un don muy especial: su voz. Su forma de contar historias con su
particular timbre produce una sensación tal que mis orejas adoptan
inmediatamente la posición de dejar de oír para pasar a escuchar su torrente de
conocimiento en todo tipo de temas relacionados con el mundo del Misterio a
nivel, sobre todo, histórico. Si he de quedarme con algún retazo de sus
palabras sería, sin dudarlo ni si quiera un segundo, su “Cuaderno Sonoro” sobrelos hermanos Cordiglia y aquellos supuestos cosmonautas soviéticos perdidospara siempre en la profundidad silenciosa del Espacio.
Pero esta capacidad de mi tocayo no
se queda en la voz, sino que se transmite a lo que escribe.
En su momento tuve la oportunidad
de leer el primer capítulo de “Las puertas templarias” y lo comprobé. Era como
tenerlo delante y que te contara, cara a cara, esa historia.
Este principal e importantísimo
ingrediente ha supuesto para Sierra la consecución de fama a nivel mundial,
añadiendo a la receta algo tan simple, como complicado, como es escribir de forma
que atraiga a lectores de todo tipo y condición con un trama cargada con la
curiosidad propia del Ser humano y con otros elementos que lo igualan a
Katherine Neville y que superan ampliamente las escasas artes del inefable Dan
Brown. La búsqueda de un secreto tan antiguo como nuestra propia existencia es
lo que centra “El Ángel Perdido”, involucrando poderes terrenales y no tanto,
que lo mismo endulza el paladar de un lector español que el de un
estadounidense. El autor no ha cometido el error de muchos (entre los que me
encuadro) de escribir para un determinadísimo público de cierto gusto especial
o para un concretísimo área geográfico. Escribe para contagiarnos, en el buen sentido,
su pasión por lo desconocido y por esos misterios que aún están ahí delante,
pero para los que no tenemos ojos.
Podríamos decir que escribe y
vende a lo “americano”, y es cierto, con un despliegue nunca visto en las
carreteras de este país. Una apuesta muy alta y que va ganando.
Como ya dejé constancia en este
blog, tuve la inmensa suerte de ser el ganador (aún no sé cómo) en un sorteo de
un ejemplar de “El Ángel Perdido” firmado por su autor y me faltó tiempo para
ponerme a devorarlo.
Durante los primeros compases,
metido de lleno en secretos y conspiraciones, junto a una trepidante acción, se
me antojó muy extraña la combinación de narrador omnisciente junto con la
narración en primera persona a través de su principal protagonista, Julia
Álvarez, la restauradora del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de
Compostela, (en mi opinión, estos retazos parecen realmente contados por una
mujer). Llegando al final de la obra, te das cuenta de esa estrategia a la hora
de relatar la historia.
En escasísimas ocasiones me he topado con un libro que se
ambiente, aunque sea parcialmente, en lugares donde yo he puesto el pie. Junto
a la fiel descripción de los mismos, notaba cierta y especial sensación que te
da ver esos monumentos y calles que conoces de la forma que lo hace Javier.
Quizá sea por algo que es extraño de encontrar en el mundo de la literatura como es
el hecho de que el autor se haya desplazado físicamente a cada uno de los
emplazamientos donde transcurre la historia que narra. Lo mismo nos da la
catedral de Santiago que la Reserva Hopi o el mismo monte Ararat. Hasta al
mismo Verne le dijeron que para escribir, por ejemplo, del África negra no
había que viajar hasta allí; pero esto no parece ir con Sierra y éste es un
gran regalo que se nos ofrece con la lectura de esta obra y con otras de su
sello, que refuerza aún más, si cabe, la ardua e indiscutible labor de
documentación que rezuma cada una de las páginas. Ahí tenemos un análisis
profundo de la figura de John Dee junto a la comparación objetiva de todas las
leyendas de la Humanidad antediluviana a lo largo de todo nuestro planeta. No
es un simple “copia y pega”, que nadie se lleve a error; el autor se ha servido
de miles de datos para tejer una trama en la que hasta el mismísimo presidente
de los Estados Unidos de América tiene algo que decir.
Javier Sierra ha construido, con
su última novela, un thriller internacional, con elementos actuales que se
entremezclan con el Pasado de nuestra civilización en busca de respuestas en
las palabras dejadas por nuestros lejanos antepasados.
Atrae como un canto de sirena,
pero no cruel, no para que encallemos y tengamos un espantoso final, sino que
invita a una aventura que no defrauda aunque la veloz lectura nos cause una
mala jugada como el perder ciertos detalles o preguntarnos obviedades. Es una
aventura que empuja al lector a continuar hasta el final gracias a su propia
estructura y fondo.
Como punto curioso a favor: la
interrelación que están adquiriendo las novelas de Sierra entre ellas, al más
puro estilo Stephen King. Como punto negativo: el alto concepto y nada humilde
que tiene de sí misma Julia Álvarez y la vacía presencia, a mi modo de ver, del
inspector Figueiras (¿basado en un individuo real?).
Y ahora tenemos más que caliente su nueva obra "El maestro del Prado". A saber qué nos traerá sus páginas...
Y ahora tenemos más que caliente su nueva obra "El maestro del Prado". A saber qué nos traerá sus páginas...
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