Es de común conocimiento la ausencia o escasez, según sea el momento, de entendimiento entre los gobiernos de los EEUU y Cuba, por lo que puede que a más de uno le parezca curioso que una de las instalaciones más polémicas (si no la que más de entre las 700 que Washington repartidas a lo largo de 120 países) se encuentre precisamente en suelo cubano: Guantánamo.
Tras la expulsión de la Corona española del Caribe en 1898 (y de las Filipinas), las tropas libertadoras para los cubanos pasaron a ser de ocupación hasta que se replegaron de la isla. A partir de entonces se permitió una administración más o menos independiente con respecto al gigante americano (recordemos que para 1899, los funcionarios cubanos debían jurar fidelidad a los EEUU). Pero la Casa Blanca necesitaba seguir haciéndose notar en un mar tan prolijo para la piratería, la aventura y el genio literario, por lo que en 1903 se alcanzó un acuerdo en el que el gobierno de la Gran Antilla, encabezado por el presidente D. Tomás Estrada, hace entrega a los EEUU, y a perpetuidad, un territorio de alrededor de 117 km2.
El acuerdo sufrió una modificación para el año 1934. A partir de esa fecha, Guantánamo pasó de ser territorio estadounidense a ser de completa jurisdicción y control cubano, abonando Washington una renta anual de 4.085 dólares americanos.
Con la ascensión al poder de Fidel Castro y la tensión que propició la famosa Crisis de los Misiles cubanos, La Habana se niega a cobrar dinero alguno por Guantánamo desde 1961.
Suponemos que el gobierno estadounidense habrá procedido a consignar la cantidad en algún lugar para que no vaya generando intereses, aun habiendo el arrendador incurrido en mora; no vaya a ser que un cambio de régimen o de opinión de los Castro obligue a actualizar la renta y a exigir los pagos desde hace más de 50 años…
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