31 de julio de 1914
Todo apunta a la imposibilidad de frenar el avance de la guerra, identificándose ya los integrantes de los bandos que chocarían durante los primeros meses de conflicto.
Rusia y Austria decretan la inmediata movilización de sus Ejércitos, mientras el Reich remite un ultimátum al Zar y a la República de Francia.
En medio de la efervescencia que producían las noticias de la guerra, se cometió en París un atentado brutal que produjo en todos los ánimos gran consternación. En gran orador y jefe del Socialismo francés M. Jaurés, fue vilmente asesinado.
Véanse las noticias recibidas:
“Hallábase el ilustre jefe socialista en el café de La media Luna, situado en la calle de Montmartre. Le acompañaban el Secretario del partido y los diputados Louguet y Renaudel.
Ocupaba el jefe socialista una mesa junto a una ventana, cuyas vidrieras estaban abiertas. Sólo una cortina recataba a medias a Jaurés y sus acompañantes de la vista de los transeúntes de la calle Montmartre.
Repentinamente, un joven que hacía rato se hallaba parado en la acera, muy cerca de la venta, avanzó un paso, separó la cortina, e introduciendo una mano que empuñaba un revólver, disparó a boca de jarro tres balazos sobre el insigne tribuno, que absolutamente sin tiempo de prever ni evitar la agresión, cayó pesadamente sobre el diván que ocupaba.
Los tres proyectiles le habían herido: dos de ellos quedaron alojados en la cabeza, y uno, en el pecho.
La víctima del atentado perdió instantáneamente el sentido.
El estado del político socialista era gravísimo. Con toda clase de precauciones se le condujo a su domicilio, donde falleció a las diez y media de la noche, sin haber recobrado el sentido.”
Declaración del asesino.- “Inmediatamente fue conducido a la más próxima Comisaría de Policía, donde ya se encontraba el jefe de la Policía Judicial, M. Monton, y adonde en seguida acudieron el Procurador de la República, el Juez de instrucción y el Secretario judicial.
El criminal comenzó por negarse a manifestar su filiación; pero acabó por confesar llamarse Raul Villain, nacido en Reims el 12 de Septiembre de 1885.
Su padre es Consejero del Tribunal civil del Sena y la madre está recluida en un manicomio hace veinte años.
Vive en el núm. 44 de la calle de Assas.
Había hecho sus estudios en la Sección de Arqueología del Louvre, y ahora seguía la carrera agronómica. Expresándose con rara sangre fría y verdadera elocuencia, manifestó que hace tiempo abrigaba el propósito de matar a Jaurés, a quien consideraba uno de los más grandes enemigos de Francia.
La reciente actitud del jefe socialista contra la ley del servicio militar de tres años acabó de afirmarlo en su resolución.
El Juez, después de esta declaración, envió al detenido a la cárcel de la Santé.”
El efecto en el público. Manifestaciones. Pésame y alocución.- “La noticia del asesinato de Jaurés fue conocida en los lugares más extremos de París a los pocos momentos de realizado el crimen.
En la calle Montmartre y en todos los grandes bulevares surgieron numerosas manifestaciones, que daba los más opuestos gritos, y entre ellos, dominando el tumulto de manera imponente, predominaban las airadas voces de ¡A Berlín! ¡A Berlín!
La Policía no podía apenas reprimir los alborotos. Al fin, la misma sensatez del público restableció en parte la calma.
Frente a la Redacción de L’Humanité se congregaron en pocos instantes millares de personas. Hombres y mujeres de clase obrera voceaban clamando justicia. Muchos de los manifestantes lloraban por Jaurés.
Un Diputado socialista que había acudido a las oficinas del periódico asomóse a un balcón y aconsejó a la multitud tranquilidad y esperanza en la Justicia.
El Presidente de la República dirigió, tan pronto como conoció el atentado, la siguiente comunicación a la esposa de Jaurés:
“Señora: Acabó de saber el abominable crimen de que vuestro marido ha sido víctima.
Había sido frecuentemente mi adversario; pero sentía grande y justa admiración por su talento y su carácter.
Ahora que la unión nacional es más necesaria que nunca, era vuestro esposo, con su prudencia patriótica, un eficaz auxiliar del Gobierno.
Os expreso, señora, mi hondísimo pesar.- R. Poincaré.”
“El Gobierno ha hecho fijar un manifiesto, que dice así:
“República francesa.- Ciudadanos: Un horroroso crimen ha sido cometido en la persona de M. Jaurés, orgullo de la tribuna francesa.
Se le ha asesinado cobardemente.
Yo me descubro ante la tumba tempranamente abierta del hombre que en las actuales circunstancias mantenía con su autoridad la confianza del Gobierno en la patriótica actitud de los trabajadores franceses.
Estos pueden confiar en la pronta y enérgica acción de la Justicia.
El asesino ha sido detenido y será castigado.
El pueblo francés debe tener confianza en la Ley.- Por el Consejo de Ministros, el presidente, Renato Viviani.”
Esa muerte fue muy sentida, pues, en realidad, era una esperanza en la nación francesa.
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