miércoles, enero 02, 2013

Del 2013, del Fin de Año y del Fin del Mundo



Tenía en mente escribir este post con algo más de sosiego y no como lo estoy haciendo ahora, a toda velocidad, pero, claro, escribir unas palabras para este año 2013 ya estando oficialmente en dicho ciclo…  es lo más correcto…

Veo que la fiebre aún me está afectando y que las únicas secuelas que aún conservo en mi cuerpo del resfriado/gripe, o lo que haya sido, no se quedan en las asquerosas flemas que amenazan continuamente con ahogarme en la cama o delante de esta pantalla (ya he perdido la cuenta de las veces en las que he tenido que pasar la toallita para limpiar mis gotitas de saliva que han salido, cuan metralla, de mi boca por impulso de la tos).

Aún así, también tenía pensando hablar sobre el fin del mundo. Ese cacareado 21 de Diciembre de 2012 (Santo Tomás, para más señas) y que no ha sido tal. Quizá por eso, el fin del mundo es todos los días, sólo hay que ver las noticias o las necrológicas. ¿Qué ansia hay en el Ser humano de saber esa fecha? ¿Qué motivo tiene? Lo mismo da que sea un eructo gigante del sol que el sospechoso Nibiru se empotre contra nosotros por no mantener la distancia de seguridad… Desastres naturales o conjuras de novelas de tres al cuarto a la sombra de un calendario maya que no era otra cosa que eso, un calendario. Quizá, dentro de miles de años, una arrojada expedición arqueológica de simios (que no se entero Zaius) encuentre el que me han dado hoy y se pongan a especular con que nos matábamos cada 365 días o vaya Vd. a saber. Quizá que fueran 365 años y que cuando se llegase al 31 de Diciembre (que concordara con el 30.000 d. C.), esta nueva civilización se fuera directa y felizmente por el sumidero.

No es cuestión de avergonzarse. Pero con tanta rayada, en algún momento de aquel día en el que estuve a 700 kilómetros de poder merendarme un buen talo con chorizo en el Arenal de Bilbo, afloró en mi pecho cierta inquietud o fragilidad. Sabía que el sol saldría de nuevo, pero es curioso cómo los miedos pueden joderte de la manera más estúpida. Y lo peor de todo es que esto era una auténtica parida.

Entiendo que el Ser humano quiera saber la fecha de su muerte, su punto final o de la entrada a un nuevo camino, pero con estas mamarrachadas milenaristas, como las del monte Bugarach, en la que solo acaban, al día siguiente del Gran Día, cuatro gilipuertas e iluminados dando tumbos, uno se hace más preguntas… Lo más curioso lo forman aquellos grupúsculos de posos de LSD o drogas menos interesantes, incluso variaciones de religiones institucionalizadas, cuyos integrantes se creen con el privilegio o, incluso, con el derecho de merecer la salvación por parte de Jesucristo o del Grey que se le pincha una rueda de su platillo y acaba en la Tierra. Qué presuntuosos los chicos…

Para Señales del Futuro chungas, revisítese la peli de Nicolas Cage y ya está.

Ha sido un fin de año bastante turbio, con un cumpleaños sin regalos materiales (qué más dará) y unas campanadas de las que sólo recuerdo parcialmente a Anna Simón dando un corte de mangas al 2012 y a Sobera haciendo el tonto.

Quizá lo que hace falta en este 2013 es dejar de pensar tanto en el fin del mundo. Quizá no sea más que otra oportunidad, otras 365 oportunidades (atención, arqueólogos del 30.000 d. C.) y dejar atrás todo eso. Hacer algo provechoso, alcanzar objetivos. Coger una hoja de papel, escribir esas metas e ir tachándolas a lo largo de este año. No hablo de esas chorradas de aprender inglés cuando no se sabe ni hablar castellano, o de hacer rico al dueño del GYM (G, Y, M, ¿qué es G, Y, M? XD (Los Simpson)) pagando todo el año y no ir ni un solo día, sino ordenar nuestra vida y conseguirlo. Yo estoy comenzando a hacerlo. Ya está bien de tantas horas muertas y perdidas. No hay que gastar el tiempo, sino aprovecharlo.

¡Aprovechad este 2013! (Bueno, eso no os impide seguir visitando El Navegante del Mar de Papel, eh!).

Un saludo!

PD: Creo que solo he dicho estupideces febriles. Pero ahí queda lo dicho.

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