Mascarón de proa de san Telmo que se puede admirar en una de las salas del Museo Naval de Madrid |
Eso lo sabemos ahora gracias al avance científico, pero nuestros ancestros necesitaban darle una explicación propia y divina. Así, la referencia más antigua que se conserva sobre este meteoro lo encontramos en el relato de Jasón y los Argonautas, cuando el brillo de las estrellas de los dioscuros Cástor y Pólux descendió y se posó en el casco. Durante la etapa grecorromana, este Fuego fue también denominado Cabiros, Helena y Sidus Helenae y, cuando la fe cristiana se expandió y fue asimilando ritos paganos, se inició la tradición de atribuir el fenómeno a santos como San Telmo, san Nicolás, santa Helena, san Damián, santa Clara, san Alselmo, san Elías…, dependiendo del país. También era común la denominación de Corposanto (en España y Portugal se empleo principalmente entre los siglos XIV y XVI).
San Telmo es en verdad san Erasmo de Formia, presbítero y obispo del siglo IV, considerado junto a san Nicolás de Bari, el patrón de los marineros, al menos en Italia. Su nombre se deformó primero en Ermo y, con el paso de los tiempos, en Elmo. Pero este Elmo no es aquel que veneramos en nuestras latitudes: no solo es que el nuestro no se llame Telmo en verdad, es que ni siquiera es santo, sino beato.
Aquel que se saca de procesión en España y Portugal es Pedro González “Telmo”, dominico palentino (natural de Frómista), que recibió el permiso para evangelizar las costas del norte peninsular después de ser confesor del rey Fernando III el Santo y predicar la Cruzada ibérica contra el Islam, sin que esto último le supusiera un escollo a la hora abogar y pedir clemencia para los vencidos en la conquista de Córdoba y evitar que la soldadesca se excediera.
El don de palabra y su fama acompañaban a Pedro González dondequiera que fuera, obligándole a dar misa al aire libre pues todos aquellos que acudían a verlo y escucharlo no cabían bajo en el interior de iglesia alguna. Su popularidad se acrecentó gracias a su interés y dedicación hacia las gentes de la mar, tanto es así que terminó consagrado como el santo de los marineros, al menos de aquellos de la península ibérica, y se confundió con el san Telmo italiano (en el s. XVI).
Fallecido el domingo de Pascua de 1246 y sepultado en Tuy (lugar de donde es patrón), el dominico que nunca fue marino pronto llegó a los labios de los marineros durante sus plegarias y su culto permitido y confirmado por el Vaticano en 1741.
Su iconografía lo representa joven y con el rostro afeitado, vistiendo los hábitos de los dominicos. En la diestra porta una vela, comúnmente verde, y en la siniestra un navío. En ocasiones aparece con una aureola con una estrella, detalle que, para algunos eruditos, es una referencia pagana superviviente, referida a los dioscuros grecolatinos.