miércoles, octubre 26, 2016

Presentación de la novela «El aviso de vapor “Elcano”», de Luis Delgado Bañón


Este jueves, 27, a las 1930 horas, todo aquel que tenga el interés y tiempo para ello, tendrá la oportunidad de asistir a la presentación de la novela «El aviso de vapor Elcano», vigesimosexta novela de la serie literaria intitulada “Saga Marinera Española”, firmada por Luis Delgado Bañón, veterano del Mar y las Letras.

El acto se llevará a cabo en el SOHO CLUB, de Plaza de España, en Madrid y Luis Delgado desentrañará algunos de los secretos de su último “hijo” literario que le ha llevado a abordar el papel de la Marina de Guerra española en ese conflicto que se nos pasó desapercibido por culpa de otras aventuras como las encabezadas por Prim: la guerra de la Conchinchina a mediados del s. XIX, un instante en el que España se alió con Francia y bien pudimos haber conseguido una Indochina española.

Para amenizar el evento, no se constreñirá al forma tradicional de una presentación, sino que será un coloquio con periodistas y con Alfonso Ussía.

Lectura de 26 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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martes, octubre 25, 2016

Guardia de cómic: reseña a «El viajero de la tundra», de Jiro Taniguchi

PONENT MON. Barcelona. 2006
242 páginas
ISBN: 84-96427-28-5
Bajo semejante título, se nos presenta un conjunto de seis relatos de vida, muerte y reconciliación, principalmente, con la Naturaleza, que sabe y huele a Literatura

Jiro Taniguchi es un mangaka que puede presumir de una dilatada y exitosa carrera profesional que se remonta a hace más de cuatro décadas, pues en 1974 fue el centro de los focos gracias a sus primeros trabajos publicados en revistas especializadas de Manga. Su particular estilo realista y hasta preciosista no dejaba (ni deja) indiferente a nadie e impedía a cualquier entendido en la materia el tratar de meter a Taniguchi en un mismo saco junto a una miríada de autores de cómic japonés un tanto reiterativos.

Como todo lo que llega de tan lejos, del otro lado del mundo, Taniguchi tardó unas dos décadas en ser conocido y reconocido en Occidente.

Yo escuché acerca de este autor hace no tanto, atraído por la reseña enlazada a un tuit que apareció en mi muro, dedicada a la obra «Barrio lejano», una historia protagonizada por un hombre de mediana edad que, un buen día, al regresar a casa, se equivoca de tren y se apea en el pueblo donde vivió su infancia y está su madre enterrada, fallecida casi treinta atrás, justo cuando tenía la misma edad que el personaje central de este manga tiene en ese momento de desorientación. El viaje de introspección en la infancia y primera juventud da un vuelco inesperado cuando, sin explicarse cómo y por qué, el hombre retrocede en el tiempo, manteniendo todas sus experiencias de adulto, cómo enfrentarse al mundo y sabiendo de antemano qué va a ocurrir a su alrededor, pero quedando “atrapado” en el cuerpo de cuando tenía 14 años. Tiene la oportunidad de enmendar los errores, de volver a estar junto a sus desaparecidos padres y una hermana pequeña, aunque pagando el caro peaje de volver a vivir el día a día hasta alcanzar su Presente.

Aunque no parece que el argumento de «Barrio lejano» sea nada del otro mundo, en cuanto lo comparamos con el resto de oferta de cómic nipón, sentí una furibunda curiosidad quemándome por dentro. Quería saber cómo se desarrollaría dicha historia sin dejarme llevar (ni contaminar) por el entusiasmo exacerbado que supuraba el amable reseñador de turno; pero, cuando llegué a la “T” de Taniguchi, un impresionante alce blanco se interpuso en mi camino, me hechizó y me obligó a dejar de lado, por el momento, los dos volúmenes que encierran «Barrio lejano». 

Sobre el alce, un título contundente: «El viajero de la tundra».

¿Cómo resistirse?

Sin haber tomado contacto hasta entonces con nada firmado por Taniguchi, lo primero que me impresionó de su obra (aunque ya estaba advertido de ello) fue su calidad a los lápices y plumillas; su estilo manga alejado de las exageraciones habituales en ojos y gestos, así como su cariño por el detalle en un conjunto de seis relatos de vida, muerte y reconciliación, principalmente, con la Naturaleza, que sabe y huele a Literatura.

El primer relato, que da nombre a la recopilación, está protagonizada por Jack London en persona y recoge una experiencia que le hizo reconsiderar su aventura en las tierras auríferas de Alaska, cuando, junto con un compañero, se ve atrapado por una terrible ventisca y es rescatado por un anciano de una tribu del Norte, que ese año no logra dar con su alimento y ha dejado atrás a tan oneroso miembro de la comunidad (costumbre muy arraigada en los pueblos árticos y que, aunque nos parezca de una crueldad imperdonable, sirve de balón de oxígeno para la supervivencia del grupo). El anciano no lamenta su suerte, solo el que no sea capaz de encontrar el alce blanco, el ídolo totémico de su pueblo y rogar al espíritu para que sea benévolo y generoso con los suyos.

El segundo relato reproduce los primeros instantes de la obra «Colmillo blanco», de Jack London, protagonizado por una pequeña expedición que carga con un cadáver en un ataúd y que es perseguida por una manada de hambrientos y resueltos lobos que irá dando cuenta de los perros de tiro y de los dos hombres en cuanto haya ocasión.

El tercer relato nos habla de una tribu nipona de cazadores en lo más recóndito de las montañas, de la historia de un hombre carcomido por la desesperación, la venganza y la culpa aunque lo oculte a la perfección a sus familiares y convecinos. No pudo salvar a su hijo del ataque de un fiero oso y, transcurridos tres años del funesto suceso, le llega el rumor de que ese mismo oso merodea los bosques sin haber encontrado un refugio donde pasar el invierno. El protagonista, rompiendo su promesa, carga con la lanza y el fusil y se echa a la montaña cubierta de nieve, buscando el rastro del astuto y peligroso plantígrado para hacerle frente, siendo ésta, al final, una historia de reconciliación entre el Hombre y la Naturaleza.

Los dos siguientes relatos no encajan con el hilo del recopilatorio (tampoco lo hace el último al ciento por cien), pues el primero recoge la narración de un hombre que recuerda un verano en concreto de su infancia, aquel que vivió alejado de su madre, ingresada en unhospital, encontrándonos con un argumento centrado en el descubrimiento de la vida y de un amor verdadero; primer remanso de paz y tranquilidad en medio de la brutalidad que acecha en las anteriores historias.

El segundo de estos dos dispares relatos, que tanto se alejan de la salvaje Naturaleza, la protagoniza un mangaka y transcurre en la gran ciudad. El hombre recuerda una etapa de su juventud que transcurrió entre las claustrofóbicas paredes de un edificio plagado de historias y de vidas que acabó desapareciendo. Es como si no hubiera existido nada de todo aquello si no llega a ser porque el protagonista lo había “atrapado” su esencia entre las páginas de un manga que dibujó pero que nunca presentó a concurso alguno o llegó a publicar.

La narración que cierra el volumen la protagoniza un investigador científico especializado en grandes cetáceos. Viajaremos de nuevo hasta Alaska, pero a una época más actual, junto a un hombre obsesionado con Old Dick, un vetusto espécimen de ballena azul con el que alcanza cierto grado de intimidad durante sus inmersiones y que le podría llevar hasta el mítico cementerio de ballenas de la tradición inuit.

«El viajero de la tundra» reúne historias dotadas de una gran fuerza poética en las que la Naturaleza, tanto humana como salvaje, tiene un lugar de honor en la narración. Historias que no habrían sido llevadas con éxito al papel si el mangaka en cuestión no tuviera el arte y cuidado de Taniguchi, con su estilo realista, nada caricaturesco y que hace justicia a cada viñeta en la que encuadra una acción, sus diálogos y silencios. No decepcionará a nadie que se adentre entre sus tapas, por mucho que se vea en el brete de leer en el sentido japonés.

Lectura de 25 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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lunes, octubre 24, 2016

Entrevista a Carlos Ruiz Mateo, autor de «Schlachtkreuzer»


Coincidiendo, casualmente, con el décimo aniversario de la botadura de mi blog «Navegante del Mar de Papel», en HRM tuvieron a bien publicar mi última colaboración con dicha web. En esta ocasión ha sido con la extensa y completa entrevista que tuve el placer de realizar a Carlos Ruiz Mateo, autor de «Schlachtkreuzer: la historia de los cruceros de batalla alemanes durante la Primera Guerra Mundial» (Galland Books, 2016).


Espero que os pueda llegar a interesar esta magnífica monografía acerca de un aspecto muy poco tratado por la bibliografía referente a la Gran Guerra.

Lectura de 24 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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domingo, octubre 23, 2016

Diez años desde la botadura de «El Navegante del Mar de Papel»


Cada año que se va quedando atrás, ocupa mi mente y mis palabras en este blog la misma engorrosa cuestión: lo rápido que transcurre el Tiempo. Cada vez que me preocupo por ello, los días se extinguen como escalofriante premura; las manecillas del reloj va ganando aceleración, síntoma éste de que la juventud se desvanece, como si la nave en la que viajo encontrara mayor resistencia en su avance y éste comienza a ralentizarse, resultado previsible de la aplicación de la Teoría de la Relatividad de Einstein a mi vida. Y hoy, precisamente hoy, se cumplen diez años del instante en el que me dominó la inquietud por crear este blog, quizá porque me aburría en desmedida y me sobraban demasiadas horas muertas, quizá por otras cosas más importantes  de las que no era consciente, allá, en 2006, con veinticinco años, y con un horizonte devolviéndome la desafiante mirada, tan extenso como inabarcable. Entonces tenía tanto ímpetu como carecía de dirección; daba vueltas y vueltas a un lustroso timón, sin saber hacia dónde apuntar la proa, por lo que acababa no alejándome de la costa conocida y familiar, del dulce seno de la seguridad de un puerto amigo. Pero la costa, al final, desapareció.

Hoy me encuentro en medio de un océano que he ido cartografiando semana tras semana, dejándome embaucar como un necio por todos los sensuales cantos que proceden de las islas que he ido tocando, barajando sus formas lujuriosas a golpe de escritura, hasta saciarme y aborrecer las viandas, los placeres y hasta los peligros propios de esos pedazos de tierra que resisten rodeados de agua; llegando incluso a construir bases a las que acudir en medio de la desesperación, otros puertos amigos.

Y hoy se cumplen diez años y, en cierto modo, me siento como un Odiseo, harto de ser el juguete roto favorito de los dioses, enojados ante mi impertinencia y arrogancia, por los pecados de un simple mortal, único soberano de su barco y de nada más. Un hombre que, a pesar de todo, comienza a sentir el cansancio en los músculos y en la mente, algo que se está trasladando al blog, pues os habréis dado perfecta cuenta de que el nivel de entradas ha disminuido drásticamente desde fechas recientes. Me avergüenza reconocer la cantidad de ocasiones en las que la ceguera hace presa de mí y, por ello, no me atrevo a abandonar una de mis bases y me limito a contemplar cómo las olas mecen mi barco, bien acunándolo para que duerma y sucumba al abandono, bien para que rompa sus amarras y desaparezca.

¿Ese es mi ciclo vital?

Mis palabras se van tiñendo de gris, de pesados y bajos nimbostratos cargados de fría lluvia y, una vez más, de ese sabor amargo y estúpido de la despedida cobarde que no llega. Los dulces cantos de sirena me atan a la tierra, cuando no al fondo de los acantilados, al Tiempo; me encadenan a la mi vida real y rutinaria, mas, tranquilos, que sé la forma de resistirme, de vencer a la locura y hacer oídos sordos; sé cómo volver al mar, renqueante, pero con el corazón henchido. No es la primera vez que me ocurre y lo sabéis bien: en vez de brillante nostalgia, solo encuentro apatía en este día, la enfermedad pasajera que vuelve a nosotros cuando el contador del año vuelve a cero.

Es tarde para decir adiós al Mar de Papel, como en un momento de insensatez juvenil lo bauticé, sin saber qué se abría ante mí; incluso si lo que me empuja a aferrarme al timón con desesperación es la fuerza de la costumbre atrofiante. Simplemente no puedo dejarlo, hoy más que nunca, cuando se han cumplido diez años desde que me sumergí en sus aguas… Diez años en los que han acontecido tantos sucesos y se ha perdido para siempre otro tanto de lo que únicamente me queda el recuerdo y los sentimientos…

Solo espero que tengáis el suficiente ánimo y espíritu como para seguir en mi compañía.

Y, quizá sea algo arriesgado, fútil, un destello rebelde de inmadurez… 

¡POR OTROS DIEZ AÑOS MÁS!

jueves, octubre 20, 2016

«Ordinary World». Duran Duran



Came in from a rainy Thursday
On the avenue
Thought I heard you talking softly

I turned on the lights, the TV
And the radio
Still I can't escape the ghost of you

What has happened to it all?
Crazy, some are saying
Where is the life that I recognize?
Gone away

But I won't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive

Passion or coincidence
Once prompted you to say
"Pride will tear us both apart"
Well now pride's gone out the window
Cross the rooftops
Run away
Left me in the vacuum of my heart

What is happening to me?
Crazy, some'd say
Where is my friend when I need you most?
Gone away

But I won't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive

Papers in the roadside
Tell of suffering and greed
Here today, forgot tomorrow
Ooh, here besides the news
Of holy war and holy need
Ours is just a little sorrowed talk

And I don't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive

Every one
Is my world, I will learn to survive
Any one
Is my world, I will learn to survive
Any one
Is my world
Every one
Is my world

Lectura de 20 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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20 de Octubre de 2016



martes, octubre 18, 2016

Guardia de Literatura: reseña a «La amenaza de Andrómeda», de Michael Crichton

Series Bestseller (Debolsillo)
Editor: Debolsillo, Barcelona. 2007
Descripción: 338 p.; 19 cm.
ISBN: 978-84-8346-393-2
Michael Crichton, con «La amenaza de Andrómeda», plantea la posibilidad de que nuestro primer contacto con entes exógenos sea a nivel microbiológico, aunque no por ello afirme que el problema haya de venir del espacio profundo

Al escuchar, durante el transcurso de uno de los últimos programas emitidos del podcast Verne y Wells, mencionar de pasada la obra literaria «Esfera», de Michael Crichton, terminé esa misma semana rebuscando dicho título por entre los anaqueles de la biblioteca pública, por la letra “C”. Fue una de tantas ocasiones en las que las palabras susurradas al oído con cierta inocencia accionan un resorte mental y me incitan a actuar o generan una necesidad como es, por ejemplo, la de leer esa novela en concreto, de la que visioné su adaptación cinematográfica años atrás.

Para mi más profunda desolación, entre los títulos firmados por este autor norteamericano —que tambaleó los cimientos de nuestras infantiles mentes hace más de dos décadas a golpe de dinosaurio resucitado mediante ingeniería genética—, que atesora la biblioteca de la que soy usuario, no se encuentra «Esfera». Sin ofuscarme y, mucho menos, abandonarme al abatimiento que estos instantes provocan en mi frágil ánimo (arrastrándome como un zombie malhumorado hasta el catálogo informático de la Red de Bibliotecas de Galicia y rellenando, después, un formulario de préstamo intrabibliotecario), sopesé si no sería mejor idea el decantarme por lo que me ofrecían ahí mismo, por lo que tenía a mano de forma más inmediata y obtener el préstamo de alguna de las novelas que comban la balda de la estantería dedicada a la “C”. Tirando de recuerdo “reciente” y televisivo, producto fugaz como otros tantos, escogí «La amenaza de Andrómeda», sin saber entonces que esta obra posee una extraña relación o semejanza con los retazos que golpeaban machaconamente mi memoria, al grito de “quiero leer «Esfera»”.

Lo primero que sorprende cuando uno abre las tapas de «La amenaza de Andrómeda» es el año de publicación: 1969 (obra adaptada a la gran pantalla en 1971); Michael Crichton no tenía ni treinta años y ya firmó una novela con varios elementos que serían típicos de su bibliografía dedicada a la ciencia-ficción. Pero también sorprende que tenga un argumento que habría hecho las delicias de más de un aficionado al cine de Serie B: una incontrolable invasión extraterrestre a la que se enfrenta el Ejército y un reducido grupo de mentes brillantes: una amenaza desconocida en los años en los que la conquistadores del espacio iban en patucos, durante los mismos meses en los que el Hombre llega a la luna. Si hubieran salido hormigas gigantes en el texto, atacando ciudades enteras, probablemente habría sido fruto de una mente muy distinta a la de Crichton.

«La amenaza de Andrómeda» es una novela de ciencia-ficción dura, aunque el propio autor comete el error infantil y muy sesentero de hacer creer al lector que lo que relata sucedió en la realidad, punto por punto, pues, según él, el texto no es más que la reinterpretación de sus análisis a expedientes e informes clasificados y de las entrevistas que realizó a los supuestos principales implicados (a quienes da nombres que parecen corresponderse con identidades reales). Es más, llega (como hará en el futuro) a incluir gráficos, análisis y cablegramas “verdaderos” del también supuesto proyecto WILDFIRE de control de amenazas microbiológicas exógenas.

La trama da comienza con la caída programada a la Tierra, tras advertirse una modificación no determinable en su órbita, del satélite estadounidense de investigación biológica en altas cotas Scoop VII, que termina trayendo consigo a un pasajero inesperado que provoca la muerte por coagulación masiva con los cuerpos a los que tiene contacto; siendo que la población de Piedmont, Arizona, queda reducida a dos misteriosos supervivientes: un anciano y un bebé de dos meses.

Salvo durante cortos espacios o periodos de tiempo, el argumento se desarrolla en el interior de las instalaciones secretas del proyecto WILDFIRE en Nevada, con cuatro científicos que se esfuerzan por hallar la forma de aislar, determinar y controlar lo que se ha venido a clasificar como la amenaza de Andrómeda.

Tratando ahora los elementos narrativos que construyen la novela, el bloque más sólido del que se compone «La amenaza de Andrómeda» es el de la ficción que se encuentra embadurnada a conciencia de terminologías, teorías y deducciones científicas, dotándola de peso y veracidad; mas, aún siendo de narración sencilla en extremo, eso no impide que el lector de Letras puras pase por encima de determinados párrafos conservando tan solo el prescindible recuerdo de que aquellas partes no eran para él más que niebla de color grisáceo; lo cual, le niega el disfrute de más del 50% de la obra. 

Cada una de las cinco partes en las que se divide la novela cuenta con una nada desdeñable bibliografía científica (documentos no clasificados, informes y referencias, como se referencia) que sirvieron a Crichton para ahondar en sus miedos como novelista visionario, transmutando en una narración dura que se puede soportar gracias a que el autor se vale de un recurso clásico para tirarnos de la manga y obligarnos a quedarnos sentados en nuestro sillón, con el libro entre las manos: escenas cortas y capítulos de escasa duración, rubricados siempre con frases que tratan de inquietarnos, pues no terminamos de ver el final de túnel entre las agobiantes paredes de un laboratorio unido a un ingenio nuclear preparado para explotar. Sin embargo, la tensión final o clímax de la novela no es tal, a pesar del empeño narrativo por parte del autor por generarlo, con cuenta atrás incluida y todos los obstáculos posibles para detener a un personaje destinado a ser el héroe, pues sabemos desde el principio que los protagonistas sobrevivirán al incidente.

Michael Crichton, con «La amenaza de Andrómeda», plantea la posibilidad de que nuestro primer contacto con entes exógenos sea a nivel microbiológico, aunque no por ello afirme que el problema haya de venir del espacio profundo. Ya aventura la posibilidad de que los artefactos espaciales, en sus viajes de regreso a la Tierra, traigan consigo pequeños e invisibles cargamentos de bacterias, virus... formas biológicas que se encuentren en altas cotas por encima de la atmósfera terrestre, para las cuales carecemos, por Naturaleza, de inmunidad sanitaria alguna, tanto desarrollada mediante evolución natural como artificialmente; así como el peligro que suponen los miles de desechos que orbitaban ya sobre nuestras cabezas allá en 1969, amenazando de muerte los viajes espaciales.

Es, sin duda alguna, una novela que tiene demasiado de libro de texto, más de lo que nos agradaría reconocer si lo que se pretende es disfrutar de un thriller, mas no por ello cuenta con elementos que desmerezcan su lectura, sirviendo de manifiesto de lo que es el verdadero cometido de la Ciencia, que no es otro que entender y mantener una mente abierta ante los retos que los espacios ignotos nos puedan plantear. Eso sí, si comenzáis con ella y os paráis a la primera de turno por culpa de las explicaciones científicas, lo mejor que podéis hacer es abandonar y dedicar vuestros esfuerzos y dioptrías a otros paisajes literarios menos áridos.

Lectura de 18 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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18 de Octubre de 2016



lunes, octubre 17, 2016

50º aniversario de la creación de la Brigada GALICIA VII Ligera Aerotransportable


Este fin de semana no, el anterior, se festejó en Pontevedra los 50 años desde la creación de la unidad hoy día conocida como Galicia VII BRILAT. Siendo testigo de los actos, he decidido compartir con quien lo desee los mismos y mis impresiones en un artículo que ha sido publicado en la web de Historia Rei Militaris y al que os enlazo a continuación:


Lectura de 17 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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jueves, octubre 13, 2016

«Ballad Of Easy Rider», The Byrds



The river flows
It flows to the sea
Wherever that river goes
That's where I want to be
Flow river flow
Let your waters wash down
Take me from this road
To some other town

All he wanted
Was to be free
And that's the way
It turned out to be
Flow river flow
Let your waters wash down
Take me from this road
To some other town

Flow river flow
Past the shaded tree
Go river, go
Go to the sea
Flow to the sea

The river flows
It flows to the sea
Wherever that river goes
That's where I want to be
Flow river flow
Let your waters wash down
Take me from this road
To some other town

Lectura de 13 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



  • Barómetro: 745 (Variable). Nimbostratos
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miércoles, octubre 12, 2016

Hoy y siempre


Las lanzas se han partido durante cien vidas, 
Al igual que se ha rasgado su tela, picada de agujeros; 
Se ha cubierto de polvo y dolor de las generaciones orgullosas. 
Hoy los Colores son mancillados y ultrajados; 
Su llama caprichosa ondea hecha jirones, convertida en un trapo para muchos, 
Pero para mí siempre será motivo de orgullo
Pues mi sangre, como la de mis ancestros, 
Tiñe sus bandas, rodeando un sol inextinguible.

martes, octubre 11, 2016

Guardia de televisión: reseña a «Ascension»

Título original: «Ascension». 2014. EEUU. 6 capítulos de +/- 50 min. Guionistas: Adrian Cruz y Philip Levens. Elenco: Tricia Helfer, Gil Belows, Brian Van Holt, Andrea Roth, Brandon P. Bell
Trama coral de ciencia-ficción que se reduce y se abandona a la deriva con la filmación de tan solo seis capítulos, suponiendo esto una merma de calidad que no tendría que haberse permitido nunca

«Ascensión» es la corta crónica de algo que pudo ser muy grande, pero que se quedó en un coitus interruptus bochornoso. La ambiciosa trama que se nos presenta resulta imposible de solventar con un poco de dignidad por medio de una miniserie de seis capítulos de algo más de cuarenta minutos de duración y que deja la resolución de casi todo para guiones que nunca se grabarán; en el “mejor” de los casos, algunas líneas son finiquitadas a marchas forzadas y violentamente, tanto en las formas como en el fondo.

En el primer capítulo se nos ubicará en una sociedad cerrada con cierto regusto a los años ’60 del pasado siglo, pero dotada de ciertas notas discordantes de tecnología avanzada, recordando el decorado a «La fuga de Logan». Una estricta meritocracia en la que, a pesar de todo, se dan demasiadas diferencias sociales e, incluso, parias, siendo el sexo la moneda de cambio más común. Sabremos que estamos a bordo de una nave interestelar e intergeneracional propulsada por energía nuclear (no es el desvarío nocturno del guionista de turno, pues su concepto es real y fue tratado en profundidad durante los primeros años de la carrera espacial como único modo eficaz de alcanzar las estrellas más cercanas a nuestro sistema con misiones tripuladas (y me da que aún no ha sido superado)), en la que se enredan como serpientes sinuosas ciertas tramas de poder y corruptelas, tan comunes en ciertas producciones televisivas de ciencia-ficción de la década de 1990, pero entre las que irrumpe una investigación policial al reportarse el primer asesinato tras cumplirse el quincuagésimo aniversario del lanzamiento de la misión.

Lo más sobresaliente de la serie es que al término de cada episodio sucede algo totalmente inesperado que nos dejará atónitos y con la boca abierta, con el consabido peligro que esto conlleva, sobre todo en verano, siendo que descubriremos que Ascension no es una nave espacial ni viaja a sitio alguno: es una especie de ambicioso «Show de Truman», vasto y ultrasecreto, con el que se pretende investigar los efectos sociales de un viaje interestelar de cien años de duración; pero tampoco es que sea esa la meta principal, pues las cobayas de Ascension trabajan en un inmenso laboratorio para la obtención de tecnología avanzada sin contaminación externa y hasta una forma revolucionaria de desplazarse por el cosmos y, en última instancia, un desarrollo evolutivo del ser humano.

Se nos presenta una trama coral, con demasiados personajes, dentro y fuera de la nave, a los que les mueve intereses definidos y encontrados, además de una extraña niña que manifiesta poderes psíquicos, dejándose todo esto a la más horrenda deriva tras los ridículos e insuficientes seis capítulos (tanto para los guionistas como para los espectadores) que cierra la serie, lo cual es una merma de calidad que no tendría que haberse permitido nunca. Hubiera sido mejor dejar Ascension en un cajón hasta la llegada de tiempos más bonancibles.

La variedad de temáticas y de aspectos en el microcosmos de Ascension hubiera merecido el esfuerzo de algunas temporadas más prolongadas y me ha dejado, aún con sus deficientes y clichés reiterativos, con ganas de más pues considero que esta idea es admirable para insuflar vida y recuperar el género de ciencia-ficción espacial en televisión, dignificándolo.

Lectura de 11 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



  • Barómetro: 752 (Variable). Nimbostratos
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lunes, octubre 10, 2016

Relatos en viejos folios

Folios con el color de las arrugas en los que ha medrado una colonia de motitas amarillentas de origen desconocido y por determinar. Fibra de celulosa rectangular acribillada por los martillos de una máquina de escribir largo tiempo olvidada. Errores corregidos con una capa de Tippex sobre los que una vez echamos el aliento, esperando a que secara y para volver a la carga. Incluso las notas de la corrección de un adulto, de un profesor de lengua, ante la impaciencia de un chaval de 14 años empeñado en mandar un cuento a un concurso literario hace más de dos décadas.

Esto es lo que he encontrado entre mis cachivaches, entre carpetas polvorientas, plagadas de recuerdos de fotografías recortadas de periódicos y revistas, adheridos a base de pegamento de barra en algún momento de mi adolescencia: un relato corto que me gustaría conservar en Internet como muestra de uno de mis bisoños pasos en la Literatura, de aquellos momentos en los que tener delante de mí una pantalla de ordenador era algo menos que ciencia ficción.

Hoy os ofrezco ese relato en cuestión y, algún día de estos, un par de ejercicios que estaban en la misma funda de plástico, unos microrelatos en los que había que introducir una serie de palabras escogidas.






Lectura de 10 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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martes, octubre 04, 2016

Guardia de cine: reseña a «Jersey Boys»

Título original: «Jersey Boys». 2014. EEUU. 2 h y 14 min. Biopic. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Marshall Brickman, Rick Elice. Elenco: Vincent Piazza, John Lloyd Young, Steve Schirripa, Christopher Walken

Eastwood presenta un biopic de una forma que capta la atención del espectador, llegando a momentos de gran intensidad, aderezados con unas canciones que siempre han sonado en el fondo, que conocemos, que hemos tarareado de forma inconsciente, pero que nunca nos hemos aprendido

Cuando se encuentra a Clint Eastwood vinculado a una película de este tipo puede sorprender tanto como cuando le vimos compartiendo pantalla con Meryl Streep y con un ramillete de flores silvestres venenosas entre las manos. Bueno, quizá ahora no tanto, pero «Jersey Boys» sigue siendo uno de esos títulos que parecen no formar parte de la guía de una ciudad de cine muy particular, con la que se visitan calles sin nombre.

Esta cinta que hoy reseñamos es la adaptación de un musical de Broadway, de idéntico título, que capturó toda la atención del Eastwood director. Cuando asistió a una representación de dicha obra, sin albergar muchas esperanzas y con escasas ganas de sentarse en la mullida butaca, salió de la sala entusiasmado ante lo que había presenciado. Yo, como Eastwood, tampoco es que me sintiera muy atraído por el argumento, igualmente por el mismo motivo de que la música que sonaba no es de mi gusto. Pero la historia que cuenta en sí, bien merece que le prestemos atención; no porque nos pueda parecer incluso simpática la irrupción o intervención providencial de la mafia italiana en la vida del cuarteto musical “Four Seasons”, sino porque el relato se presenta de una forma que capta la atención del espectador, llegando a momentos de gran intensidad, aderezados con unas canciones que siempre han sonado en el fondo, que conocemos, que hemos tarareado de forma inconsciente, pero que nunca nos hemos aprendido.

Siendo desconocedor por completo del desarrollo argumental y del libreto del musical, no puedo saber qué paralelismos y licencias hay entre Broadway y Hollywood con «Jersey Boys», pero eso no me frena a la hora de compartir mis impresiones: quizá lo que más me ha gustado es la intervención de varios de los protagonistas en calidad de narradores, no en off, sino manteniendo un contacto directo con el público. Es un magnífico recurso, pero durante un momento largo del último cuarto, dicha narración se queda eclipsada, desaparece tras haber sido constante, para, luego, reaparecer de forma un tanto abrupta. Algo parecido a lo que le ocurre a la narración, en esta ocasión en off, del filme «El perfume» (año 2006).

La interpretación que se despliega por parte de todo el elenco me parece perfecta, en su justa medida; aunque no termino de ver a Christopher Walken de mafioso italiano, por la simple razón de que no se parece a un italiano ni en lo blanco de los ojos, mas siempre es un placer contar con su presencia y arte en pantalla.

Eastwood en ningún momento olvida que su cinta ha nacido de entre las tablas de un teatro y se agradece ese empeño sutil de homenaje, mientras nos va guiando a lo largo de la vida irrepetible de uno de tantos grupos musicales de esa etapa de oro en la que lo que triunfaba la calidad, nada que ver con lo que venimos sufriendo desde hace ya demasiados años. La película supera ampliamente las dos horas de duración, pero hacia el final nos vemos atropellados por la falta de fondo argumental, caminando, cuando no corriendo, sin nada firme bajo nuestros pies, sobre todo tras el fallecimiento de Francine, una de las hijas de Frankie Valli. Esto último es algo que no sé a qué o a quién achacar, pero está ahí, privándonos de varios personajes, que desaparecen entre el humo del truco de magia cinematográfico, hasta que los “Four Seasons” se reencuentran cuando acceden al Hall of Fame.

El punto a esta obra firmada por Eastwood lo ponemos calificándola con un suficiente alto, aunque no nos haya entusiasmado.

Lectura de 4 de Octubre de 2016 a las 1200 horas



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