Título original: «The Hateful Eight». USA, 2015. 3 horas y 7 min. Drama, Misterio. Dirección: Quentin Tarantino. Guión: Quentin Tarantino. Elenco: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demián Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern
Tarantino se obceca con el western, tiñéndolo con ciertas pinceladas de misterio al estilo Christie, pero sin perdonar una sola gota de sangre
Quentin Tarantino regresó en 2015 a los cines queriendo hacer una gracieta con el número de películas que ya ha dirigido y el título de su última entrega. Resultó, por otro lado, extraño, cuando no poco imaginativo, que, de entrada, planteara una historia ambientada nuevamente en los EEUU del s. XIX, llegando a introducir a dos personajes que ejercen el peligroso oficio de cazarrecompensas. Dicha premisa acusa cierta cojera que nos desvía la atención hacia «Django desencadenado». ¿A qué se debe esto? Es que incluso el personaje interpretado por Tim Roth es un calco, en sus maneras, del Dr. Schultz (al que le dio vida Christoph Waltz).
Regresar al terreno fértil del Spaguetti western puede verse como un desliz de Tarantino. Pero podemos errar al considerar «Los odiosos ocho» como tributaria de Django.
El argumento se ramifica a través de ocho personajes que se ven forzados a convivir en un espacio cerrado, la mercería de Minnie, durante al menos dos días con sus noches, hasta que la ventisca que se les ha echado encima amaine y las diligencias puedan seguir camino hasta el pueblo de Red Rock. Ocho individuos con sus propias historias y personalidades, con cartas de presentación bastante dudosas que alimentarán el recelo mutuo desde el mismísimo primer instante.
La única mujer es una reo de uno de los dos cazarrecompensas y lo mal que huele aquello que se esté cocinando en la mercería de Minnie da por sentado que uno o varios de los tipejos que están allí, tras una mesa, ante el fuego o junto a la barra, va a intentar liberarla. Pero, ¿quién, cuándo y cómo? Y el asunto se pone un punto peliagudo cuando el café resulta envenenado.
Aunque el título en castellano suene fatal por ser sorprendentemente fiel al original, no merece otro trato para ocho individuos apestosos y repugnantes, de la más baja calaña. Poco hay de aprovechable en ellos, incluso en los oficiales de Justicia cuyo sueldo es una sustanciosa recompensa. Un argumento que gira en torno a ello con un cierto deje de misterio a lo Ágata Christie. Sí, en serio, no lo digo en broma. Es como si Tarantino, entre película y película, se hubiera abrochado el collar de perlas en torno al cuello y sentado ante el teclado con «Asesinato en el Orient Express» a su verita, vera. Aunque, claro, la señora Christie no soportaría semejante morcillada, especialidad de la casa.
La película está muy bien trazada. Tarantino vuelve a hacer magia con los diálogos, enganchando al espectador de los labios de sus personajes y de sus secretos, aunque me gusta mucho más «Django desencadenado», probablemente por culpa de la claustrofóbica mercería de Minnie, las constantes agresiones sin motivo y el abuso de ciertos insultos y palabras malsonantes que, en ocasiones, deslucen por su reiteración incesante.
Tampoco es que sea yo un experto en el cine de Tarantino...
Y me resisto a terminar esta reseña sin compartir con vosotros mi duda: si los buenos son tan listos y se huelen un plan de huida para la pérfida Daisy Domergue, ¿por qué no se dieron cuenta de que en la mercería de Minnie faltaba gente, y me refiero a los conductores de la primera diligencia que había llegado el día anterior? Siendo así, no causa sorpresa que alguien acabara con los testículos volando hasta el cielo de un balazo, mientras el resto de su cuerpo iniciaba un camino lento hacia el infierno.
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