Título original: «Spectre». 2015. Acción, thriller. RU-EEUU. 148 min. Dirección a cargo de Sam Mendes. Guión de John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth. Elenco: Daniel Craig, Christoph Waltz, Léa Seydoux, Ralph Fiennes, Mónica Bellucci
Historia y guión muy trabajados para presentar a un Bond más complejo, serio y oscuro; una digna producción de cine de espías ,sin renunciar a los elementos propios de la saga 007
James Bond, letal e incontrolable, escapa nuevamente de la órbita del M16, cumpliendo una misión especial de la anterior responsable en el cargo de “M”. 007 se ha desplazado a México D. F. para asesinar, para tirar del hilo y comprobar que los hechos que se relatan en la magnífica «Casino Royale», la subestimada «Quantum Of Solace» y la prescindible por horrorosa «Skyfall» están íntimamente interrelacionados. No son hitos ni películas independientes y el Bond de Daniel Craig se verá envuelto en una maraña de muertes y recuerdos que se resuelve en «Spectre», descubriéndose por fin la terrible amenaza que se cierne sobre el orden mundial.
Esta última producción de Craig como protagonista, vestido de esmoquin y vaciando cargadores de su Walter PPK, es, en mi humilde y criticable opinión, la mejor de las cuatro (aunque IMDB no esté de mi lado). Aquí vemos con claridad al Bond asesino, hosco y desagradable, pero protector; atormentado y de porte militar. Quizá Craig sea el actor que mejor dote físicamente al personaje de Ian Fleming, aparte de Timothy Dalton.
«Spectre» brilla por sus diálogos y por la creciente tensión que se va acumulando en un frágil dique que no es otro que nuestra butaca, condenada a reventar, obligando al espectador a lamerse los labios ante esta obra cumbre de la saga Bond.
Como acabo de apuntar, destacan sus diálogos, duros y propios de toda producción de cine de espionaje que se precie, cargados de cinismo, nihilismo y un extraño ánimo suicida, pero también impregnados de las terribles ganas de los personajes por seguir viviendo, de seguir respirando cuando apenas sacan la cabeza del agua. Diálogos que muestran hombres y mujeres con mayor fondo y juego, como en el caso de Money Penny y Q, que ya era hora que dejaran de ser meras comparsas para pasar a formar parte de la acción.
Al contrario que sucedió con «Skyfall», que no es más que un cajón desastre de recuerdos de los Bond anteriores metidos con calzador y sin orden ni concierto, «Spectre» recoge el testigo de la saga y la revitaliza sin olvidarse de un coche espectacular, de paisajes de ensueño, tanto naturales como femeninos; de un terrible asesino, de estatura gigantesca y prácticamente invulnerable, que nos recuerda al simpático Tiburón, pero que no agrada en este caso; de viajar en un tren que termina destrozado durante una pelea o combate (no sé cómo a Bond se le sigue ocurriendo la mala idea de viajar en ferrocarril); y de retratar la preocupación del momento durante su filmación. Me tomo la libertad de extenderme respecto a esta última nota puesm si en «Solo se vive dos veces» encontramos el temor a la guerra termonuclear provocada por un tercero, si en «El hombre de la pistola de oro» damos con la crisis energética de la década de 1970, si en «Licencia para matar» el argumento se centra en el crecimiento incontrolado del mercado de la droga procedente de Iberoamérica hacia los EEUU o si en «El mañana nunca muere» hace lo propio con el peligro de una manipulación de la verdad por parte de los nuevos medios de comunicación, en «Spectre» el guión señala el uso de la información obtenida por redes de vigilancia global gracias a todo tipo de dispositivos y de los que no tenemos conciencia, con fines criminales (nos rasgamos las vestiduras cuando el Sr. Assange emerge de su cueva y usa el balcón de la embajada ecuatoriana en Londres como púlpito barato para decir esto y aquello sobre la CIA y su ciberespionaje, pero todo el mundo calla tan feliz ignorando a donde van a parar los miles de billones de datos que recaban diariamente empresas privadas dispuestas a vender su producto al mejor postor, importando bien poco si es adquirido por una empresa de lencería o por DAESH).
El malo-maloso, el líder de Spectre, no podía ser otro mejor que Christoph Waltz, quien brilla gracias a su natural encanto perverso, aunque no se le permite desarrollarse. Su personaje apenas luce en el metraje, ¿quizá porque se quiera hacer uso para futuras producciones? No sería descabellado, además, no muere (algo que en pocas ocasiones sucede a lo largo de la saga, pues solo recuerdo semejante supervivencia en «Al servicio de Su Majestad»). Sería todo un puntazo que Waltz volviera a ser la Némesis de Bond, importando poco el aire de despedida que Craig da a la cinta.
Como punto negativo, constante en la práctica totalidad de las películas de Bond, es la obsesión por doblar a las chicas con esos acentos extranjeros, insufribles y prescindibles en castellano, que obligan al espectador a enchufarse el “sonotone” o activar el menú de subtítulos pues no se les entiende cinco de cada diez palabras. Es curioso que solo ocurra con las mujeres. ¿Cuándo aprenderemos por estos pagos?
«Spectre» es digna, desprovista de bravatas y fantasmadas; seria y de acción que, aunque maree hasta la náusea al comienzo, merece ser aupada hasta los primeros puestos de la serie 007.
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