jueves, junio 13, 2019

Guardia de cine: reseña a «Ha nacido una estrella»

Título original: «A Star Is Born». 2018. EEUU. 135 min. Drama. Dirección: Bradley Cooper. Guión: Will Fetters, Bradley Cooper, Eric Roth; historia de William A. Wellman y Robert Carson. Elenco: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliot, Rafi Gavron, Andrew Dice Clay


Tercera versión del cuento de la Cenicienta con voz de oro; una historia de amor y sobre el precio a pagar por la fama

Bien lo dicen en un par de ocasiones durante el metraje; no recuerdo las palabras exactas, pero sí su sentido: todas las historias están ya contadas, solo resulta novedoso aquello que el artista en particular puede ofrecer al público. Y tras años reseñando películas, libros y otros, me he percatado de que es cierto, sin necesidad de que me lo dijera ninguno de los personajes que pueblan esta tercera versión del mismo cuento de una moderna Cenicienta. Siempre están presentes los mismos hechos y sentimientos, solo cambia la ubicación espacial y temporal, los rostros de los actores…; son las piezas de un puzle que se puede montar, aún sin necesidad de que encajen, y que siempre acaban, sin excepción, mostrando con precisión la imagen de la caja donde se guardan.

La película da comienzo introduciendo a Jack, un cantante country-rock con serios problemas de adicción quien, durante una noche de desvelo solitario tras un concierto, deambulando por la ciudad, da con un garito con espectáculo transformista en el que actúa de vez en cuando una chica atrapada en un trabajo que detesta y sin posibilidades de huir; una chica cuya interpretación de Edith Piaff deja atónito a Jack; una chica del montón, con una nariz un tanto particular (para nada a la “altura” de Barbra Streissand), que se llama Ally y con la que Jack pasará una noche recorriendo baretos, creando los cimientos de una relación, descubriendo una voz prodigiosa que, encima, tiene cabeza para componer.

Sin duda, uno de los mejores momentos es cuando Jack convence a Ally para que canten juntos esa canción a medio terminar que ella le canturreó en el parking de un supermercado 24 horas. Emocionante, la verdad, sobre todo cuando «Shallow» es una composición portentosa y espléndidamente interpretada; de esas que marcas como favoritas en tu perfil de Youtube y escuchas una, dos, tres… mil veces; que tarareas de camino al trabajo o que, en el peor de los casos, no te deja dormir al estar repitiéndose en tu mollera como el ciclo de una lavadora atascada.

Pero, aparte de esos tres minutos musicales, lo que sí me ha gustado de la película es el sabor que dejan los diálogos, que son francos, directos, como calcados de conversaciones reales y espontáneas. Apenas se aprecia nada de esa corrección que siempre acaba entrando en el guión tras las continuas revisiones del texto. A esto se suman una serie de detalles que parecen ser propios de instantes fuera de grabación oficial, con una pareja de actores protagonistas entre los que debe haber surgido una relación muy intensa y cariñosa, sin que por ello tenga que haber intercambio de fluidos (¡malpensados!). Hablo de detalles que cuesta mucho creer que hayan sido dirigidos y que, al menos a mis ojos, son sinceros; si me equivoco en este punto, he de levantarme de la butaca y hartarme de aplaudir.

La historia de amor, nada empalagosa para mi alivio, sigue las directrices de la acción para que Ally alcance el estrellato musical y que se Gagagiza, momento en el que la película pierde interés, aunque se un cambio necesario para llevar a los protagonistas al límite de sus sentimientos, cuando las cosas comienzan a torcerse, a salirse de madre, para luego recuperar la rectitud de forma dramática. Entre la mofa de Lady Gaga hacia su propio personaje (Ally no quiere ser rubia), y a toda la superficialidad de la música comercial de la que ella es reina indiscutible, se quiere enfatizar el precio del éxito, de la presión que solo se contrarresta con adicciones, de la envidia perdonada por el amor incondicional de Ally hacia Jack.

«Ha nacido una estrella» es, a fin de cuentas, una película sobresaliente, en la que brillan, por encima de todo, las palabras y cómo se expresan.

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