Regresar al Overlook cinematográfico tras leer la novela de Stephen King te aporta otra óptica, aún cuando dicha lectura se haya realizado hace ya más tiempo del que recuerdo
Es distinto, aunque no puedes evitar sentirte (otra vez), muy pequeño en esos pasillos inabarcables, en esas estancias sin fin, en esos recodos donde aparecen las gemelas para erizarte el cabello (pasarán cien años y seguirán provocando el mismo efecto). Y es distinto porque comprendes a la perfección algunas de las quejas de King con respecto al guion que coescribió Stanley Kubrick junto con Diane Johnson: no se retrata el nudo o núcleo de la novela que es la desintegración familiar. King escribió esta obra en un momento, uno de tantos, muy tenso en su relación matrimonial con Tabita, y ese distanciamiento entre marido y mujer (con el divorcio acechando), la desconfianza creciente con motivo a un supuesto incidente de malos tratos, va cocinándose a medida que el Overlook va envenando a Jack Torrance. Y lo cierto es que esto, así como el alcoholismo del protagonista adulto masculino, es una anécdota de uno o dos minutos. (sigue leyendo)
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