miércoles, octubre 04, 2023

Respondiendo a Rodrigo Cota a propósito del “Burla Negra”

Grabado de Hanney representando al Defensor
de Pedro
tras hundir y abandonar al Morning
Star
.
Rodrigo Cota es alguien a quien es difícil no conocer y reconocer, siquiera de vista, en ciertos parajes de Pontevedra. Él también me conocerá, no me cabe duda, con la diferencia de que no será capaz de ponerle nombre a mi triste figura y semblante. A tanto seguro, ignorará por completo mis revoltosas inquietudes. 

Si acudimos a su perfil de Linkedin, Cota se presenta a sí mismo como escritor, guionista de cómic y televisión, además de como corrector literario, colaborador de El Diario de Pontevedra, El Mundo y TVG, y como profesor de guión en la escuela de cómic O Garaxe Hermético. No es poco.

Supe de Cota por primera vez por cuanto sus trabajos previos sobre la teoría del Cristóbal Colón gallego, animaron a mi amiga Lidia Mariño a pedirle que acudiera y encabezara la presentación de su primera novela, «La verdad del bufón» (Ediciones Atlantis, 2012). Hasta entonces, me era total y radicalmente desconocido todo rastro de la existencia de este señor.

Lejos estaba yo entonces de saber que me tropezaría casi todos los días con él, además de en mis investigaciones históricas. No es la primera vez que Cota me hace un placaje y hoy me veo en la obligación de replicar uno de sus trabajos, en concreto el artículo publicado a 25 de octubre de 2022 en el Blog “Galicia histérica”, de El Diario de Pontevedra, y que tuvo a bien titular «Burla Negra, el barco que nunca existió».

Burla Negra, para los que no sepáis, es como popularmente se viene conociendo al bergantín que el pontevedrés Benito de Soto comandó durante el suficiente tiempo para labrarse, a fuerza de machetazos, violaciones y ciertos sadismos particulares, la fama de ser uno de los más sanguinarios piratas que asolaron el océano Atlántico; quizá el que más, habiendo consenso con atribuirle el mérito de haber sido “el último” de su ralea.

Benito de Soto fue un tipo al que bien pronto se le pudrió el alma, como bien dijo Fernando García Echegoyen cuando hizo semblanza de él en Cuarto Milenio. Huyendo de la matrícula de mar y de sus innegables embarazos con la Justicia, de Soto acabó enrolado en el bergantín brasileño Defensor de Pedro, que hacía tanto las veces de negrero como de corsario bajo la bandera del Imperio del Brasil.

Con 17-18 años, si no me fallan las cuentas, encabezó un motín, se hizo con el Defensor de Pedro y se entregó a la disoluta vida de pirata, la misma que nada tiene que ver con el edulcorante romántico que suele girar, como colonia barata, sobre las testas de estas viles bestezuelas del mar abierto.

La cultura popular da a entender que el Defensor de Pedro, bajo el mando de Soto, pasó a llamarse Burla Negra, y Cota afirma que no existe prueba fehaciente alguna de dicho cambio de denominación. Para ello se sirve, primero, de la novela «El milano de los mares» (1855), de Alejandro Benisia y Fernández de la Somera y, segundo, de la obra titulada «Los piratas del Defensor de Pedro» (1892), del capitán de navío Joaquín María Lazaga y Garay, textos ambos en los cuales no se hace mención alguna a Burla Negra; aunque Cota, de forma excesivamente gratuita para mi puntilloso gusto, se atreve a insultar a Lazaga, llamándolo holgazán, por omitir voluntariamente los nombres y apellidos de aquellos que compraron en los puertos de Pontevedra y Coruña la mercancía robada por Benito de Soto. Creo, para empezar, que el epíteto es incorrecto, más si cabe cuando Lazaga publicó un libro de más de quinientas páginas. Así que no vendría mal una rectificación.

Lazaga se estudió los mil folios de la causa contra de Soto y sus secuaces, y Cota, de lo que extrajo el marino y con todas las de su elevada ley, predica que nunca existió semejante mudanza pirática en el bergantín, hasta que, en 1932, Phillip Gosse, autor de la cuatrilogía fundamental de la Historia de la piratería («The Pirates who's who» (1924), «My pirate library» (1926), «Hawkins scourge of Spain» (1930), y «The History of Piracy» (1932)), decidió, porque “no le gustaba Defensor de Pedro como nombre de barco pirata”, cambiárselo por el de Black Joke.

Cota, al final, desvaría y da por hecho que lo de Black Joke o Burla Negra no es más que una tergiversación “a la inglesa” que ha llegado a nuestros días, aún sin saberse porqué no menciona en su artículo al gallego José María Castroviejo, autor de la novela «La Burla Negra» (Planeta, 1955).

Yo no estoy aquí para polemizar con Cota. Válgame Dios. No estoy para estos lances de Quijote sin Rocinante sobre el que montar a horcajadas y sin Sancho Panza que arroje sombra, pues tampoco hay Dulcinea a la que hacer el amor. Pero me veo en la urgencia de replicar la sentencia de Cota o, al menos, de corregirla.

Para empezar, es incierto que Gosse se sacara de la manga lo de Black Joke. Una de las primeras veces que he encontrado que se nombra al Defensor de Pedro como Black Joke es en el extensísimo trabajo “The supression of piracy in the West Indies”, de Francis Boardman Crowninshield Bradlee, publicado por el Essex Institute (Massachusetts), en el año 1923. Váyase a la página 149 de dicho texto.

Por tanto, no se tuvo que esperar a 1932 y a que Gosse hiciera de cura en un bautismo a destiempo. Bradlee lo hizo nueve años antes [i].

Lo que no encuentro yo es de dónde Bradlee sacó la información sobre dicho cambio de denominación, y me parecería pueril proclamar que Bradlee confundió churras con merinas al encontrar en la The United service magazine (recopilación de 1829), dos noticias aisladas, una referida a Benito de Soto y otra al combate entre el bergantín de guerra HMS Black Joke, comandada por el teniente Henry Downes, y el bergantín negrero español Almirante, en enero de 1829. Confundirse tanto como anotar que el navío de Benito de Soto se llamaba como un navío del Escuadrón del África occidental creo que sería demasiado.

No confundir al Burla Negra con el HMS Black
Joke
de la Royal Navy.
Alguno exclamaría, incluso nuestro amigo Cota, que no es tan difícil tomar el rábano por las hojas. Y, sí, es cierto, no sería tan difícil, por cuanto en el artículo «El último gran pirata del Atlántico era de Pontevedra», firmado por Iván Fernández Amil el 26 de mayo de 2019 para el Quincemil, diario local digital de Coruña, cuela al HMS Black Joke como si fuera el bergantín de Benito de Soto en el apartado de complemento gráfico.

Bien. Un error lo tiene cualquiera y hasta Bradlee se equivoca de año, datando las correrías de Benito de Soto en 1832, cuando fue ahorcado en 1830. Es el lapsus calamii al que soy tan aficionado consciente e inconscientemente. ¿Acaso nadie se ha dado cuenta que en la dirección de este blog, en vez de escribir navegantedelmardepapel, escribí navengantedelmardepapel? Dichosa “n” de más… Si fuera lo único de lo que me pudiera quejar…

Pero quiero aportar más al texto de Cota y, para ello, acudo al sostén de lencería fina de Lazaga sobre el que nuestro amigo balancea sobre el vacío.

Cierto es que en «Los piratas del Defensor de Pedro» no hay mención alguna a Burla Negra o a Black Joke, y que el bergantín que robó Benito de Soto para servir a sus actividades criminales siempre es mencionado por su nombre registrado: Defensor de Pedro. Pero es algo lógico y me remito a lo que explico a lo largo del artículo a publicar en cinco partes titulado “Aquellos viejos corsarios. Análisis del corso entre los s. XVII y XIX”.

Bien, de entre lo mucho que he aprendido estudiando para dicho ensayo, destaca un renglón muy importante: los piratas, por ser apátridas y criminales sin bandera y no sometidos a jurisdicción alguna, no generan derecho de usucapión sobre los bienes capturados, los cuales siempre serán, sin discusión, propiedad de sus legítimos dueños con independencia de circunstancias, tiempo transcurrido, etc. No teniendo nunca la consideración de captura legítima, por tanto, no se podría adquirir ni cambiar legalmente de nombre al Defensor de Pedro; además, su origen era indubitado y no cabría razón, por tanto, para servirse de la denominación pirática en proceso alguno. Otra cosa bien distinta es que los piratas, para sus actividades, manipularan la documentación de a bordo, borrasen el nombre real del espejo de popa e hicieran adoptar al navío un nuevo alias, acorde con su nueva fe. Por ello mismo, el Burla Negra seguiría siempre siendo el bergantín negrero-corsario Defensor de Pedro, propiedad de José Botehlo de Siqueira Matos Araujo, de Río de Janeiro.

Para terminar, sí, podríamos decir que el Burla Negra no existió como tal por falta de fuentes de la época accesibles, mas ahí quedan mis peros para Cota.


[i] Algunos autores más modernos, como Antonio del Real Pasquín, en su artículo «Los duros antiguos de Cádiz y el último pirata del Atlántico» (Revista General de Marina, vol. 260, abril de 2011), señalan que Benito de Soto y sus compañeros mudaron el nombre del bergantín a Burla Negra cuando amarraron en Bueu, el 17 de abril de 1828.


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