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Página 196 de La arquitectura naval española (en madre), bosquejo de sus condiciones y rasgos de su evolución, de Gervasio de Artiñano y de Galdácano |
La Barcaza Espín es un proyecto naval que se quedó en el papel, aunque lo traemos aquí por la razón de que el CSS Virginia, el primer acorazado de la Historia, guarda un curioso parecido con la idea que el oficial de la Real Armada Juan de Ochoa pretendió presentar al rey Felipe V por intermediación del conde de Scotty: «Suplico a V. E. dé calor a Su Majestad para que mande poner luego esto por obra, sin omisión alguna, que es el pecado que ordinariamente padecemos en España, y estimaré que no me abandone en su protección…» (carta de 11 de febrero de 1727).
El planteamiento de Ochoa era bien simple. Podemos ver en él algo semejante a una galera sin mástiles, con costados reforzados con planchas metálicas de un dedo de espesor, espolón y con una obra muerta mínima a ofrecer al enemigo. La cubierta estaba resguardada por un tinglado inclinado, bajo el cual encontramos dieciséis remos y otros tantos cañones, con sus remeros y brigadas artilleras. Para completar el cuadro de esta batería flotante acorazada, en la proa se instalaría un espolón a efectos, se dice, defensivos.
Ochoa presentó su barcaza o batería flotante con coraza para que fuera empleada en la reconquista de las plazas de Gibraltar y Mahón, en manos inglesas. Sin embargo, la necesaria paz con el Inglés se interpuso entre Ochoa y la posibilidad de ver este invento sobre las aguas.
Poco más me medio siglo después, la Real Armada ideó y construyó baterías flotantes para sitiar Gibraltar, con la mala decisión de no dotarlas de blindaje.