martes, noviembre 21, 2017

Guardia de cine: reseña a «Aliados»

Título original: «Allied». 2016. 124 min. RU, EEUU. Acción, drama y romance. Dirección: Robert Zemeckis. Guión: Steven Knight. Elenco: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris.

Del amor a la traición solo hay una delgada línea. Quizá sean conceptos entremezclados en una película de espías bastante frustrante con Brad Pitt y Marion Cotillard a la cabeza

Convivir a diario con una persona no supone que la conozcamos, ni siquiera cuando se comparte con ella lecho y descendencia. ¿Podría ser una completa desconocida? ¿Puede existir en una unión así algo más que amor, recelos, compañerismo y enojos? ¿Secretos de guerra? Este y no otro es el argumento de «Aliados», un filme basado de puntillas en una historia real y que pretendió devolver a las salas algo del perdido glamour vital del cine de espías de época, de la mano de un Brad Pitt lineal y de una Marion Cotillard de escaso brillo.

Max Vatan es un miembro de la Inteligencia de la Royal Canadian Air Force que se infiltra en Casablanca con la misión de atentar contra el embajador alemán en la ciudad, trabajando codo con codo con Marianne Beauséjour, una célebre miembro de la Resistencia francesa, huida tras caer toda su red en Europa. Obligados ambos personajes a interpretar el papel de marido y mujer, se da pistoletazo a la parte quizá más tediosa del filme que se fatiga subrayando la necesidad del infiltrado en conocer hasta el más recóndito recoveco de los lugares y personas que frecuenta, metido hasta la médula en territorio enemigo; una primera mitad en la que la hostilidad inicial de Marianne hacia Max se va rebajando hasta el punto de que ambos se enamoran o eso es lo que parece, pero todavía no hemos llegado al momento en el que la sospecha asoma el hocico al otro lado de la mesa.

La segunda mitad del film transcurre en la húmeda Inglaterra, con Max y Marianne felizmente casados y como padres de una niña. Y si durante la etapa en el Norte de África se apreciaba cierta obsesión erudita, ahora caminamos entre cristales por culpa de la ingente cantidad de despropósitos históricos e incoherencias de guión que te obligan a intercambiar con tu compañero de filas no pocos chistes cortos y mordaces, pues la película pierde toda su seriedad, hasta el punto de tener que soportar una nueva y forzada inclusión de la escena lésbica de marras que es del todo prescindible. A mí también me pone ver dos tías morreándose e ir más allá, pero, señores… Por favor.

Es durante estas escenas dignas de reproche cuando un alto mando susurra al oído de Max que Marianne puede que no sea quien dice ser, pues los informes de Inteligencia dan a entender que la verdadera Marianne falleció antes de que diera comienzo la misión en el África francesa. La tumefacción de la duda comienza a socavar a Max, pero ama con locura a su mujer y, desobedeciendo órdenes, tratará de hallar pruebas que demuestren su inocencia; que no es una impostora.

La búsqueda desesperada de la verdad durante los últimos compases le insufla vida a la cinta, la cual había ido arrastrándonos por el tedio (una vez más) desde el atentado en la embajada alemana. La vuelta a la tortilla que destila (o debería destilar) a excelente trama de espías se producirá cuando Max duda ciertamente respecto a la lealtad de Marianne, pero toma la determinación de traicionar a su país para salvar a su familia de un destino que se les escapa de las manos con cada bombardeo.

Brad Pitt interpreta su papel de forma no muy entusiasta; es que no aporta nada que no hayamos visto hasta la saciedad en otros filmes: nada, lo cual es una pena pues, en el fondo, lo considero un buen actor. Por su parte, Marion Cotillard se zampa al amigo Pitt en cada secuencia, pero dista mucho de brillar, quizá por ser incapaz de salvar la bipolaridad de chica dura y amante esposa y madre, no pegándole ni con Loctite el sarcasmo tan descarnado del guión.

La película puede tener su interés por el fondo, por tratar de un matrimonio de espías en el que uno de ellos puede ser un agente enemigo; porque es una historia de amor en tiempos en los que se bebía la vida hasta la última gota, hasta el último poso de la botella, hasta la extenuación sexual. Pero cuenta con un final que a nadie coge por sorpresa y que carga con su chispa lacrimógena; se podría haber escrito y filmado algo mucho más digno en términos generales; aún así, podemos decir que el argumento es de esos que perduran, pero que esta producción es del todo prescindible. 

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