martes, junio 20, 2017

Guardia de literatura: reseña a «Colorado kid», de Stephen King

Título original: «The Colorado Kid»
Primera edición. 2006
Random House Mondadori. Barcelona
ISBN: 84-9793-861-5
151 págs.
Un Kit Kat para King, quien ha pretendido dar a entender a sus fans que no hace falta que el terror se inmiscuya en las vidas de sus personajes para construir un drama desasosegante

Solo alguien de la talla (y los números) de Stephen King podría haber convencido a su editor para que publicara esta novela corta de forma independiente, sin servir de dilatado entrante a un menú de relatos cortos de variada intencionalidad literaria.

«Colorado kid» se presta a ser un descanso para el viejo King y una fórmula perfecta para regresar a los años de adolescencia, a cuando hacía sus pinitos como articulista deportivo en un periódico, antes de ganarse a duras penas el pan con la enseñanza y forrarse el riñón con la literatura, incluso antes de los tiempos de sus primeras publicaciones en Playboy.

El cuerpo larguirucho de King muta hasta convertirse en Steffi McCaan, una veinteañera de melena de fuego, becada durante tres meses en el periodiquillo The Weekly Islander de la isla de Moose-Lookit, frente a la costa de Maine; aunque Steffi, es lo cierto, se presenta como público y no como narradora. La chica ha tenido una suerte morrocotuda y recibe clases de profesionalidad por parte de dos generosos profesores, un par de viejos periodistas que suman más de cien años de experiencia. Y nosotros pasamos a ser espectadores también, invitados invisibles a una conversación que dura 150 páginas en las que no habrá resquicio alguno para que un monstruo se materialice entre las difusas sombras que bañan un armario con la puerta entornada, dispuesto a inquietarnos el sueño, ni para que unos morbosos vampiros o unos engorrosos extraterrestres nos obliguen a bombear sangre a los músculos de las piernas para que pongamos tierra de por medio; ni siquiera habrá oportunidad para que nadie culmine la pesada tarea de decorar una habitación con unas preciosas manchas de sangre y algo de masa encefálica de su última víctima.

Como recalcan los dos ancianos, Vince y Dave, el misterio sin resolver que se guardan para ellos dos solos, el de la extraña muerte de Jim Cogan, Colorado Kid, no tiene (aún) hilo que permita publicar un reportaje al respecto; es un cabo deshilachado por demasiados sitios, que no se solventa con una supuesta muerte por atragantamiento, dictaminada por el forense un cuarto de siglo atrás, pues hay que llegar a saber cómo es posible que Cogan llegara desde su hogar, Denver, hasta Moose en tan poco tiempo y qué le empujó a ello. Por suerte, los dos veteranos pudieron entonces dar con la identidad del fallecido, que solo había dejado unas contadas pistas que se resumen en un paquete de tabaco, una moneda de diez rublos, un trozo de carne atorado en la garganta y pescado con patatas disuelto en el estómago, a las que se uniría después una supuesta y ejemplar vida familiar en Denver.

En tres actos que discurren en tres escenarios diferentes, como son el restaurante Grey Gull y el porche y la redacción del Islander, Steffie conocerá, a la par que se enfrenta a constantes exámenes orales para poner a prueba su inteligencia y astucia como periodista, la extraña muerte de Colorado kid y de lo que le pudo suceder durante las horas previas a tan luctuoso hecho; un relato Marlowiano al limón y sin resolución, pues el misterio que encierra Jim Cogan se lo llevó éste a la tumba, con el que King nos deja con un palmo de narices, pero sin que hayamos sido capaces de haberlas levantado del texto un solo instante.

King, intercalando notas documentales adquiridas en anteriores trabajos de investigación y novelas («El resplandor» o «Cementerio de animales»), ha pretendido dar a entender que no hace falta que el terror se inmiscuya en las vidas de sus personajes para construir un drama desasosegante; pero, dicho sea de paso, tampoco es que se haya esforzado en demasía por ofrecer una prosa más completa. Como ya se indicó al comienzo de esta reseña, es un intermedio, un break. Y a eso huele este librito al olfatearlo tras su lectura que, en no pocas ocasiones, puede resultar monótona aún con los fustigazos que se recibe en las posaderas, alimentando la curiosidad por saber todos detalles y secretos que se guardan ese par de viejos periodistas y qué posible resolución puede surgir en cualquier instante.

No habiendo final en sí, no sabemos si King ha sufrido de nuevo uno de sus típicos ataques de ansiedad que le impiden cerrar las últimas páginas como Dios manda.

No hay comentarios: