martes, noviembre 20, 2018

Guardia de cine: reseña a «El contable»


Título original: «The Accountant». 2016, EEUU. 2h. y 8 min. Color. Thriller. Dirección: Gavin O’Connor. Guión: Bill Dubuque. Elenco: Ben Affleck, Anna Kendrick, J. K. Simmons

Un thriller de acción protagonizado por una persona con síndrome de Asperger y que no es un cliché cinematográfico. Una película que se anuncia con una trama excelente, pero que habría ganado enteros si hubiera sido dotada de una mayor oscuridad

De un tiempo a ahora, distintas películas y series de televisión se han obsesionado con introducir, aquí y acullá, incontables personajes que sufren trastornos de la personalidad o del desarrollo cognitivo. Aunque Sheldon Cooper no sea el primero, sí es el más representativo en esta reciente batalla visual que no sé si en realidad persigue el hacer a estos colectivos “más visibles”, tal y como se viene diciendo no sin cierta pedantería y hasta hipocresía. No soy el único que considera que esta fiebre de guión por meter a calzador entes con estas especialidades solo sirve a los escritores más incompetentes para crear personajes supuestamente interesantes y con fondo, pero que terminan sus días arrinconados en labores artificiales y superfluas; individuos más planos que una plancha de parquet cuando ellos mismos resultan, paradójicamente, ser el eje de la ficción dramática o un engranaje principal (léase, «The Bridge»). Es como si los trastornos fueran lo único a destacar, enlodando a los espectadores en una visión siempre superficial y hasta embustera: da el pego y vende.

La cuestión a tratar no es tan simple, pues a todos los colectivos hay que darles presencia, pero no por medios ni formas torcidas y torticeras. Cada ser humano (y, por tanto, cada personaje) es único y tiene su propio mundo; no es un muñeco maquillado.

¿Ha caído «El contable» en dicho error?

Esta película, que me ha parecido magnífica aunque no nos libre de algún charco de barro a lo largo del metraje y que será objeto de disertación, se vertebra en la persona de Chris Wolf, un anodino contable que esconde con maestría un síndrome de Asperger y un pasado que se va rebelando con el paso de las escenas. La vida de Chris, o como quiera llamarse en realidad, pasa delante de nuestros ojos a través de flashbacks que nos llevan a diferentes momentos claves de la infancia y juventud del protagonista, a saber: cuando es diagnosticado, cuando su madre les abandona a él, a su padre y a su hermano, o cuando se convence de que su trastorno no tiene que convertirle en víctima en un mundo salvaje.

Las secuencias de introspección de Chris son consustanciales, dotándole de forma tridimensional. Por fin, desde Rainman, tenemos delante un personaje con un síndrome que es una persona y no un cliché; aunque reconozco que su pasado militar y criminal le dotan de elementos sobrados para que lo sigamos con interés.

Lo más imperecedero de esta trama de un contable que trabaja para las mafias y los cárteles, de un asesino con ética, son los momentos tête a tête, en un sofá o en el suelo, en los que dos personajes comparten unos minutos para sincerarse. Incido en el que escenifican Ray King y Marybeth Medina en el salón de la casa de Chris, cuando se da conocer la razón que justifica la obsesión del veterano agente del Tesoro por el escurridizo contable; un momento espeso que pasa por nuestras gargantas con todo su dramatismo. 

De mi gusto también fue la confesión de la contable Dana Cummings en la habitación del hotel, de los profundos anhelos de aceptación que perseguimos la mayoría.

La trama pretende ser un thriller sembrado de detonaciones, protagonizado por un individuo que es solo un contable, pero que, a la vez, es un experto en artes marciales y armamento y que, por lo que se entrevé, un exmiembro bastante incontrolable de las Fuerzas y Grupos de Operaciones Especiales del Ejército de los Estados Unidos. Arranca muy bien, pero cuando Chris salva a la contable de Living Robotics me puse a temblar temiéndome un plagio de «El caso Bourne», con un Matt Damon con la jeta de su colega de juergas y guiones, Ben Affleck. Recé para no tener que ver una vez más lo mismo y, por suerte, Chris siguió su camino solitario y no cargó con la chica como si de una incómoda mochila se tratara.

Quizá resulte descafeinado el reencuentro de Chris con su hermano Braxton, más aún cómo se “cierra” el trabajo, siempre buscando un guiño fraternal y hasta humorístico que, aunque deje buen sabor, hace rechinar los engranajes, faltos de lubricación al guión.

Lo que es una auténtica mamarrachada es lo de las fotografías de seguimiento de varios gerifaltes criminales y terroristas en los que aparece siempre el contable de espaldas y nunca de frente. Es una soberana tontería para aquellos que sabemos mínimamente cómo es una vigilancia.

Otra de igual calibre es cuando la agente Marybeth es capaz de captar un sonido con su laptop doméstico de la grabación del asalto perpetrado por un posible positivo del contable a una guardia mafiosa. Mi ordenador no sería capaz de echar tanto humo con semejante jactancia.

Ben Affleck es un actor limitado que ha sufrido altibajos. Últimamente, y salvo por determinado héroe enmascarado, lo está haciendo bastante bien; pero no le ha costado mucho meterse en el personaje gracias a su eterno semblante, tímido y frío, siempre abstraído. Lo ha hecho bien y no se ha pasado de rosca, como Diane Kruger (de nuevo, «El puente»), ni ha tratado de copiar apáticamente a Sheldon Cooper; pero es un clon de cualquiera de las identidades que encarna en algunas de sus últimas y buenas películas.

J.K. Simmons, encarnando al veterano agente del Tesoro, un tipo sin escrúpulos a la hora de extorsionar a Marybeth, es el que mejor lo hace. Su personaje desviste su alma de forma brutal. Es un papel digno de la talla de Simmons, siendo que deja en paños menores al resto de actores, a los que no vamos a detenernos por ser huecos salvo por unas pinceladas, siendo que enamora un poco el del asesino guasón.

Así llegaremos a los títulos de crédito con demasiadas preguntas sobre ciertos pasajes vitales de Chris (no así sobre quién es la misteriosa mujer que colabora con él); un final demasiado positivo y blanco en términos generales. Si Chris hubiera hecho alguna barbaridad tampoco se lo echaríamos en cara; no habría dejado de caernos bien. Se echa en falta una mayor oscuridad en una trama que se anuncia como excelente. Con un poco más de tinieblas, habría sido notable.

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