lunes, julio 27, 2020

El faro de Aniva

Desde que la Santa Madre Rusia tuvo ojos para el Pacífico y el Japón despertó (antes de esto, la propia China), ambas naciones siempre han chocado por el dominio del dédalo de islas al norte de Hokkaido. Largo y tenso ha sido el pleito por la soberanía de las islas Kuriles, pero también lo ha sido, aunque menos conocido, el correspondiente a la isla de Sajalín, la cual es rusa desde no hace tantas décadas.

Sajalín es la isla más grande encuadrada dentro del territorio de la actual Federación rusa y se encuentra separada de Japón por el estrecho La Perouse, quedando al sur de la península de Kamchatka. Poblada originalmente por el pueblo Ainu, los rusos supieron de su existencia desde el s. XVII, cuando, por primera vez, se levanta cartografía sobre la misma y las Kuriles, estableciéndose pactos de soberanía con China, en 1689.

Las expediciones rusas a las islas japonesas llevaron a una escalada entre rusos y nipones entre 1806-07, sobre todo tras la declaración de Sajalín como territorio adscrito a la Rusia zarista. El aislado Japón reaccionó como era costumbre, desde el s. XVII, ante lo que entendía como injerencia extranjera: por la fuerza.

La zona es un caramelito pues, aparte de su importante industria pesquera, posee reservas de petróleo, gas y carbón que se explotan debidamente. Igualmente, es un área de interés turístico, siendo los nacionales japoneses sus principales visitantes, atraídos por su belleza agreste y la posibilidad de realizar todo tipo de deportes de aventura.

Sin embargo, lo que me llamó la atención sobre la existencia de esta isla es un faro abandonado en cabo Aniva (en el extremo Sur de la isla), que bien podría servir para una entrada de la serie El coleccionista de pecios, pero lo dejo en esta de Apuntes. Su sola estampa rememora viejas historias góticas y románticas, y provoca cierta desazón.

La estructura del faro fue levantada por miembros de las FFAA japonesas en 1939, quedando luego en poder soviético. En la actualidad, se encuentra abandonado y no atraería más que miradas de curiosos en kayak si no llega a ser por la noticia, quién sabe si veraz, que el ingenio fue dotado con energía nuclear, y todo por una pintada encontrada en el mismo que, en perfecto cirílico, advierte que es “radioactivo”. Suena un poco raro que a un faro se le instalara una pila atómica con la que dar luz durante milenios, pero, conociéndonos el percal, cualquiera sabe.




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